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miércoles, 4 de julio de 2007

Las puertas de Badajoz en el siglo XVII.

1. INTRODUCCIÓN



En las ciudades amuralladas las puertas eran un referente urbanístico capital pues el tránsito de personas y mercancías debía canalizarse obligatoriamente por ellas. De esta función primaria derivan otras:

-En las puertas se instalaron los controles fiscales (cobro de impuestos), sanitarios (posibles apestados), seguridad (espías y desertores), etc.
-La puerta venía a ser la fachada de la ciudad y en ella solía concentrase un aparato decorativo del que carecía el resto de la fortificación.
-Varias ciudades adoptaron como emblema una de sus puertas. El ejemplo más cercano y emblemático sea el de Mérida en cuyo escudo campea la puerta bífora romana.
-Las puertas, al ser lugares de paso obligado, fueron un foco de atracción para las actividades comerciales y algunos mercados se establecieron en sus inmediaciones (1).

En este trabajo nos hemos propuesto identificar las puertas de la ciudad en el siglo XVII. En esa centuria se demolió la cerca medieval, y la mayor parte de sus puertas, para levantar el nuevo recinto abaluartado. En la Alcazaba las demoliciones fueron excepcionales ya que las autoridades se limitaron a tapiar o terraplenar las puertas que dejaron de ser útiles.

Con el paso del tiempo se fue perdiendo el recuerdo de muchas puertas dando pie a múltiples equívocos. Así, a comienzos del siglo XX se desconocía la situación de las puertas del Alpéndiz, Coracha, Yelves, portillo de la Torre de la Vieja, etc. (2). El cambio de nombre de algunas puertas aumentó la confusión. Por ejemplo, la Puerta del Capitel, que era conocida tradicionalmente como la Puerta Principal del Castillo, pasó a denominarse Puerta de las Angustias, Puerta Fortificada y finalmente, ya bien entrado el siglo XX, fue “bautizada” con el nombre de Puerta del Capitel. Esta circunstancia se repite en las puertas Nueva del Puente (Puerta de Palmas), Sevilla (Trinidad), Jerez (Santa Marina), del Río (Pajaritos), Carros (Consolación), etc. Por el contrario, otras puertas han cambiado de ubicación pero han mantenido su nombre (puertas del Río, Mérida y Trinidad). Asimismo plantearemos –con absoluta reserva- la existencia de dos nuevas puertas en la Alcazaba (3).

Por último hemos de advertir que estudiaremos cada puerta como una unidad independiente. Este enfoque nos pareció el más adecuado aunque obliga a repetir los mismos datos, es decir, el lector encontrará reflejados en varias ocasiones los mismos acuerdos del Cabildo Municipal, las mismas disposiciones de los ingenieros, etc.




NOTAS



1.CHUECA GOITIA, F.: “El urbanismo islámico”, Vivienda y Urbanismo en España, Banco Hipotecario, Barcelona, 1982, pág. 92.
2.COVARSÍ, E.: “Extremadura Artística. Los monumentos histórico-artísticos de la provincia de Badajoz”, Revista del Centro de Estudios Extremeños, VI-1, Badajoz, 1932, pág. 23; CASTÓN DURÁN, F.: Viejos valores pacenses, Tipografía Viuda de Antonio Arqueros, Excmo. Ayuntamiento, Badajoz, 1949, pp.142-143.
3.Las dos puertas que suponemos en la Alcazaba se encontrarían en el Metido (PILO ORTÍZ, F.: Un paseo por la Alcazaba Árabe de Badajoz, Autoedición, Aprosuba-3, Badajoz, 2002, pág. 41) y cerca de la ermita del Rosario.

















2. LAS FORTIFICACIONES DE BADAJOZ (875-1700)



Antes de abordar las puertas es recomendable repasar la evolución del recinto fortificado de Badajoz entre los años 875 y 1700. En este largísimo período se alternan etapas bien documentadas con otras en las que el vacío documental y arqueológico sólo permite un conocimiento imperfecto e hipotético. Confiamos en que nuevos trabajos y hallazgos aporten nuevos enfoques y certezas; a falta de ellos somos conscientes que deslizaremos más de un error. Hemos asumido el riesgo pues nuestra intención es ofrecer una visión secuenciada y de conjunto.

Badajoz aparece como una entidad urbana reconocible de la mano de Ibn Marwan (875). Es decir, con independencia de la existencia de un poblamiento anterior a Ibn Marwan fue este personaje quién dio al Cerro de la Muela entidad urbana pues, los elementos que definen a la ciudad, islámica en este caso, fueron construidos durante su mandato (mezquita aljama, baños, alcazaba, cerca urbana, etc.) (1).

En el Badajoz islámico o andalusí distinguimos tres espacios urbanos bien caracterizados:

- La Alcazaba que corona el Cerro de la Muela.
- La medina que se extiende por las laderas del mismo cerro.
- Los arrabales que se fueron sumando al núcleo urbano originario.

La alcazaba marwaní, es decir, la construida por Ibn Marwan, tenía una extensión mucho más reducida que la actual (seguramente no sobrepasaba la actual Puerta de Carros). Sus murallas estaban construidas con tapial y estaban flanqueadas con torres macizas de planta cuadrada y escaso resalte. Las puertas debían presentar acceso directo y mocheta simple (2). Las obras que se fueron añadiendo para reforzar la Alcazaba han desfigurado buena parte de la primigenia alcazaba marwaní. Pese a todo, el profesor Fernando Valdés considera que las murallas comprendidas entre Torre de Espantaperros y la Puerta del Alpéndiz son las que mejor han conservado la estructura marwaní original (3).

La extensión de la medina y la situación de sus edificios emblemáticos (mezquita aljama, baños, etc.) componen auténticas incógnitas. La mayor parte de los investigadores coinciden en trazar la muralla de la medina por las calles de Morales, Soto Mancera y Concepción (4). La perfecta sintonía entre estas calles pudiera indicar que nos encontramos ante una línea amurallada. Las puertas pudieran situarse en la convergencia de otras calles con la línea anterior (Morales-Soto Mancera-Concepción):

-Confluencia de las calles de Moreno Zancudo, Brocense, Soto Mancera y Concepción.
-Confluencia de las calles de San Lorenzo, Costanilla y Concepción (5).

En cualquier caso el trazado de la muralla que hemos expuesto no está exento de interrogantes y disyuntivas (6).

En el 913 el rey Ordoño II realizó una incursión en territorio musulmán. En dicha campaña Ordoño II tomó y saqueó Évora. Las ciudades de los alrededores, aterradas por lo sucedido en Évora, decidieron mejorar sus defensas. Según el cronista Ibn Hayyan fueron los de Badajoz (…) quienes mejor lo hicieron (7). En este momento gobernaba Badajoz Abd Allah Ibn Marwan (nieto de Ibn Marwan) que ordenó recrecer la muralla de la Alcazaba haciendo que tuviera una anchura de diez palmos en un solo bloque. Fernando Valdés considera que las almenas cegadas en el frente meridional de la Alcazaba (jardín de la Galera) pueden ser la constatación arqueológica del texto anterior. Fernando Valdés añade que además de recrecer la muralla de la Alcazaba debieron realizarse obras en el perímetro amurallado de la medina. Sería muy interesante determinar la amplitud de dichas obras. Es decir, si nos encontramos ante una reconstrucción, más o menos amplia, o por el contrario estamos ante la construcción de una nueva línea amuralla (8).

La superficie urbana que cercaba la muralla levantada por Ibn Marwan (año 875) se quedó pequeña muy pronto pues en el año 929 ya existían casas situadas extramuros (arrabales) (9).

En el año 930 Abd al-Rahman III conquistó Badajoz y acabó con el poder de los descendientes de Ibn Marwan. Durante el Califato de Córdoba no se conocen obras en las fortificaciones de la ciudad.

Con la descomposición del Califato, al-Andalus se dividió en reinos de taifas. Un personaje llamado Sabur se alzó con el control de Badajoz pero tras su muerte se hizo con el poder Abu Muhmmad Abd Allah b. Al-Aftas que desplazó del trono a los hijos de Sabur (1022). Era el comienzo de la dinastía aftasí que gobernó Badajoz hasta la llegada de los almorávides.

Abu Muhammad ‘Abd Allah b. Al-Aftas, el primer rey aftasí, realizó en el año 1030 varias obras en la Alcazaba. Según al-Baki, en dichas obras se empleó la mampostería en lugar del tapial, que había sido el material constructivo tradicional (10). Las evidencias más visibles de esta reforma se encuentran en las murallas que se extienden entre la Torre de la Atalaya (Espantaperros) y la Puerta de Yelves.

Los testimonios -documentales y arqueológicos-sobre la extensión del Badajoz aftasí son algo más explícitos que en períodos anteriores. Así, tenemos constancia documental y arqueológica de un arrabal situado al oriente de la ciudad. Los orígenes de dicho arrabal hay que buscarlos en la caída del Califato de Córdoba. Según Fernando Valdés, tras el hundimiento del Califato una multitud de artesanos y comerciantes abandonaron Córdoba y se instalaron en las florecientes capitales de los reinos de taifas. En el caso de Badajoz es muy posible que además se produjese la llegada de gentes procedentes de Mérida.

Los recién llegados encontraron acomodo al Este de la ciudad, entre la muralla oriental de la medina y el Rivillas (11). En este ámbito se consolidó un gran arrabal (Arrabal Oriental) que según al-Idrisi llegó a ser más grande que la propia ciudad. Según Fernando Valdés el arrabal se extendía por la ladera oriental del Cerro de la Muela y su límite norte vendría definido por el muro del Alpéndiz que se extiende entre la Puerta del Alpéndiz y la carretera de circunvalación. Nosotros pensamos que el muro del Alpéndiz no es aftasí y el espacio urbano islámico pudo extenderse también al norte del muro. Volveremos a ocuparnos de este asunto más adelante. Algunos autores plantean la posibilidad de que el arrabal se localizase más hacia el sur (hacia el viejo convento de la Trinidad).

El arrabal alcanzó su esplendor con la dinastía de los Aftasíes que además ordenaron su fortificación. El ocaso de la dinastía aftasí y la llegada de los almorávides a Badajoz (1094) marcan el proceso de decadencia y ruina del arrabal.

En el otro extremo de la ciudad los descubrimientos arqueológicos de la Catedral, Plaza de San Juan, calle de Zurbarán y Puerta Pilar resultan claves para determinar la extensión de la medina aftasí en esta zona. Así, la aparición de un horno, posiblemente cerámico, en la Catedral y un testar (vertedero de cerámica) cerca de Puerta Pilar nos permiten acotar con cierta precisión el entorno periurbano del Badajoz aftasí (12). El horno parece que estuvo en uso con los almorávides. Si tenemos presente que tanto testares (inmediaciones de Puerta Pilar) como hornos (Catedral) solían situarse extramuros es posible entonces que el solar donde hoy se levanta la Catedral se encontrase extramuros en época almorávide. El horno puede aportar también una nueva perspectiva para interpretar otros hallazgos próximos como el silo de la calle de Zurbarán y los restos aparecidos en la Plaza de San Juan (fechados en el siglo XI) (13). Es decir, si consideramos que el horno era una construcción extramuros entonces los restos aparecidos en la calle Zurbarán y la Plaza San Juan deberíamos interpretarlos también como construcciones extramuros que pudieran formar parte de un arrabal o bien pudieron estar “asociadas” a instalaciones industriales como la alfarería (horno y testar) u otros usos.

Si combinamos los testimonios arqueológicos con la topografía de la zona podemos intuir que la muralla de la medina aftasí pudo discurrir por las inmediaciones de la calle de López Prudencio hacia el cruce de las calles del cardenal Carvajal, Santa Ana, Meléndez Valdés, Santo Domingo y Santa Lucía. Continuaría por la calle Joaquín Sama hasta terminar en una gran “torre” que se levantaba al final de dicha calle. Asimismo es posible que en el recinto del antiguo convento de Santa Lucía se localizase uno de los cubos que jalonaban la cerca. Las puertas podrían situarse en los siguientes puntos:

-Cruce de las calles del cardenal Carvajal, Santa Ana, Meléndez Valdés, Santo Domingo y Santa Lucía.
-Comienzo de la calle de San Juan pues hacia este punto parecen confluir las calles del Obispo, Zurbarán, López Prudencio, Montesinos y Soledad.
-Plaza de San Andrés o sus aledaños.

En cualquier caso hemos de advertir que sólo la arqueología puede aportar evidencias incuestionables sobre el trazado de la cerca. Mientras esto no suceda debemos limitarnos a proponer trazados pues los datos que presentamos como indicadores no son aceptados de forma unánime por los especialistas. Así, los testares y hornos cerámicos se situaban normalmente extramuros pero, Chistine Mazzoli-Guitard apunta que la presencia de un testar no delata necesariamente que el espacio que ocupa estuviera situado extramuros (14). Las distintas necrópolis de la ciudad podrían ser otros indicadores para acotar el área urbana aunque ignoramos su extensión y por ello sólo tienen un valor aproximativo a la hora de delimitar el espacio periurbano. Asimismo, también se conocen casos de necrópolis intramuros. En cualquier caso, los restos arqueológicos aparecidos en la Catedral, Plaza de San Juan y calle de Zurbarán parecen delatar la existencia de poblamiento en esta zona en el siglo XI aunque no alcancemos a determinar su categoría urbana (medina, arrabal, horno, etc).

La mayor transformación que se operó en las defensas de Badajoz durante el dominio musulmán llegó de la mano de los almohades. En 1169 el califa almohade Yaqub Yusuf ordenó reformar las fortificaciones con objeto de contener las envestidas cristianas, cada vez más frecuentes y peligrosas. Así, el 30 de marzo de 1161 los cristianos habían entrado en Badajoz y en 1166 Fernando II de León concedió varias propiedades en Badajoz y Elvas. En 1169 las tropas portuguesas de Alfonso Enríquez estuvieron a punto de conquistar Badajoz. La ciudad sólo consiguió salvarse gracias a la oportuna ayuda del rey Fernando II.

Las fortificaciones almohades están construidas mayoritariamente con tapial (tabiya). En varios puntos de la Alcazaba observamos que el tapial se levanta sobre un zócalo de mampostería compuesto por piedras menudas muy bien rejuntada con cal. En algunas zonas el zócalo de piedra alcanza una altura considerable. Las portadas fueron construidas con sillería de granito y varias esquinas están reforzadas con sillares y spolia romanos y visigodos (fustes, pilastras, etc).

Los almohades ampliaron la Alcazaba hasta las inmediaciones del Guadiana aunque no descartamos que antes hubieran realizado obras de refuerzo en el muro norte original (volveremos sobre este asunto al estudiar la Puerta de Yelves).

Para asegurarse el abastecimiento de agua construyeron la coracha. El cronista Ibn Sahib dice que

“… mandó el poder excelso excavar un pozo, dentro de la alcazaba de la ciudad de Badajoz, al cual condujese el agua del río, previniéndola para lo que se temía de ataques y asedios (…) y se esforzó en excavar el pozo con mineros y trabajadores para ello, y es conocido entre el pueblo por la Kuraya condujo agua a él, y se fortificó la alcazaba...” (15)

Es decir, la coracha era una obra excavada (¿pozo?, ¿mina de aguada?) y situada intramuros. De sus palabras podría deducirse también que la coracha se aprovisionaba de agua del río aunque no especifica el medio (manantial, acarreo, noria, etc.). Es decir, las noticias de Ibn Sahib no parecen encajan con la tradición que identifica a la coracha con los muros que unen la Alcazaba con la orilla del río (16). Por otro lado, las “corachas” que se conservan en la actualidad fueron construidas en los siglos XVII y XVIII.

-La coracha occidental que se extiende frente a la Puerta de la Coracha se levantó durante la Guerra de la Restauración de Portugal (1640-1668). Este espigón sustituyó a otro anterior que también estaba trazado perpendicularmente al recinto de la Alcazaba y terminaba en una torre situada en la orilla del Rivillas. Este muro presentaba una tipología que pudiera corresponderse con una coracha.
-El muro occidental (coracha oriental), que se extiende frente a la Torre de las Siete Ventanas, también ha llegado a nosotros muy modificado. En efecto, hasta el siglo XVIII formaba un recinto en forma de embudo cuyo vértice estaba orientado hacia el postigo de la Torre de las Siete Ventanas. Las obras que se acometieron para reparar la “brecha de las aguas” (1763) modificaron su estructura y después, en un momento que no podemos determinar, el muro de la “coracha” se prolongó hasta alcanzar el cauce del Rivillas.

En cualquier caso resulta evidente que las “corachas” de la Alcazaba permitían a los defensores abastecerse de agua sin riesgo aunque pudieron tener más aplicaciones. En algunas ocasiones los muros perpendiculares al recinto principal y rematados en una torre al borde de un río (como en Badajoz) fueron utilizados como embarcaderos y también para fijar norias con las que captar y elevar agua (17).

Las tres puertas en recodo de la Alcazaba (Capitel, Yelves y Alpéndiz) están diseñadas para que el acceso se efectuase mediante un giro a la derecha seguido de otro de 90º a la izquierda. Las puertas del Capitel y Alpéndiz reproducen el mismo esquema formal pero parecen ejecutadas por dos cuadrillas diferentes de canteros

-Puerta del Alpéndiz. El arco de la portada exterior se compone de un número par de dovelas (12). Las dovelas son largas y estrechas, ninguna sobresale de la rosca y los riñones están engatillados. Dos hiladas de sillares rematan la portada. La hilada inferior presenta una disposición a soga con varios tizones intercalados.
-Puerta del Capitel. El arco de la portada exterior se compone de un número impar de dovelas (9). Las dovelas son anchas y cortas. La clave sobresale de la rosca y aparece engatillada. Los riñones no están engatillados. Dos hiladas de sillares rematan la fachada. La hilada superior presenta una disposición a soga con un sólo tizón intercalado.

La Puerta del Alpéndiz presenta una flecha sensiblemente menor que la Puerta del Capitel. A nuestro juicio esta diferencia es debida a que la calzada de la Puerta del Capitel estaba a mayor cota que la actual. También encontramos diferencias en la altura a la que arranca el arco interior de la fachada. En este caso pensamos que el arco de la Puerta del Capitel es fruto de un reconstrucción, que no podemos fechar, por el contrario el arco de la Puerta del Alpéndiz pudiera corresponderse con el arco original.

Los almohades también construyeron puertas de acceso directo como la Puerta de la Coracha y el portillo de la acitara situado frente a la Torre de los Ahorcados.

La acitara (conocida tradicionalmente como barbacana) es un muro bajo y robusto que se dispuso delante del recinto principal. El espacio comprendido entre la acitara y el recinto principal de la Alcazaba se denomina liza. Debemos resaltar que la liza no forma un pasillo continuo ya que está interrumpida por varios dispositivos defensivos que se interponen en su circuito. En algunos puntos la acitara se construyó adosada a elementos preexistentes (cubos del Jardín de la Galera) lo que hacía imposible la existencia de liza en esos puntos. Por el contrario, en otras ocasiones los dispositivos que cortan la liza son más tardíos que la acitara. Todo ello provocó la compartimentación de la liza en varios tramos. Es posible que existiesen portillos que comunicasen el interior de la Alcazaba con los distintos tramos en los que se encuentra compartimentada la liza, o bien, la comunicación entre algunos tramos se realizaba a nivel del adarve de la acitara mediante escaleras de mano que llegado el caso podían retirarse.

La acitara que se desplegaba frente a la medina presenta una altura considerable por el contrario la mayor parte de la acitara ha conservado escasa altura pues sospechamos que fue desmochada durante la Guerra de la Restauración para utilizarla a modo de falsabraga en la que los defensores no se dispondrían sobre su adarve sino en la liza. En esos tramos de escasa altura el coronamiento de la acitara presenta un derrame hacia el exterior que encaja con su utilización a modo de falsabraga.

La acitara estaba decorada con el mismo motivo de falsa sillería que cubría las murallas y torres del recinto principal aunque no se realizó al mismo tiempo ya que la acitara aparece adosada a la falsa sillería que cubre uno de los cubos del Jardín de la Galera. Este detalle viene a demostrar que primero se realizó la falsa sillería del recinto principal y después la acitara.

El tramo contiguo a la Torre de la Vieja es uno de los más interesantes aunque su estudio resulta muy complejo ya que con motivo de la construcción del semibaluarte de San Antonio y en el curso de restauraciones posteriores se han perfilado y enfoscado los muros (tanto la cara como la sección) ocultando su fábrica original, se abrieron puertas, adosaron escalinatas, etc. Por todo ello las observaciones que siguen resultan meramente orientativas

A.En primer lugar cuando se construyó la Torre de la Vieja es posible que se derribarse un tramo de la acitara en el que podría abrirse una puerta (conservada parcialmente junto a la torre).
B.Tras construirse la torre se rodeó de una acitara propia que la envuelve y se une con la anterior. En la nueva acitara se localiza un graffiti islámico, el único descubierto hasta el momento en la muralla. Es posible que la nueva acitara tenga doble muro en su lado S.W., conserve tres portillos y el arranque del parapeto. El segundo muro del lado S.W parece más tardío que el resto aunque no es probable que se levantase para reforzar el semibaluarte de San Antonio.

Las albarranas son características del mundo almohade aunque no son exclusivas de este período ya que una de las albarranas más potentes de la Alcazaba, la llamada Torre Abarlongada (¿Torre de los Caballeros?), fue construida por los cristianos.

La Torre de Espantaperros (llamada primero Torre de la Atalaya y después Torre del Reloj) es la albarrana más espectacular. El aspecto que ofrece en la actualidad no coincide con el que presentaba en el siglo XVII cuando sus caras estaban coronadas con balcones amatacanados (vista de Pier María Baldi, 1668). Curiosamente, la Torre del Oro, su secuela más famosa, estaba rematada con ladroneras (balcones amatacanados cubiertos) (18). Algunas caras de la torre presentan en su base unos elementos salientes que pudieron conformar una “zapata” de planta cuadrada o bien fueron diseñados para reforzar las defensas de la base (rebotadero, refuerzo frente a los trabajos de zapa y las máquinas de expugnación, etc).

La Torre de la Vieja es otra albarrana excepcional. La torre fue desmochada cuando se construyó el semibaluarte de San Antonio de modo que sólo ha llegado a nosotros la mitad inferior. Pese a todo, podemos contemplar su alzado completo en la vista de Pier María Baldi y Rodrigo Dosma nos informa sobre su morfología al tiempo que ofrece una serie de indicaciones que son fundamentales para interpretar otras torres de la cerca urbana. En efecto, según Rodrigo Dosma

“.... la torre nombrada de la Vieja, que se entiende la vieja ciudad, por la fortaleza, como población más antigua, á que otra ú otras después se añadiesen. En este caballero viejísimo ó saledizo con troneras, se señala puerta que debió servir al palacio, que por dentro alli llega...” (19)

Del párrafo anterior podemos extraer las siguientes referencias:

-La torre aparece identificada como la Torre de la Vieja y no Torre Vieja como normalmente se la cita. Rodrigo Dosma supone que se llama así por ser una de las torres de la vieja fortaleza de Badajoz.
-La torre contaba con troneras aunque no precisa a que altura se abrían.
-El término caballero saledizo aparece referido a una torre albarrana (torre salediza) que por su altura domina la muralla (caballero). Basándose en este mismo texto Torres Balbás señaló que los arcos y caballeros saledizos que menciona Rodrigo Dosma en la muralla urbana podrían indicar la presencia de torres albarranas en la cerca urbana.

El portillo que cita Rodrigo Dosma se abre en la cara frontal de la torre y da paso a un largo pasadizo que discurre por el interior de la torre. El pasadizo debió “comunicar” el alcázar islámico con la medina.

La Torre de la Vieja se compone de varios elementos:

A.Un muro perpendicular a la Alcazaba que “rompe” la acitara y al que están adosados los demás componentes. El muro incluye dos arcos de medio punto construidos con dovelas largas y estrechas. Los arcos son desiguales en lo que a su luz y flecha se refiere pero el trabajo de cantería de ambos no presenta diferencias. La calidad de los arcos es digna de tenerse en cuenta pues sólo hemos encontrado trabajos de esta excelencia en las portadas de la Alcazaba aunque en este caso no presentan elementos característicos (gorroneras en los que apoyar el eje de los batientes, el arco y la bóveda interior tienen la misma luz y la misma flecha, no se aprecian indicios de mochetas, etc). En el plano de Badajoz del Krigsarkivet (Estocolmo), la acitara bordea la torre por lo que ambos arcos podrían tener como misión facilitar el tránsito por la liza.
B.Borjes semicilíndricos (se aprecian tres pero debieron ser cuatro) adosados que flanquean al arco de mayor tamaño. Desconocemos la altura y utilidad de los mismos y por ello no descartamos que pudieran servir de base para fijar las gorroneras de una puerta.
C.La torre propiamente dicha es el resultado del engrosamiento del tramo final del muro. La torre ha engullido uno de los semicilindros y ha amortizado uno de los arcos. En la esquina S.E. observamos que la torre y el muro no guardan la misma alineación (rectificación del trazado, simple reforma, reparación deficiente, etc).

Como ya hemos adelantado, es posible que la cerca urbana también contase con torres albarranas. Entre estas últimas merece destacase la Torre de las Palomas que se levantaba junto a la vieja Puerta de Mérida.

Según Fernando Valdés los almohades reedificaron las defensas del viejo Arrabal Oriental. Este autor considera que los almorávides habían cortado las murallas del Arrabal para evitar que sus enemigos pudieran encontrar cobijo en él. Los almohades reconstruyeron las defensas del arrabal para utilizarlo, posiblemente, como albacar o lugar de acampada de los ejércitos. De este modo las tropas eran acuarteladas en un espacio aislado del resto de la medina y se evitaban los problemas que las tropas podían causar si se acuartelaban en la ciudad y entraban en contacto con el vecindario.

Los alarifes almohades cubrieron los muros con distintos modelos decorativos. El más conocido se conseguía disponiendo una serie de fajas horizontales y verticales que imitaban un aparejo de sillería. Esta decoración se aplicó a los elementos de la Alcazaba (cortinas, torres, acitara, etc). aunque es posible que no se realizase en todas las zonas en una misma tanda (20).

La altura del falso sillar varía dependiendo de la posición del mismo. En algunos lugares hemos detectado que los más bajos se encuentran en la parte inferior del muro, en contacto con el zócalo de mampostería. La siguiente hilada es un poco más alta y finalmente se llega a lo que llamaríamos altura normalizada. Posiblemente los sillares estuvieron pintados con alguna tonalidad derivada del ocre mientras que las fajas que definían los sillares pudieron presentar un color de la gama del amarillo. Es posible que la “pintura” fuese tanto una forma decorativa como un sistema de impermeabilizar la superficie exterior de las tapias.

La decoración de falsa sillería sólo es visible en algunos puntos de la Alcazaba pues muchos muros han sido forrados con un revestimiento de piedra (torres del Juego de la Condesa y del Pendón, muro de la Puerta de Yelves, etc.) y otros han sido enlucidos en varias ocasiones (especialmente agresivos fueron los trabajos que se realizaron en 1841). Asimismo, el falso despiece de sillería que presentan algunos muros es muy reciente ya que fue realizado en el curso de los trabajos de reconstrucción y restauración que se han efectuado en la Alcazaba. En algún caso la restauración ha sido tan desafortunada que los falsos sillares almohades y los restaurados no llegan a coincidir.

En la Alcazaba es frecuente otra falsa sillería que figura pequeños sillares mediante la técnica del esgrafiado (patios interiores de las puertas del Capitel, Alpéndiz, en las esquinas de las torres de Santa María del Castillo y Abarlongada, etc). Esta falsa sillería, esgrafiada y compuesta de pequeños sillares, no es almohade.

La “decoración” del zócalo de mampostería ha pasado más inadvertida y resulta interesantísima. En efecto, los muros de mampostería presentan un llagueado muy saliente que bordea los mampuestos. El llagueado se realizó con un mortero rico en cal que en algunos casos se acompañó con una línea incisa que sigue el contorno del mampuesto (muralla del frente norte), piedrecillas incrustadas (cubo del frente norte) o un motivo en espiga (Puerta de la Coracha). En los ejemplos que hemos citado el llagueado está asociado, o mejor soldado, con la falsa sillería y por tanto parece clara su filiación almohade. Los muros en los que no aparece dicha asociación se nos plantean dudas a la hora de fijar su cronología (21).

Las murallas de la medina almohade delimitan un amplísimo espacio intramuros. Fray Francisco de Coria a comienzos del siglo XVII señalaba

“…según declaran sus antiguas murallas y torres fue una de las mayores y mas populosa ciudad de España…” (22)

El profesor Torres Balbás estimó que el perímetro urbano de Badajoz en la segunda mitad del siglo XII abarcaba unas 75 ha. Si esta hipótesis es cierta, Badajoz fue la séptima ciudad más extensa de al-Andalus tras Sevilla (277 ha), Córdoba (199 ha), Granada (188 ha), Toledo (102 ha), Palma de Mallorca (95 ha) y Almería (82 ha).

En 1230 el rey Alfonso IX conquistó Badajoz. Comenzaba una nueva etapa de que conocemos pocas fortificaciones (23). Entre las obras que se han catalogado como cristianas se encuentran:

-La puerta que se abre junto a la Puerta del Alpéndiz. Fernando Valdés considera que fue construida por los caballeros de la Orden de Calatrava.
-La Torre Abarlongada (¿Torre de los Caballeros?) es una obra cristiana que tiene sus mejores paralelos en Oriente (24).
-La torre de la vieja catedral con una función mixta religiosa y militar. Un documento de 1517 la califica como muy fuerte y muy inexpugnable (25).

Los primeros años de dominio cristiano debieron ser muy duros. El vecindario de Badajoz incluía a la guarnición, los nuevos pobladores cristianos, una comunidad judía y posiblemente cierto número de mudéjares. Una parte significativa de este vecindario debió concentrase en la Alcazaba. A medida que la zona se apaciguaba y aumentaba la población la vieja medina aumentaría significativamente su número de vecinos. Este proceso no es lineal ni continuo ya que en momentos de crisis los vecinos volvieron a instalarse en la Alcazaba.

La concentración del vecindario en la Alcazaba en los primeros momentos del Badajoz cristiano se entiende si tenemos presente que el escaso número de pobladores debió plantear problemas para guarnecer y mantener el extenso perímetro amurallado urbano que la ciudad había heredado de los musulmanes. Por el contrario, la Alcazaba podía acoger a la mayor parte de los vecinos y era más fácil de defender.

La presencia de la primera catedral dentro de la Alcazaba es un hecho muy revelador (26). En efecto, en tanto se construía la Catedral del Campo de San Juan se habilitó para el culto cristiano la mezquita privada del alcázar. Entendemos que esta elección no fue fortuita sino que se realizó en atención a la mayor seguridad que el recinto de la Alcazaba ofrecía. En este mismo sentido apunta que las instituciones más importantes de la ciudad tuviesen su primera sede en la Alcazaba (Palacio Episcopal y Ayuntamiento).

Las vicisitudes bélicas que sacudieron a la ciudad retardaron la ocupación de la medina y ocasionalmente dieron paso a un movimiento de retorno a la Alcazaba. El primer episodio de este tipo que tenemos documentado sucedió hacia 1272 cuando las guerras arrasaron la ciudad y tanto el vecindario de la medina como el propio Cabildo Catedralicio buscaron refugio en la Alcazaba. Ambrosio de Morales resume perfectamente la situación

“…el Obispo, Dean y Cabildo, viendo destruida su Iglesia Catedral (Campo de San Juan), y que los vecinos habían pasado sus domicilios dentro del castillo, acordaron retirarse á la iglesia antigua de Santa María para cantar las horas canónigas y celebrar los divinos oficios…” 27).

Si el documento de 1272 que utiliza Ambrosio de Morales es fiel reflejo de la realidad, nos informaría que la medina antes de este traslado forzado ya contaba con vecindario y se habían iniciado las obras en el Campo de San Juan aunque no podemos determinar ni el número de vecinos ni el alcance de las obras en la Catedral. Ambrosio de Morales estima que el traslado debió ocurrir entre los años 1269 y 1272 y quizá estuviese vinculado con los conflictos que se desarrollaron en tiempos de Alfonso X (conflictos nobiliarios, enfrentamiento con su hijo Sancho, disputas con Portugal por el Algarbe, etc). Badajoz permaneció fiel a Alfonso X y cuando la ciudad fue atacada envió tropas para reforzar su guarnición. La situación en Portugal también pudo influir en los difíciles comienzos del Badajoz cristiano.

Pasado el peligro y serenada la situación se iniciaría el movimiento de reflujo hacia la medina. Como veremos más adelante, este retorno tampoco estará exento de sobresaltos.

La “recuperación” de la cerca islámica de la medina correría pareja a la reocupación del espacio urbano al que protegía. Posiblemente uno de los mejores indicadores de esta reocupación sea la construcción y consolidación del culto en la Catedral de San Juan aunque los datos disponibles para seguir este proceso son bastante fragmentarios. Hasta mediados del siglo XIII no hay constancia documental de que la sede de Badajoz fuese dotada. A este problema debemos añadir los vinculados con la erección del obispado, la elección y consagración del primer obispo (fray Pedro Pérez), etc. Posiblemente hasta entonces se habría habilitado para el culto cristiano un edificio preexistente en el lugar más seguro. Ese edificio fue la mezquita palaciega de la Alcazaba. A mediados del siglo XIII la coyuntura cambia ya que Alfonso X dota la sede episcopal y la situación tanto del obispado como del obispo se normaliza. Si damos crédito al documento de 1272, ese año ya se habían iniciado las obras en el Campo de San Juan aunque las guerras provocaron su ruina y un movimiento de retorno a la vieja Santa María del Castillo.

La situación no debió prolongarse mucho pues en un documento fechado dos años más tarde (28 de julio de 1274) se dice que Santa María del Castillo e mas hondrada que las otras (iglesias) pues fue séé (28).Es decir, en esas fechas, o algunos años antes según Ambrosio de Morales, Santa María había dejado de ser la Seo. Pese a todo el documento de 1274 nos muestra una Alcazaba todavía “pujante” con viviendas, calles (alguna de nombre muy significativo como la de los mercadores), los açogues (mercado), etc. Asimismo sabemos que en la Alcazaba se encontraban el Palacio Episcopal (Almacén del Rey), el Ayuntamiento, una sinagoga (¿?), varias iglesias, algún cementerio, etc.

Por lo que se refiere a la vieja medina, a finales del siglo XIII tenemos testimonios que hablan de la presencia de vecinos en las distintas parroquias en las que se dividía la ciudad:

-En San Salvador podemos intuir vecinos. En efecto, el 3 de abril de 1264 el Cabildo donó al obispo de Badajoz la offerenta de la iglesia de San Salvador. Poco después, en un documento que recoge la reclamación sobre los daños recibidos en las aceñas de Albalá firma como testigo un tal Simón de San Salvador (10 de diciembre de 1292). Todo ello nos induce a pensar en la existencia de parroquianos en el ámbito de San Salvador.
-Hacia 1273 vivía en San Andrés un tal Pérez el Rubio.
-En una carta de venta de unas casas (abril de 1273) se menciona al clérigo de San Lorenzo. En otro documento fechado el 24 de mayo de 1284 se cita a un tal Martín de San Lorenzo.
-Más significativa puede ser la fundación del convento de la Trinidad en el año 1274. Según deja claro Ambrosio de Morales el convento se construyó en las casas en las que vivía Doña Mayor. Es decir, podemos certificar la existencia de caserío en un ámbito urbano muy alejado de la Alcazaba aunque no podamos determinar si formaba parte de la ciudad o de un arrabal. En esta misma línea debemos recordar un documento fechado el 16 de mayo de 1294 sobre la venta de unas casas en la calle de Sevilla. Desconocemos la ubicación de dicha calle pero sospechamos que debe corresponderse con la actual calle de la Trinidad. Es decir, no remite al mismo espacio.

Pese a todo, la ciudad debió contar con un escaso número de pobladores pues en un documento fechado el 27 de agosto de 1277 se afirma que la ciudad se estaba despoblando pues se iban los pobladores a Portugal y a las villas de las órdenes y otras partes.

Las escrituras del siglo XIV nos siguen dando testimonio de la presencia de vecinos en la ciudad (nos referimos al solar de la medina islámica) (29)

Ni podemos ni pretendemos determinar el porcentaje de población que residía en Alcazaba y en la vieja medina. En algún caso se ha tomado como indicador el listado de parroquias que viene a ser un sistema de agrupación vecinal por “distritos”. La Alcazaba contó con la Seo y tres parroquias (Santa María de Calatrava o de los Freires, Santiago o de las Lágrimas y San Pedro). El resto de la ciudad sólo contaba con tres parroquias (San Salvador, San Lorenzo y San Andrés) todas ellas en un espacio cercano a la Alcazaba (30).

El relato de las desavenencias entre Bejaranos y Portugaleses (1289) también nos ilustra sobre la presencia de pobladores tanto en la Alcazaba como en la vieja medina (31). En este relato se diferencia la villa de suso (Villa de Arriba o Castillo) de la villa (ciudad baja) y da a entender que ambas contaban con pobladores.

En la primera guerra fernandina (1369-1370) los portugueses lanzaron un ataque sobre Badajoz. Las tropas portuguesas superaron la primera cerca pero no consiguieron avanzar hacia el interior ya que los habitantes se refugiaron tras la Cerca Vieja y les obligaron a retirarse. Este episodio confirma la existencia de habitantes y viviendas incluso en una zona, la comprendida entre la Cerca Vieja y la cerca primera, que debió estar alejada de la Alcazaba.

Pese a todo, en algunos momentos la despoblación llegó a la Alcazaba. No sabemos si este fenómeno está vinculado con un retroceso demográfico generalizable a toda la ciudad o bien afectó sólo a la Alcazaba. Es decir, si ante un período de calma una parte del vecindario optó por instalarse en la vieja medina. Como quiera que fuese en las Cortes de Valladolid del año 1322 se apuntaba

“…Otrossy a lo que me pidieron que por el castiello de Badajoz es una de las bonas cossas e sennaladas del rreyno de León e es en frontera de Portugal, e que es muy yermo e muy grande en guisa que non podría sseer guardado ssin gran giente, e es grant sseruicio de nuestro ssennor el Rey e grant garda de ssu sennorio de sser pobrado, e me dixeron que los procuradores de y de Badaioz que sse pobraría e ssería guardado sseyendose la ffecha esta ffranqueza, que todos los que y entrasen morar e morasen y con mugiores e ffijos e touiessen casa pobrada continuada miente, que no diessen diezmo ninguno nin veyntena nin otro derecho ninguno de todas las mercadurías que troxiessen de Portugal acá alos regnos de nuestro señor el Rey, nin otrossy delas que leuare de acá al rregno de Portugal non pasando allá las cosas vedadas…” (32)

La medida debió ponerse en práctica pues el profesor José Luis Martín señala en 1337 los vecinos de Badajoz aparecen exentos en el cuaderno de Monedas. Anteriormente (8 de agosto de 1332) el rey Alfonso XI concedió exenciones fiscales a todos los vecinos de Badajoz que tuviesen armas y caballos y concedió otras exenciones a cien hombres que guardasen el castillo. Estas medidas fueron confirmados por los reyes Enrique II y Juan I (8 de octubre de 1379) y además se extendieron a las mujeres e hijos de dichos soldados pues

“…el dicho castiello está en la frontera de Portugal é porque es una de las cossas señaladas, que estan en el Reyno de Leon é porque el dicho nuestro castiello esté mejor poblado, é guardado, como cumple a nuestro serviçio é á defendimiento de nuestro señorío…”(33)

Pese a todo en un documento fechado el 7 de abril de 1370 se dice que el Castillo estaba yermo e muy despoblado y había muchas casas sin moradores (34). El Concejo entendió que era conveniente que el Castillo estuviese poblado y comisionó a Lorenzo González para que diese en sesmería las casas que estaban sin moradores con el compromiso de habitarlas. Desconocemos si la despoblación es extensible también a la medina o por el contrario pudo originarse por un traslado de la población desde el Castillo a otras zonas de la ciudad.

En el siglo XIV Badajoz debió perder buena parte de su población. En efecto, en 1363 se había propagado una epidemia muy virulenta que vendría a acentuar los efectos de la Peste Negra (1348-1350) que aparecen insinuados en un documento del 19 de septiembre de 1350 (35). A las epidemias habría que sumar la guerra que había provocado la despoblación de al menos una de las aldeas de Badajoz (Malpartida o quizá el Carpio) como se recoge en un documento fechado el 27 de septiembre de 1366 (36)

Poco después se desarrolló la primera guerra fernandina (1369-1370) a la que siguieron otras dos más (1372-1373; 1381-1382) que agudizaron la despoblación. Como ya hemos adelantado el 8 de octubre de 1379 el rey Juan I confirmó los privilegios y exenciones fiscales a los cien hombres que guarnecían el Castillo porque el dicho nuestro castiello este mejor poblado, é guardado lo que viene a confirmar que el Castillo no debía encontrase muy poblado (37).

A finales del siglo XIV y comienzos del XV se desarrolla un nuevo ciclo bélico que traerá nuevos cambios para Badajoz. En efecto, durante el reinado de Juan I las guerras con Portugal debieron asolar la ciudad. En 1382 los portugueses intentaron tomar Badajoz. En 1383 murió sin sucesión del rey Fernando I de Portugal y el rey castellano Juan I se proclamó rey de Portugal. No obstante, el hermanastro del rey fallecido, Juan, con el apoyo de los sectores opuestos a la unión con Castilla, reclamó el trono. En 1384, Juan I de Castilla invadió Portugal con un poderoso ejército pero fue derrotado en la batalla de Aljubarrota (14 de agosto de 1385). Los portugueses persiguieron a los vencidos hasta Badajoz. Poco después los ejércitos castellanos fueron derrotados de nuevo en Valverde de Leganés. Esta nueva derrota dejó muy menguadas las filas castellanas y a Badajoz en una posición crítica.

En 1390 moría Juan I y le sucedía su hijo Enrique III que buscó la paz. En 1396, y pese a estar firmada la paz, los portugueses se apoderaron de Badajoz valiéndose de los servicios de un traidor. Badajoz estuvo en manos portuguesas hasta el año 1403. Desconocemos como afectaron los años de dominio portugués. En una carta del rey Enrique III se apunta, refiriéndose a la toma de Badajoz aquel traydor (Juan I de Portugal) me quebranto las treguas e me tomo malamente la mi çibdat de Badajoz, e la robo e la destruyo (38).

El contexto bélico que acabamos de exponer nos ayuda comprender un documento de 1411 en el que se expone como el Cabildo Eclesiástico hubo de desamparar San Juan que es madriz et cathedral y refugiarse en la Alcazaba. El documento también precisa que el traslado estuvo motivado por las guerras passadas. Otros documentos parecen apuntar en la misma dirección. En efecto, el Cabildo Eclesiástico del día 21 de noviembre de 1408 se celebró en la yglesia de Santa Maria de la See lo que pudiera indicar que el traslado ya se había efectuado en 1408. Es más, el matrimonio entre Juan I y la infanta doña Beatriz de Portugal pudo celebrarse en Santa María (39).

Los documentos que hemos expuesto se fechan a comienzos del siglo XV (1408 y 1411 respectivamente) pero nos remiten a un contexto bélico que se desarrolló a finales del siglo anterior. Es muy posible que el Cabildo Eclesiástico se trasladase a la Alcazaba a finales del siglo XIV cuando las guerras llevaron la intranquilidad a la ciudad. En cualquier caso, entre finales del XIV y parte del XV volvemos a encontrarnos con una situación similar a la que se planteó en los primeros años de la conquista cristiana. Es decir, ante la inseguridad de la ciudad el Cabildo se trasladó a Santa María del Castillo. Podemos suponer que parte del vecindario también se refugiaría en la Alcazaba.

El traslado del Cabildo a la Alcazaba generó problemas litúrgicos ya que no podían celebrarse a las horas señaladas los oficios litúrgicos en San Juan. Por ello, los oficios se realizaban en iglesia de Santa María la Obispal, sita dentro de la Alcazaba. Como dicha iglesia era pequeña y estaba mal reparada fue necesario acometer una ampliación. La obra debía ser importante pues la mayor parte del fundamento deve ser levantada. Pese a todo debemos señalar que la obra en Santa María se planteó como solución provisional pues se confiaba que la ciudad sería repoblada y se podría retornar el culto en San Juan.

En los primeros años del siglo XV se firmó una nueva tregua con Portugal pero la situación no llegó a normalizarse del todo pues se seguían rondando y velando las murallas de la Alcazaba y la ciudad. Los miembros del Cabildo Eclesiástico se negaron a realizar dichas tareas alegando que estaba firmada la paz y además señalaban que había aumentado el número de habitantes. Sin dudar de esta última afirmación, es posible que no fuera mas que un pretexto para librase de las tareas de vigilancia y guardia (40).

En el año 1431 los religiosos agustinos recibieron permiso para instalarse dentro de la ciudad. Los agustinos edificaron su convento en la iglesia de San Lorenzo que estaba arruinada y suponemos que también con escasos parroquianos. Si esta interpretación es correcta, la ciudad no había conseguido recuperarse. Asimismo parece ser que al menos hasta mediados del siglo XV el Cabildo se reunió en Santa María la Obispal aunque el traslado al Campo de San Juan era una cuestión de tiempo. Así, en 1453 el Cabildo ya se reunió en San Juan aunque en 1465 el Cabildo volvió a reunirse en Santa María y el obispo Gómez Suárez de Figueroa fue enterrado en Santa María.

Las sucesivas guerras que soportó la ciudad implicaron un ciclo continuo de destrucciones y reconstrucciones. En algún caso la reconstrucción de la muralla pudo realizarse siguiendo un trazado distinto al preexistente con objeto de adecuarla a la extensión del caserío en cada momento. Tal y como señalaba el profesor Torres Balbás la ciudad debió irse haciendo gradualmente sobre campos de ruinas.

Para intentar seguir este proceso podemos tomar como guía las alusiones a los arrabales sin embargo debemos manejar con cuidado dicho término (41)

Una de las noticias más interesantes sobre un posible arrabal la encontramos en la Crónica de D. Fernando. Durante el reinado de Fernando de Portugal (1367-1383) se desarrollan tres guerras con Castilla (1369-1370; 1372; 1381-1382) que se extienden a lo largo de los reinados de Pedro I, Enrique II y Juan I. Parece ser que en la primera de ellas los portugueses, dirigidos por el infante don Juan y el Prior de la Orden del Hospital, lanzaron un ataque sobre Badajoz. La Crónica de D. Fernando señala que

“... cometerom ho logar (Badajoz), e do primeiro combato entrarom a çerca primeira, e as gentes do logar acolheromse aa çerca velha, e alli se defemderom, de guisa que nom forom emtrados; e os Portugueses poserom fogo aas casas da primeira çerca, e forom dellas muitas queimadas, e derribarom parte do muro...” (42)

El texto habla de dos murallas: la çerca primeira y la çerca velha. Es posible que la cerca primera no fuera la muralla urbana, sino el muro que guarneciera algún arrabal. Una cuestión aparte sería determinar si el arrabal se instaló sobre un espacio abandonado previamente o en un espacio nuevo. En este último supuesto significaría una ampliación de la ciudad islámica.

En 1396 encontramos una referencia muy “precisa” a un arrabal. Ese año, el rey Juan I de Portugal logró apoderarse de la ciudad valiéndose de los servicios de un traidor. La Crónica de D. Juan I narra pormenorizadamente los preparativos para ocupar Badajoz. La operación, minuciosamente planificada, estuvo a punto de fracasar pues las autoridades sospecharon del traidor y le expulsaron de la ciudad. Gonzalo Anes, el traidor, suplicó que le permitieran quedarse en el arrabal pero las autoridades respondieron pior lhe seria e fora que de demtro (43). Es decir, parece que Badajoz contaba con un arrabal extramuros que pudiera ser el mismo que se insinúa en la Crónica de D. Fernando. Desgraciadamente en la documentación de la época se utiliza el término arrabal para referirse a la vieja medina en su conjunto o al menos a una de sus zonas habitadas. Valga como ejemplo el traspaso en 1428 de una casa propiedad del cabildo catedralicio. La casa citada se encontrada en el arrabal çerca de la plaça, es decir, dentro de la medina (44).

Alfonso Domínguez Vinagre también nos habla de los arrabales en el contexto de los conflictos nobiliarios que se desarrollaron durante el reinado de Enrique IV. Entre 1465 y 1470 Hernán Gómez de Solís se hizo con el control de la ciudad desplazando al conde de Feria de los órganos de gobierno. No obstante, a finales del mes de diciembre de 1469 el conde de Feria emprendía el cerco a la ciudad para desalojar a Hernán Gómez de Solís. Sabemos que el Conde tomó los arrabales y Hernán Gómez de Solís se vio obligado a refugiarse en la Alcazaba (45).

En el año 1472 llegaba a Badajoz Enrique IV para negociar con el rey de Portugal un enlace matrimonial. La entrevista entre ambos reyes hubo de celebrase a orillas del río Caya, ya que el conde de Feria no quiso acoger al Rey dentro de la çibdad, salvo en los arrabales (46).

También hemos documentado el proceso contrario, es decir, el abandono de espacios situados intramuros. En 1475 un ejército portugués penetró en Castilla para apoyar los derechos al trono de Juana la Beltraneja. Comenzaba un nuevo conflicto con Portugal y Badajoz debía prepararse. Así, el 17 de julio de 1477 se ordenó construir un atajo en Badajoz pues había mucha distancia entre el caserío de la ciudad y la Cerca Vieja. Es decir, la zona de la ciudad más próxima a la muralla estaba despoblada y esta circunstancia suponía grant peligro (47). Para conjurar el peligro la reina Isabel ordenaba levantar un atajo o un muro interior que reduciría el espacio intramuros ya que debía dejar fuera el despoblado que se extendía entre el caserío y la cerca. El documento parece indicar que la obra era urgente y se solicitaban para ella maestros, peones y materiales a los maestrazgos de Calatrava y Alcántara y al Concejo de Cáceres.

Resulta muy complicado localizar el atajo aunque es evidente que se encontraba dentro de la ciudad que encerraba la Cerca Vieja. El único muro de atajo conocido y conservado es el muro del Alpéndiz, es decir, el muro que se extiende entre la Puerta del Alpéndiz y la carretera de circunvalación. Como es evidente esto no significa que el atajo de 1477 y el muro del Alpéndiz sean la misma obra. En apartados anteriores (Badajoz aftasí y almohade) hemos visto como se viene sosteniendo que el muro del Alpéndiz era el límite norte del Arrabal Oriental, fue levantado durante el periodo aftasí; cuando el arrabal se despobló los almorávides aportillaron sus murallas pero fueron reconstruidas después por los almohades. La secuencia anterior se apoya, básicamente, en los restos aparecidos en el corte 12 de las excavaciones del Arrabal. En dicho corte se pudo documentar que el muro del Alpéndiz comienza con un zócalo de piedra que se asienta directamente sobre la roca y completa su alzado con tapial de distinta naturaleza. El tapial de la base del muro es más rico en grava y menos consistente que el tapial de la parte superior que además sobresale una media de seis centímetros sobre el tapial de la parte inferior. En función de estos datos Fernando Valdés estimó dos fases en el muro:

-La más antigua, situada en la base del muro, se correspondería con el estrato 1 y podría fecharse por los hallazgos cerámicos en el siglo XI.
-La zona superior sería posterior y por comparación con otros tapiales similares de la Alcazaba se le podría suponer de época almohade.

Frente a esta hipótesis, que desde luego no descartamos, nos parece muy oportuno llamar la atención sobre tres cuestiones técnicas de la cara norte del muro:

A.El muro, de unos 80 cm. de ancho, se construyó con tapias y rafas de piedra. Las tapias presentan una costra de cal en sus dos caras que se reduce a lentejones en la parte interna. Las tapias están unidas con un mortero rico en cal que en el exterior aparenta falsa sillería aunque no es comparable con la decoración de falsa sillería almohade. Esta técnica (tapias con costra de cal y rafas de piedra intercaladas) no se repite en las obras almohades de la Alcazaba. Por el contrario está documentada en obras más tardías El extremo Este del muro, el más cercano a la carretera de circunvalación, presenta algunas diferencias con el resto de la obra (la tierra de las tapias es más rojiza y la unión de las tapias con las rafas está hormigonada). Si tomamos como guía la cartografía militar, debemos señalar que este extremo se construyó entre mediados del siglo XVII y el primer tercio del siglo XVIII.
B.El tramo final del muro, el más cercano a la carretera de circunvalación y el más tardío como acabamos de exponer, se construyó sobre un espacio urbanizado anteriormente ya que su zanja de cimentación corta a una vivienda. Desgraciadamente no podemos establecer la posición de la vivienda respecto a la muralla medieval. El detalle es básico pues en el caso de que la vivienda estuviese intramuros, el muro del Alpéndiz además de dividir la vivienda también dividiría en dos el espacio en el que se encontraba dicha vivienda (¿arrabal?, ¿medina?). Si nuestra hipótesis fuese acertada resultaría que tras la construcción del muro del Alpéndiz el ámbito urbano comprendido entre el muro del Alpéndiz y la Torre de las Siete Ventanas quedó extramuros y desde entonces sus murallas se fueron deteriorando aunque tanto Rodrigo Doma (siglo XVI) como José de Gabriel (siglo XIX) consideraron que esos muros (los que se extienden entre el muro del Alpéndiz y la Torre de las Siete Ventanas) se correspondían con las antiguas murallas de la ciudad.
B.La presencia de un fragmento de cerámica con un motivo decorativo en azul formando parte del muro. Nuestra cualificación no alcanza, ni de lejos, para hacer un estudio de este fragmento aunque parece reciente, o más concretamente no nos parece islámico. Suponemos que dada la premura con la que se debía construir el atajo se utilizarían las piedras de las casas arruinadas para las rafas y los adobes y la tierra de las ruinas para los tapiales. Con esta última vendría el fragmento citado.

Si el fragmento pudiera datarse se certificaría la cronología del muro y cerraría este pequeño interrogante (islámico, de 1477 o más tardío). En cualquier caso, debemos dejar claro que sólo hemos podido estudiar la estructura externa del muro (tapias con costra de cal, rafas de piedra, cerámica, etc), por ello, las observaciones expuestas se refieren sólo a su cara norte. Es decir, no podemos determinar si el muro está montado sobre otro anterior (¿aftasí?, ¿almohade?). Lo que resulta evidente es que las lluvias y la desidia de las autoridades competentes (incompetentes autoridades) están provocando su ruina.

En 1479 concluyó la guerra con Portugal (Tratado de Alcaçovas-Toledo) aunque es posible que prosiguieran las obras en las fortificaciones pues conocemos el nombre de los individuos que ocuparon el cargo de Obrero Mayor de los Muros de Badajoz entre 1490 y 1555 (Diego Vera, Francisco de Badajoz, Luis Montoya, Vasco de Medina Calderón, Francisco Calderón, Pedro Álvarez y Diego Vázquez. En los nombramientos de Francisco de Badajoz (17 de agosto de 1490) y Luis Montoya (5 de mayo de 1496) se apunta que los muros necesitaban reparaciones e incluso se cuantifican los fondos disponibles para ello (48). Desgraciadamente no podemos precisar cual fue el cometido exacto de estos obreros de los muros.

Contamos con un magnífico documento que nos refleja con bastante detalle la fisonomía urbana de Badajoz a comienzos del siglo XVI. Se trata de las Sentencias y amojonamientos antiguos de valdios y rescaldados de la M. N. Ciudad de Badajoz (1526-1527) que recoge varios litigios sobre distintas propiedades de la ciudad y sus alrededores. Resultan especialmente interesantes aquellos que se formalizaron por incumplirse la normativa urbanística referente a la muralla. En esta normativa se establecía que

“…ninguno pueda tener edificio alguno junto a los muros y cercas de la Ciudad y si alguno quisiere edificar en tal lugar, ha de dejar el espacio desocupado, entre el dicho edificio y los dichos muros, quince pies de lugar desembarazado, por donde las gentes puedan andar y pasear y socorrer los dichos muros en tiempo de necesidad …”(49)

Es decir, la distancia entre la muralla y el edificio más próximo no podía ser inferior a 15 pies. Parece que la normativa no se cumplía y por este motivo se entablaron varios pleitos. El convento de la Trinidad fue uno de los acusados aunque fue absuelto ya que los frailes presentaron en su defensa una merced de los Reyes Católicos que les concedía permiso para extenderse hasta la cerca aunque se especificaba que en caso de necesidad debían dejar un corredor por el que pudieran pasar diez de a cabvallo.

La preocupación por mantener la accesibilidad a la muralla se mantuvo a lo largo de los años. Así, el 16 de junio de 1636 las autoridades municipales autorizaron al obispo a tomar un pedazo del sitio que es desde la dha. cochera (del Palacio Episcopal en la Alcazaba) fasta la muralla (de la Alcazaba) (50). No obstante, en caso de necesidad el obispado debía abrir de nuevo el acceso a la muralla. Pues bien, con motivo de la guerra con Portugal (diciembre de 1640) el Cabildo Municipal ordenó al obispo que dejase libre la muralla que había incorporado al palacio episcopal. La orden se hizo extensiva también al convento de la Trinidad.

En las Sentencias y amojonamientos antiguos de valdios y rescaldados de la M. N. Ciudad de Badajoz se citan también las puertas de Santa Marina y Pelambres además de las viejas puertas de la Trinidad y Mérida. Entre los edificios destacamos el Peso de la Harina, el Corral del Concejo, las Casas del Obispo, el Puente de Palmas y las torres del Tinte y Juan Vera que suponemos se encontraban en la cerca urbana.

Los escudos del Emperador que lucen las puertas de Mérida, Palmas y la inscripción de la Huerta del Manco (esta huerta se extendía entre las puerta de Pajaritos y la Coracha) ponen en evidencia que durante el reinado de Carlos I se realizaron distintas obras en las fortificaciones de la ciudad.

Tomando como base los testimonios que hemos citado (escudos de Carlos I e inscripción de la Huerta del Manco) Nicolás Díaz supuso que en tiempos del Emperador se comenzó una nueva línea amurallada que cercaba la ciudad. Las primeras obras de este “nuevo” cinturón amurallado se levantaron, según Nicolás Díaz, en el frente del Guadiana. A nuestro juicio, la hipótesis de Nicolás Díaz no se sostiene. Por ello, nos limitaremos a exponerla y valorarla.

Según Nicolás Díaz tras concluirse el Puente de Palmas

“…se recomponían las fortificaciones ampliándolas, para poner en defensa á la población creada fuera de los muros del Castillo, desde la Breva cana (barbacana) hasta muy pasado el puente…” (51)

Es decir, poco después de construirse el Puente de Palmas se levantó una nueva línea amurallada que debía cercar un arrabal extramuros. La nueva muralla se extendía desde la barbacana de la Alcazaba hasta más allá del puente. Para poder fijar la cronología de estas obras debemos tener presente que Nicolás Díaz consideraba que el Puente de Palmas se concluyó en el reinado de Felipe el Hermoso (1504-1506). De acuerdo con sus palabras poco después se acometerían las obras que cita. Paradójicamente, el único testimonio que aporta para documentar dicha muralla es la inscripción de la puerta de la Breva-cana (inscripción de la Huerta del Manco) que es de tiempos del emperador Carlos I, está fechada en el año 1541 y además estaba removida de su emplazamiento originario (52). Cuando tratemos las puertas de las corachas volveremos sobre este asunto.

En otra ocasión, Nicolás Díaz nos habla de unas obras en las que trabajó el maestro Gaspar Méndez

“...El primer paseo público de que se tiene memoria en Badajoz lo hizo el corregidor D. Gonzalo de Mafra en 1535. Se habían terminado, poco antes, los nuevos muros que para defensa de la ciudad nueva, en las afueras del castillo, se construyeron bajo la dirección del arquitecto Gaspar Méndez, desde el sitio denominado la Breva Cana, que arrancaba del Castillo, hasta los cubos del puente de las Palmas; y entre los expresados muros y las aguas del río se abrió una fuente llamada la de Mafra...” (53)

Antes de entrar a comentar esta segunda cita debemos reconocer que no sabemos si las dos citas de Nicolás Díaz y Pérez que hemos expuesto se refieren a la misma muralla o bien a dos obras distintas. En efecto, en la primera cita aseguraba que las murallas se extendían desde la Breva cana hasta muy pasado el puente. Por el contrario, en la segunda dice que se extendían desde la Breva Cana (…) hasta los cubos del puente de las Palmas. La segunda cita nos plantea una nuevo dilema pues en una ocasión asegura que la muralla se había terminado antes del año 1535 y en otra fecha obra en 1537 (54)

Asimismo Nicolás Pérez precisa que el paseo que construyó Gaspar Méndez se encontraba entre las murallas y el Guadiana. Alberto González, en un intento de dar verosimilitud a las palabras de Nicolás Díaz, interpreta que no se trataría de un paseo propiamente dicho sino de un paso de ronda (fortificación) y acota dicha obra entre los años 1537 y 1541 (fecha de la inscripción de la Huerta del Manco). Según Alberto González, las fortificaciones de Gaspar Méndez se levantaron delante de la muralla árabe que se extendía entre la Puerta de Palmas y al Coracha e incluían muralla, barbacana y puerta (55). Esta última es la que tenía encima la inscripción de la Huerta del Manco. La hipótesis de Alberto González no parece muy factible pues no existen ni evidencias ni testimonios sobre dicha fortificación. Asimismo parece poco razonable duplicar las defensas en el flanco de la ciudad menos necesitado de ellas y al mismo tiempo el más expuesto a las riadas y destrucciones que causaba el Guadiana. Volveremos sobre este asunto al estudiar las puertas de las corachas.

A nuestro juicio, las murallas que discurrían paralelas al Guadiana (comprendidas entre la Coracha y la Puerta de Palmas) estaban construidas desde fechas mucho más antiguas a las que plantea Nicolás Díaz. En efecto, en 1396 el rey portugués Juan I se apoderó de Badajoz valiéndose de los servicios de un traidor. Los portugueses entraron en la ciudad por la Puerta del Río. Desgraciadamente no podemos precisar el lugar exacto en el que se abría la puerta pero nos atrevemos a situarla en las traseras de la actual Escuela Oficial de Idiomas. Esto quería decir que a finales del siglo XIV las murallas del Guadiana se extendían al menos hasta este punto. Solano de Figueroa parece ir más lejos pues señala que en el año 1169 el rey Alfonso Enríquez se quebró la pierna al cruzar la puerta del Embarcadero. Por las noticias que nos proporciona Solano debemos situar dicha puerta en las murallas que se extendían frente a la actual calle de Vasco Núñez. En otros pasajes de su obra encontramos nuevos datos que nos reafirman en la idea de que las murallas del frente del Guadiana ya estaban construidas en el siglo XVI. Así, Solano de Figueroa asegura que cuando se construyó el Puente de Palmas se cerró la Puerta del Embarcadero y se construyó la Puerta de Palmas. Esta afirmación parece indicar que las murallas en las que se abría la Puerta del Embarcadero estaban construidas a principios del siglo XVI. Por último, la presencia de torres albarranas en las murallas comprendidas entre la Puerta de Santa Marina y la Torre del Canto parecen apuntar también a que las murallas del Guadiana son medievales ya que estas últimas, aunque carecen de albarranas, sólo se entienden si están unidas a las primeras para cerrar el circuito amurallado de este sector. En cualquier caso sabemos que a comienzos del siglo XVI la zona de la actual calle de Espronceda estaba “urbanizada” y debemos suponer que también amurallada. En efecto, en esta zona se encontraban la ermita de San Nicolás, el Hospital de Cruz (establecido en torno a ella) y varias viviendas. Conocemos estas viviendas ya que aparecen en varias escrituras de censo (casas sitas en el barrio de San Nicolás, 7 de julio de 1517; casas a la espalda del Hospital de la Cruz, 19 de junio de 1519) (56).

Es decir, todo parece desautorizar a Nicolás Díaz si lo que pretendía era certificar que en el reinado de Carlos I se construyeron las murallas que bordean el Guadiana. Ahora bien, no podemos descartar la realización de una serie de obras en una muralla preexistente. En este supuesto entrarían las actuaciones en las puertas de Palmas, Mérida y la Huerta del Manco. Por último, debemos desmentir a Nicolás Díaz cuando afirma que las obras iniciadas en el reinado de Carlos I continuaron hasta completar en 1680 el nuevo recinto abaluartado. En efecto, en 1680 no se terminaron las obras del nuevo recinto abaluartado sino que se iniciaron. Sobre este asunto no cabe disputa pues el proceso constructivo del recinto abaluartado está perfectamente documentado.

Por lo que se refiere al otro ámbito fortificado de la ciudad, la Alcazaba, debemos señalar como hecho más sobresaliente la construcción de casas adosadas a la cara exterior de las murallas que miran a la ciudad. El fenómeno está documentado a comienzos del siglo XVI y pudiera delatar la pérdida de relieve de la Alcazaba dentro de la ciudad. Para intentar secuenciar este proceso resulta muy interesante recordar algunas efemérides. Así, a finales del mes de diciembre de 1469 el conde de Feria emprendía el cerco a la ciudad para desalojar del poder a Hernán Gómez de Solís que terminó refugiado en el castillo aunque poco después se vio obligado a capitular (4 de enero de 1470). La casa-fortaleza Hernán Gómez de Solís, situada junto a la Puerta del Alpéndiz, fue comprada por el Concejo Municipal que ordenó su demolición. Las autoridades municipales se aplicaron en el derribo de las torres y de los componentes castrenses aunque se mantuvieron algunas dependencias. Solano de Figueroa, que conoció sus ruinas, señala que eran conocidas como casas de la condesa. Este episodio parece delatar que la Alcazaba seguía siendo un elemento señalado tanto por su valor militar como de prestigio y parece lógico suponer que en este período no existiesen casas adosadas a la muralla. Poco después se desarrolló la guerra civil entre Isabel la Católica y su sobrina, Juan la Beltraneja y no parece que fuese el mejor momento para construir edificios que restasen capacidad defensiva a la Alcazaba, por ello, debemos suponer que el proceso se iniciaría tras la guerra (Tratado de Alcaçovas-Toledo, 1479).

Es posible que el primer edificio adosado a la muralla de la Alcazaba fuese el Ayuntamiento. Se viene sosteniendo que la obra pudo ejecutarse en virtud de la orden de los Reyes Católicos que obligaba a los municipios a que contasen con edificio para el Ayuntamiento (1480) (57).

El fenómeno que estamos intentando acotar temporalmente es muy interesante. En efecto, la Alcazaba había sido un enclave privilegiado en el que se concentraban los grandes edificios de Badajoz que poco a poco fueron “saliendo” para instalarse en la ciudad (Catedral, Ayuntamiento y finalmente el Palacio Episcopal) (58). La construcción del Ayuntamiento, Cárcel, Galera, etc. supone que en un determinado momento el Cabildo Municipal consideró que debía hacerse presente en la ciudad aunque fuese a costa de restar potencial defensivo a la Alcazaba. En cualquier caso, la Alcazaba continuó siendo un espacio habitado y el obispo mantuvo su residencia dentro de ella aunque resulta muy significativa la evolución de los precios de los inmuebles en la Alcazaba y en la Plaza Alta (59).

En el siglo XVI, el canónigo Rodrigo Dosma que nos ha dejado una magnífica descripción de la muralla que protegía la ciudad

“… Toma, pues, (el Guadiana) desde la vuelta sobre su orilla siniestra, ya oriental casi á la muralla, que es casi á la ciudad occidental, derecha hasta la torre del Canto, enfrente de la alameda de los Fresnos.
El lado oriental, que mira á Mérida con puerta nombrada de ella, tiene el muro derecho, sino es que algo para dentro se enseña, cuyo cabo es otra torre del Canto, en frente casi de la ermita de S. Lázaro, puesta allende el entrepuesto arroyo llamado Rivillas (…)
Entre las dos torres del Canto van asaz derechos dos lienzos de muro, con arcos y caballeros saledizos torreados sobre cava, á juntarse al medio en ángulo obstuso á la real puerta de Jerez, que dizen ahora de Santa Marina, por su ermita (…)
Miran estos dos lados, mayormente el que más se acerca á S. Lázaro, al mediodia, y con estos el sitio de la ciudad es pentágono, cuyo quinto lado opuesto al ángulo de la puerta de Santa Marina, no es derecho, mas circular, que cerca para el norte el peñasco del castillo casi con medio círculo de adarves, á quien corresponde otro tal por dentro de la ciudad, distinguiendo del resto de ella al gran castillo redondo, por eso nombrado de la Muela (…). Solía estar el foso de la cava hondo y limpio, de modo que se cebaba de Rivillas y paraba en Guadiana á la alameda, y dejaba, como hoy es facil de poner en efecto, la ciudad en isla, que se servia de puente levadizo á la puerta de Santa Marina…” (60)

La descripción de Rodrigo Dosma es bastante confusa e imprecisa en algunos puntos. En las siguientes líneas intentaremos precisar algunos de ellos.

Comenzaremos con el trazado de la muralla. Para abordar el tema con mayor garantía combinaremos la descripción de Rodrigo Dosma con los planos y vistas que muestran la cerca (Krigsarkivet, 1645; Luis de Venegas, 1677; Francisco Domingo, 1679; Pier María Baldi, 1668; Israel Silvestre) (61).

Las murallas que bordeaban del Rivillas se extendían desde el muro del Alpéndiz (situado frente a la gasolinera de la carretera de circunvalación) hasta la Torre del Canto (situada en las inmediaciones de Colegio Juventud). En este frente se abrían dos puertas (Mérida y Trinidad) y el Portillo de Romero. Sospechamos que las murallas del Rivillas fueron construidas en épocas distintas. En este sentido debemos diferenciar dos tramos:

-El primer tramo abarcaría los muros comprendidos entre el muro del Alpéndiz y la calle de la Concepción. A nuestro juicio es la parte más antigua y tiene su continuación natural hasta la Torre de las Siete Ventanas. Suponemos que estos muros cercaban al viejo Arrabal Oriental aunque no alcancemos a determinar en que proporción. Por el contrario, es probable que el muro del Alpéndiz no sea islámico. Sobre la cronología de otros muros de argamasa y mampostería próximos al muro del Alpéndiz no podemos pronunciarnos.

-El segundo tramo abarcaría las murallas comprendidas entre la calle de la Concepción y la Torre del Canto del Rivillas. Este tramo parece más tardío aunque no alcanzamos a determinar su cronología. Según Nicolás Díaz y Pérez el convento de la Trinidad, fundado en el año 1274, estaba situado extramuros. Si Nicolás Díaz está en lo cierto, las murallas de este segundo tramo no estaban construidas en 1274. Desgraciadamente Nicolás Díaz es poco fiable y Solano de Figueroa, que si estudió el libro del convento en el que se detallaba su fundación, no especifica que el convento en el momento de su construcción estuviese extramuros. Nos resulta extraño que Solano omitiese un dato tan significativo salvo que diera por supuesto que el convento en esa fecha, 1274, debía encontrase extramuros y sólo hubiese recogido la situación del convento en el supuesto de encontrase intramuros como hace con el convento de San Francisco (62). Como quiera que fuese, sospechamos que el convento se construyó sobre un espacio ocupado anteriormente aunque ignoramos su entidad, es decir, no sabemos si se trataba de un espacio intramuros o de un arrabal. En efecto, el convento se fundó gracias a la donación realizada por Doña Mayor que legó al convento algunas de sus propiedades agrícolas (80 fanegas de sembradura en el camino de la Albuera, una parte de las dehesas de la Stifolla, Bardoca Alta y Berrueco) y también unas casas de su propiedad para que se labrase el convento. Es decir, el convento ocupó el solar de las citadas casas. La zona cercana al convento debía contar con cierta población pues el 16 de marzo de 1294 se vendió una casa en la calle de Sevilla que lindaba con otra vivienda y una bodega. Aunque desconocemos la situación de dicha calle todo parece indicar que se corresponde con la actual calle de la Trinidad.

Los datos que hemos expuesto no permiten precisar la cronología de las murallas contiguas al convento. El primer testimonio verdaderamente útil para fecharlas aparece en un documento de 1499 en el que se citada a la Puerta de Sevilla (Puerta de la Trinidad)(63). En el mismo sentido nos apuntan las Sentencias y amojonamientos antiguos de valdios y rescaldados de la M. N. Ciudad de Badajoz (1526-1527) en las que se certifica que el convento de la Trinidad tenía una merced de los Reyes Católicos para extenderse hasta la muralla. Es decir, aunque no podamos determinar la antigüedad exacta de la muralla si podemos certificar que estaba construida a finales del siglo XV y por tanto fue conocida por Rodrigo Dosma que la incluiría en su descripción (64). En otro orden de cosas es interesante constatar que la única albarrana del Rivillas (Torre de las Palomas) se encontraba en el primer tramo de murallas y dada su proximidad al Rivillas no descartamos que también pudiese cumplir tareas similares a las de una coracha (65).

El segundo frente amurallado se extendía entre las torres del Canto (Torre del Canto del Rivillas y Torre del Canto de las Aceñas). Es posible que en este frente también encontremos murallas de dos épocas. El tramo comprendido entre la Torre del Canto del Rivillas y las calles de la Madre de Dios y Cristóbal Oudrid parecen una continuación de las murallas de la Trinidad, por tanto, serían válidas las mismas observaciones que hemos expuesto para ellas. Por el contrario, el tramo que se extiende entre esas calles y la Torre del Canto de las Aceñas pudiera ser más antiguo y a diferencia del anterior contó con seis albarranas. Desgraciadamente este frente fue arrasado cuando se construyó el recinto abaluartado y en tanto no podamos documentar fehaciente dichas albarranas no podremos tampoco precisar su antigüedad. Para fijar el trazado de la cerca en este sector resulta fundamental determinar la posición de los conventos de San Francisco y Santo Domingo con respecto a la muralla. Antes de seguir con este asunto debemos puntualizar un error que deslizamos en nuestro anterior trabajo. En efecto, tanto Solano de Figueroa como José de Santa Cruz apuntan que el convento de San Francisco se encontraba intramuros, en una plaza vecina a la Puerta de Santa Marina. Estas apreciaciones, referidas a la ubicación intramuros del convento, no aluden al momento de su fundación (principios del siglo XIV) sino al momento en el que ambos autores escriben su obra (siglo XVII) (66). En cualquier caso, tenemos constancia documental que en el año 1539 el convento de San Francisco estaba intramuros y posiblemente también Santo Domingo. Por lo que se refiere a este último hemos de señalar que una escritura fechada el 30 de julio de 1563 especifica que el convento de Santo Domingo se encontraba intramuros (67). Para completar la panorámica de la zona debemos añadir que el beaterio de tercianas franciscanas que se ubicaba en el actual Hospital de San Sebastián también se encontraba intramuros en el año 1558. Es decir, la cerca que describió Rodrigo Dosma debe dejar intramuros tanto a los conventos de Santo Domingo y San Francisco como al citado beaterio (actual Hospital de San Sebastián). Por este motivo la cerca debe seguir un trazado similar, sino idéntico, al que aparece representado en el plano de Badajoz del año 1645 (Krigsarkivet, Estocolmo).

Las murallas de este frente remataban en la Torre del Canto de las Aceñas que según Rodrigo Dosma se encontraba frente de la alameda de los fresnos. Carecemos de datos precisos para situarla aunque creemos que se ubicaba en la manzana que delimitan las calles de M. Álvarez Galán y Jacinto Balmaseda (volveremos sobre este asunto cuando estudiemos el foso).

El tercer frente amurallado bordeaba el cauce del Guadiana comprendido entre la Torre del Canto de las Aceñas y la Alcazaba. En este frente se abrían la mayor parte de las puertas de la ciudad (Embarcadero, Palmas, Pelambres y Río o Pajaritos).

Seguían después las corachas que delimitaban un espacio seguro en el que los defensores de la Alcazaba podían hacer la aguada sin riesgo en caso de sitio

Por último, entre la Torre de las Siete Ventanas y el muro del Alpéndiz se extendía una línea amurallada que actualmente no se conserva y que era la continuación de la muralla del frente del Rivillas con las que comenzábamos la descripción. Estas murallas aparecen recogidas en la descripción de Rodrigo Dosma y en la abundante cartografía de la ciudad. Así, cuando Rodrigo Dosma señala que la cerca de la ciudad tiene forma pentagonal apunta que el

“… quinto lado opuesto al ángulo de la puerta de Santa Marina, no es derecho, mas circular, que cerca para el norte el peñasco del castillo casi con medio círculo de adarves, á quien corresponde otro tal por dentro de la ciudad, distinguiendo del resto de ella al gran castillo…” (68)

Más clara y definitiva resulta la descripción de José de Gabriel (1803). Este ingeniero cuando se refiere a estos muros dice que se corresponden con torres y paredones de un segundo recinto distinto al del castillo.

Según Rodrigo Dosma, delante de las murallas comprendidas entre las torres del Canto se extendía un foso que cuando estaba limpio y hondo podía inundarse con aguas del Rivillas hasta desaguar en el Guadiana. Nosotros pensamos que Rodrigo Dosma magnificó las características del foso pues resulta poco probable la existencia de un foso capaz de unir los cauces del Rivillas y el Guadiana. Las razones en contra son numerosas. En primer lugar, debemos recordar las dudas que expone el propio autor. Según Rodrigo Dosma, durante las crecidas los ríos Guadiana y Rivillas penetran tierra adentro siguiendo el trazado del foso pero los regolfos de ambos ríos no llegaban a unirse ya que el foso no tenía profundidad suficiente. Rodrigo Dosma apunta que para conseguir que el regolfo que forma el Rivillas se convierta en una buena vena y pudiera desaguar en el Guadiana por donde están los fresnos haría falta

“…disposición, asi por no haber alli madre de profundidad bastante (profundidad del foso), como por estar junto la gran madre (cauce de los ríos) mas baja y usada…” (69)

Es decir, era necesario profundizar el foso en su zona central para poder unir los cauces de ambos ríos. No obstante, los intentos que se hicieron para que el foso uniera los cauces del Guadiana y el Rivillas fracasaron. Así, Don Juan de Austria proyectó realizar un foso de esas características aunque al final no llegó a ejecutar la obra. Años más tarde fue el Coronel Lamare quien lo intentó. Este ingeniero en lugar de profundizar el foso construyó una presa en el Rivillas para elevar su nivel sin embargo, el agua no sobrepasó el baluarte de Santa María. Por último, la construcción del Palacio de Congresos en el baluarte de San Roque ha puesto al descubierto un durísimo substrato rocoso que haría costosísimo profundizar el foso. A este problema debemos añadir el elevado coste que supondría profundizar la zona central foso hasta alcanzar el nivel de los dos ríos. Todo ello exigiría un desembolso desproporcionado en relación a las ventajas defensivas que el foso podía ofrecer ya que buena parte del año los ríos Guadiana y Rivillas presentan un cauce mínimo y por tanto el foso quedaría como un foso seco y un foco de infecciones.

Cabría preguntarse entonces por la insistencia de Rodrigo Dosma en la posibilidad de unir el Rivillas y el Guadiana. La respuesta es muy simple. Rodrigo Dosma, obsesionado por demostrar que Badajoz fue Pax Augusta, llegó a especular con la posibilidad de que el Guadiana discurriera delante de las murallas de la ciudad siguiendo el curso del supuesto foso, es decir, el foso venía ser un cauce abandonado que se inundaba parcialmente durante las crecidas. De este modo Badajoz podría situarse, en tiempos de los romanos, en la orilla derecha del Guadiana. Sus palabras, siempre tan confusas, parecen dejarlo claro

“…Fuera de esto, si en especial se hace fuerza en que convenia como quiera Guadiana ir meridiana á esta ciudad, dejarla hácia la parte de Lusitania, baste, que siendo creciente su sangradera por la cava, hiciese este oficio; y aun siempre sacándose arriba de las aceñas de la quebrada por profundo foso según los bien advertidos sienten cumplir, para que nunca faltase agua, con que de continuo estuviese la ciudad fortalecida convertida en isla…” (70)

Pese al estilo rebuscado y complicado sus palabras son muy explícitas. La cuestión no era baladí pues la situación de Badajoz, en la orilla izquierda del Guadiana, fue uno de los muchos argumentos que se utilizaron para negar la coincidencia de Badajoz con la antigua Pax Augusta. Pese a todo, Fray Francisco de Coria aseguraba a comienzos del siglo XVII que

“…aunque esta ciudad (Badajoz) estaba puesta á la parte meridional del rio Guadiana en la Betica con todo esto fue siempre contada y tenida por ciudad de la Lusitania…” (71)

Por otro lado, y basándonos también las palabras de Rodrigo Dosma, podemos conocer el estado y trazado del foso en el siglo XVI. Dice Rodrigo Dosma que cuando el foso estaba hondo y limpio era posible comunicar el Rivillas y el Guadiana lo que nos viene a indicar que en el siglo XVI el foso no estaba ni hondo ni limpio. El deterioro del mismo debió acentuarse con el paso del tiempo pues en el Informe del marqués de Torralto (31 de enero de 1641) se apunta que la ciudad carecía de fosos. Las peticiones del Marqués para fortificar Badajoz fueron rechazadas pero paradójicamente se aconsejó que para defender la ciudad se limitase a componer el foso que tuviere. El foso, si todavía se conservaba en 1641, debía estar en muy mal estado pues no aparece ni los Acuerdos del Ayuntamiento ni en los distintos informes que ingenieros y mandos del ejército remitieron a Madrid dando cuenta del estado de las fortificaciones existentes y de las eran necesarias.

No podemos determinar el lugar exacto donde se unía el foso con el Guadiana aunque sabemos que el lugar estaba por donde estan los fresnos o la alameda, como la identifica en otra ocasión Rodrigo Dosma. Debemos suponer que es la misma alameda de los fresnos frente a la cual se situaba la Torre del Canto del Guadiana. En otra ocasión, Rodrigo Dosma nos ofrece un dato que pudiera ser de utilidad ya que propone profundizar el tramo final del foso arriba de las aceñas de la quebrada (molinos de la aceña). Desgraciadamente, no sabemos si este era el lugar donde desembocaba, o bien, era donde Rodrigo Dosma proponía abrir una nueva y profunda desembocadura de tal forma que el Guadiana inundase el foso.

Posiblemente el asunto más enigmático de la descripción de Rodrigo Dosma es el que se refiere a las defensas de la cerca urbana. Según Rodrigo Dosma las murallas que se extendían entre las torres del Canto estaban reforzadas con arcos y caballeros salidizos. Para aclarar sus palabras, siempre tan confusas, nada mejor que traer a colación otro texto del mismo autor en el que define a la Torre de la Vieja como caballero viejísimo ó saledizo con troneras (72) Comparando la descripción anterior con las características que presenta en la actualidad la Torre de la Vieja podemos suponer que dicha torre era una albarrana (salediza) que por su altura dominaba la muralla (caballero). Esta interpretación ya parecía en la obra de Torres Balbás pero sus aportaciones han sido ignoradas a favor de las interpretaciones tradicionales, inventadas en algunos casos, por los eruditos locales. Por otro lado, los planos de Badajoz que representan la cerca medieval parecen confirmar la existencia de torres albarranas (anónimo, 1645; Luis de Venegas, 1677). En este sentido hemos de apuntar que los hermanos Sánchez Rubio consideran que el plano de Badajoz de 1645 representa varias albarranas (73). Combinando los datos que nos proporcionan Rodrigo Dosma y los citados planos podemos aventurar la estructura de las torres:

-Los planos muestran que las torres se levantan separadas de las murallas (saledizas, según Rodrigo Dosma). -En segundo lugar, las torres se dispusieron delante de un cubo adosado a la cerca y la unión de ambas torres (cubo y albarrana) debió contar con algún arco, eso al menos es lo que parece desprenderse de las palabras de Rodrigo Dosma. -Por último, debemos suponer que eran de mayor altura que las cortinas contiguas (caballeros, según Dosma).

Es decir, nos encontramos con un esquema idéntico al de muchas torres de la Alcazaba que fueron añadidas a la cerca prealmohade (cubo, arco de unión y albarrana).

No podemos terminar sin llamar la atención sobre la peculiar distribución de las torres albarranas. En efecto, la muralla que se extiende cerca de la esquina de la Trinidad carece de torres albarranas. Esta circunstancia se nos antoja muy extraña pues era una de las zonas más vulnerables de la ciudad. La ausencia de albarranas puede deberse a múltiples causas. Así, tras la riada de 1603, que destruyó buena parte de la cerca, los trabajos de reconstrucción pudieron no incluir las albarranas. También es posible, a título de hipótesis, que la muralla de esta zona fuese construida para cercar algún arrabal comprendido grosso modo entre las calles de la Madre de Dios y Concepción. En este momento no estamos en condiciones de ofrecer una hipótesis con una mínima base documental (74).

La descripción de Rodrigo Dosma sólo identifica por su nombre a dos torres que al estar situadas en dos de los ángulos de la cerca recibían el nombre de torres del Canto. La primera se encontraba en las inmediaciones de la Plaza de Toros (Torre del Canto del Rivillas) y la otra se levantaba entre el Puente de la Universidad y el Auditorio (Torre del Canto del Guadiana o de las Aceñas). En las Sentencias y amojonamientos antiguos de valdios y rescaldados de la M. N. Ciudad de Badajoz (1526-1527) se mencionan también las torres del Tinte y Juan Vera aunque no hemos podido consultar el manuscrito y por tanto no podemos certificar si eran torres de la muralla o torres palaciegas. Otros documentos más tardíos nombran a la Torre de las Palomas, situada junto a la vieja Puerta de Mérida.

Finalmente quedaría el espinoso asunto del nombre de la cerca. Sobre esta cuestión no podemos asegurar nada con rotundidad pero resulta muy conveniente que comencemos con un breve repaso de las fuentes que citan la Cerca Vieja. La primera alusión a la Cerca Vieja aparece en las constituciones de la cofradía de la Concepción, fundada por el obispo Vicente Estébanez en 1344. En uno de los títulos de los estatutos de la cofradía se dice

“…otrosi ordenamos é mandamos que todos los cofrades de la cofradia de nuestra señora santa maria de la conçebiçion, tengan candelas primeramente vispera de señora santa maria (…) saluo el que estuviere ende fuera de la çerca vieja façíendo su façienda, é el que dentro de la çiudad estuviere, que no tenga otra escusa, saluo la del quaderno ansi como doliente, ó huésped, ó gran priesa de vender vino, ó la muger parida…” (75)

Es decir, las constituciones establecían que los cofrades tenían obligación de encender candelas en determinadas festividades. No obstante, se contemplaban dos grupos de cofrades que estaban exentos de dicha obligación. En el primer grupo estaban todos los que se encontraban fuera de la çerca vieja façiendo su façienda, es decir, fuera de la ciudad. El segundo grupo lo formaban los que encontrándose intramuros estaban exentos. En este grupo estaban los enfermos, los que tenían huéspedes en su casa, los que acababan de tener un hijo, etc. Si esta interpretación es correcta, la Cerca Vieja marcaba la diferencia entre estar dentro o estar fuera de la ciudad o lo que es lo mismo la Cerca Vieja era la muralla exterior que rodeaba Badajoz en ese momento. No obstante, esta apreciación es necesario matizarla. En efecto, durante la primera guerra fernandina (1369-1370) los portugueses lanzaron un ataque contra Badajoz

“… pollo combater e tomar, se podessem; e cometerom ho logar, e do primeiro combato entrarom a çerca primeira, e as gentes do logar acolheromse aa çerca velha, e alli se defemderom, de guisa que non forom emtrados; e os Portugueses poserom fogo aas casas da primeira çerca, e forom dellas muitas queimadas, e derribarom parte do muro…” (76)

El texto no puede ser más claro cuando menciona dos cercas en nuestra ciudad: la çerca primeira y la çerca velha. Asimismo, apunta que una parte del caserío había ocupado el espacio situado entre ellas. También deja claro que la cerca exterior era la Cerca Primera. Estos datos no invalidan la hipótesis que hemos expuesto ya que la crónica puede relatar el asalto a un arrabal situado extramuros de la Cerca Vieja que debió contar con su propia muralla denominada de forma genérica la Cerca Primera. En este sentido debemos recordar que en 1396 se menciona un arrabal de Badajoz que pudiera ser el mismo que se insinúa en el texto anterior (77).

En la crónica de Don Juan I volvemos a encontrar otra mención a la Cerca Vieja. En este caso se cita la cerca con motivo de la toma de la ciudad por los portugueses en el año 1396. De la lectura de la crónica podemos deducir que la Cerca Vieja se extendía, al menos, hasta la primera puerta del Río (78).

La siguiente referencia a la Cerca Vieja la encontramos en un documento fechado en 1477. En dicho documento se vuelve a insinuar que la Cerca Vieja era la muralla exterior que cercaba Badajoz.

Los datos que hemos expuesto no son definitivos pero todos ellos parecen indicar que al menos desde el año 1344 la muralla exterior que rodeaba Badajoz se conoció como Cerca Vieja. Posteriormente pudieron sumarse a ella las murallas de algún arrabal (¿Cerca Primera?). En este sentido sospechamos que la muralla descrita por Rodrigo Dosma y representada en el plano de Badajoz del Krigsarkivet (hacia el año 1645) debe corresponderse en la mayor parte de su trazado con Cerca Vieja.

En documentos posteriores, la muralla urbana aparece citada como la cerca, el muro e incluso la barbacana. Esta última denominación nos resulta bastante sorprendente pero aparece en algunas escrituras notariales. Así, el entallador Hans de Bruselas arrienda a García Sánchez una casa sita en la calle de Santa Marina que lindaba con casas de Durán, cestero, y la barbacana desta ciudad (79) Curiosamente en el mismo mes se repasó un censo sobre unas casas de la misma zona que lindaban con la rronda e calle de Santa Marina (80) Es decir, en este caso se hace constar que la casa no lindaba con el muro de la ciudad sino con su camino de ronda. El 2 de octubre de 1640 se escrituró un censo sobre unas casas en la plazoleta sita frente a la puerta del convento de Santo Domingo que hacían esquina con

“…la callexa que ba a el forno de Pedro G. y por la otra parte de la callexa q. ba a la barbacana con casas de Gaspar R. pastor…” (81)

Desconocemos si el término barbacana pudo utilizarse para designar a una zona concreta de la muralla pues las escrituras reseñadas se refieren a casas que estaban relativamente próximas.

Tras el relato de Rodrigo Dosma no encontramos otro documento que nos ilustre con tanto detalle sobre las murallas de la ciudad si bien es cierto que contamos con datos suficientes para esbozar la evolución de las fortificaciones entre mediados del siglo XVI y 1640. Debemos señalar en primer lugar que a partir de 1580 los reinos de Portugal y Castilla permanecieron unidos bajo la misma Corona y el fantasma de la guerra entre ambos reinos parecía conjurado. No obstante, la ciudad sufrió el azote de otro enemigo más peligroso: la peste. Ante este enemigo las murallas prestaban un servicio tan destacado como lo habrían hecho ante un ejército. En efecto, para evitar el contagio resultaba fundamental controlar la entrada de individuos infectados. En este contexto las murallas actuaron con un cordón sanitario que impedía la entrada de enfermos. Por este motivo cuando existía peligro de contagio se clausuraban la mayor parte de las puertas de la ciudad y se reparaban las murallas. En cualquier caso, debemos resaltar que las reparaciones de la muralla con motivo de la peste no eran obras de fortificación propiamente dichas. En estos casos se tapiaban los tramos que estaban caídos con un muro que no pudiese ser superado por los posibles apestados. Es decir, importaba más la altura del muro que la solidez del mismo.

Fernando Cortés Cortés ha estudiado la incidencia de las distintas epidemias de peste en la evolución demográfica de Badajoz, nosotros sólo trataremos aquellos episodios que nos permitan conocer las fortificaciones (82).

Comenzaremos con el brote que afectó a Galicia y Portugal en 1598. Las autoridades municipales de Badajoz ordenaron extremar la vigilancia para controlar llegada de apestados y reparar la muralla para impedir su entrada en la ciudad (83). Los informes del Cabildo sobre la muralla resaltan su estado ruinoso y el deterioro progresivo de la misma. Así, en el Cabildo Municipal del día 24 de julio de 1598 se constató la necesidad de reparar la cerca pues

“…respeto de aver en la cerca muchos portillos i pedaços della caidos no se a podido ni puede guardar…” (84)

Como actuaciones inmediatas se acordó levantar los portillos con un muro de tres tapias de altura y clausurar varias puertas de modo que sólo se mantuvieron para el uso del vecindario las puertas de la Trinidad, Mérida, Santa Marina y Palmas. Algunas de estas entradas tenían sus puertas de madera en pésimas condiciones por ello se acordó repararlas y también se ordenó fabricar puertas nuevas para las entradas que carecieran de ellas.

En octubre y noviembre 1598 se vuelve a insistir en el mismo asunto. El 12 de octubre se ordenó pregonar que las cercas no se derriben ni aportillen y el 24 de noviembre se acordó que

“…se tapen los portillos i cerca de la muralla y puertas de la ciudad de la dicha muralla eceto la puerta nueua de la trinidad, santa marina, puerta de los pelambres i del Rio q. dicen de la calle de morales q. en esta a de aver guarda…”(85)

Como podemos comprobar el listado de puertas que debían permanecer abiertas cambia respecto al acuerdo del día 24 de julio. En este mismo Cabildo se instó a los comisarios para que extremaran la vigilancia de los portillos. Esta última medida parece indicar que la muralla seguía aportillada en algunos tramos.

Durante el año siguiente (1599) las autoridades municipales siguieron insistiendo en la necesidad de reparar los portillos y en la vigilancia de los mismos (15 y 22 de enero, 1 de febrero y 19 de mayo de 1599).

Es posible que en el deterioro de la muralla intervinieran los propios vecinos. Esto al menos es lo que parecen indicar algunos acuerdos municipales:

-10 de junio de 1596 se informó que unos vecinos habían abierto una puerta en la muralla situada junto a la Puerta de Palmas (86).
-12 de octubre de 1598 se ordenó pregonar que la cercas no se derribasen ni aportillasen (87).
-15 de enero de 1599 se insistió en el cierre de los portillos y además se ordenó que los vecinos más próximos a la muralla vigilasen para que no se hiciesen portillos en ella (88).

Es posible que los vecinos no derribasen directamente la muralla pero debían “acondicionar” los tramos caídos para poder entrar y salir por ellos evitando los rodeos que la cerca obligaría a efectuar a muchos de ellos.

Desconocemos las consecuencias prácticas de las disposiciones dictadas por las autoridades. Como quiera que fuese poco importa pues en 1603 una riada destruyó el puente y derribó una parte de los muros de la ciudad. En 1604 visitó Badajoz el Chantre de Évora Manuel Severim de Faria que nos ha legado una magnífica descripción de la ciudad en esos años. Este autor apunta que la riada además de destruir el puente entrou pelos muros da cidade e derribou grao parte das casas que estavo iunto dos muros (89). Más adelante nos aporta otros datos de gran interés sobre la ciudad y sus murallas

“… Os muros da Cidade occupao mayor circuito do que aos habitantes he necessario porque ten delles adentro muitos olivares e quintaes a que elles chamao Corrales e assi paresce de fora mayor pouoaçao do que na uerdade hé. Sao todos de taipa e co a enchente passada ficarao quasi todos per terra assi os que estao ao longo do Rio como os outros da banda da porta de la Trinidad…” (90)

Es decir, los muros, mayoritariamente de tapia, que se extendían a lo largo del Guadiana y el Rivillas resultaron muy afectados y buena parte de ellos fueron destruidos por las aguas.

El relato de Manuel Severim parece ajustarse a la realidad pues en varios contratos de arrendamiento se explicita como las casas más próximas a los ríos Guadiana y Rivillas resultaron dañadas por la riada. Así, el 25 de enero de 1605 se formaliza una escritura de pensión y censo perpetuo sobre una casa situada en la calle de la Mancebía cuyo corral fue derribado por el Guadiana. Las casas se encontraban en la calle de la Mancebía que va para la Puerta del Río, es decir, la actual calle de Porrinas en el tramo comprendido entre la Escuela Oficial de Idiomas y la Puerta de Pajaritos (91). Entre los linderos de la casa se encontraban otras que también fueron derribadas por la misma riada (92). El 6 de mayo de 1604 se escrituran unas casas situadas

“…en la calle a las espaldas de la cruz a la esquina de la plaçuela vieja linde con casas de pª abril y con dos solares de casas caidas de la capellania del dho. Lorenzo de silua i otros linderos por tres ducados de pension perpetua en cada año…” (93)

Es decir, las casas se encontraban en la calle de Abril, linde con la calle de Vasco Núñez y la Plaza de Portugal. La escritura especifica que había varias casas arruinadas a la altura de la actual calle de Abril aunque en este caso no aclare si fue a causa de la riada.

En el otro extremo de la ciudad volvemos a encontrar el mismo panorama. En 1604 se escritura una casa situada junto

“… la puerta y torre de la puerta de trinidad y de otra parte casal de juan al. y por detras el muro y monturio de rrivillas y por delante la plazuela de la santisima trinidad…” (94)

En este caso la escritura especifica que la riada penetró por la Puerta de la Trinidad, anegó la zona y derribó la casa. El monturio que se cita no debemos confundirlo con el Cerro Muela. En realidad, los monturios eran basureros-estercoleros. Existían varios en la ciudad. Posiblemente el más conocido fue el de Yelves que se encontraba frente a la puerta de su mismo nombre en el camino de acceso a la Alcazaba.

Tras este pequeño repaso queda claro que la riada de 1603 penetró en el interior de la ciudad provocando la ruina de muchas casas y dejando maltrecha una parte de la cerca urbana.

La desaparición de los libros de actas del Cabildo correspondientes al primer tercio del siglo XVII nos ha privado de una fuente básica para estudiar las posibles actuaciones en la muralla. En cualquier caso, sabemos que en 1630 se procedió a una reparación de los muros. Las razones para reconstruir la cerca no se vinculan con problemas bélicos sino que nuevamente se trataba de hacer frente a la peste. Así, en el Cabildo Municipal del día 16 de octubre de 1630 se informó que los enemigos de la Monarquía Hispánica para enflaquecer sus fuerzas en Italia habían dispersado unos polvos diabólicos que habían provocado la muerte de cientos de personas en Milán. Se advierte que algunos de estos agentes habían salido para España. Ante este peligro se pide un control riguroso de los extranjeros y de los forasteros que llegasen a la ciudad. Para ello resultaba imprescindible contar con un circuito amurallado completo que impidiese la entrada de los sospechosos. Por desgracia, el estado de las murallas debía ser lamentable pues en dicho Cabildo se advierte que todos aquellos que entren en la ciudad por la cerça serán condenados a muerte. Esta disposición nos confirma que la muralla estaba caída. Los responsables municipales se tomaron muy en serio el peligro y el mismo día 16 acordaron

“…se çerque e para ello se tapen cualesquiera portillos de manera que todo quede de altura de tres tapias y solo esten abiertas e se use de las puertas de la puente y las de la santisima trenidad y se le pongan puertas y las demas se cierren y tapien…” (95)

Es decir, se ordenaba cerrar los portillos con un muro de tres tapias de alto y clausurar todas las puertas de la ciudad salvo las del Puente y la Trinidad. Asimismo se ordenaba reparar las puertas de ambas entradas. Debemos recordar que estas obras no estaban orientadas a fortificar la ciudad. Es decir, no se pretendió acondicionar la muralla de cara a un asalto enemigo mas bien se trató de levantar y cerrar completamente el circuito amurallado para impedir la entrada de individuos infectados por la peste o simplemente sospechosos de contagio. En 1629 se habían tomado medidas similares para controlar la peste (96). Ahora, en 1630, la amenaza era más seria y para realizar las obras con toda brevedad los comisarios correspondientes contratarían a los oficiales necesarios. Se destinaron 1.200 reales para los trabajos y 400 más para los comisarios que también debían vigilar las murallas. El acuerdo se cumplió con relativa rapidez. Podemos realizar un seguimiento de las obras mediante las órdenes de pago que se libraron en distintos Cabildos:

-El 9 de diciembre de 1630 se libraron 4 ducados a favor de Alonso Hernández por las tapias que había hecho en la cerca de la ciudad (97).
-21 de febrero de 1631 uno de los comisarios de la cerca informó que por orden suya se habían construido varias tapias que importaban 537 rs. (98)
-26 de mayo de 1631 se ordenó pagar 120 rs. por 68 tapias para la cerca (99).

Por lo que respecta a las puertas tenemos documentados los siguientes pagos:

-9 de diciembre de 1630 se pagó al carpintero que había reparado las puertas de la Puerta de Palmas (100).
-La puerta del Río se tapió con motivo de la peste aunque el 10 de enero de 1631 se solicitó su reapertura (101).
-14 de febrero de 1631 se libran 107,5 rs. al albañil Francisco de Chaves por tapar la Puerta del Guadiana (102) .Desconocemos la situación de dicha puerta pero no descartamos que fuera la puerta del embarcadero.

Queda claro entonces que la reparación de las murallas debemos situarla a partir de octubre de 1630 y que tenía como objetivo controlar la entrada de apestados.

También hemos documentadas obras de mantenimiento de las murallas pues no debemos olvidar que la cerca en tiempos de paz era un eficaz cordón fiscal (permitía controlar la entrada y salida de mercancías), sanitario (control de posibles apestados), etc. Para financiar las obras, el Cabildo Municipal se valía del juro para el reparo de los muros. El 26 de febrero de 1635 el Cabildo se interesó por la cuantía de dicho juro con objeto de estudiar las actuaciones más necesarias.

Pese a las dificultades financieras, el día 6 de septiembre de 1635 se acordó reparar varios torreones de la Alcazaba que estaban arruinados. Las obras continuaron en 1636.

En marzo de 1636 se acordó aderezar la Torre del Canto ya que

“… de la puerta de la muralla en la parte de la torre de el canto se an çaido algunas pìedras y que vecinos de esta ciudad las lleuan…” (103)

La ciudad prohibió a los vecinos llevarse piedras u otros materiales procedentes de la muralla. Las reparaciones que siguieron se financiaron con el juro para el reparo de los muros

El 14 de junio de 1636 se ordenó arreglar la Torre del Reloj (Torre de Espantaperros) y las almenas de la muralla. Para la obra se destinaron 1.666 mrvs. del juro. El 11 de septiembre se volvió a tratar el tema.

El año 1637 fue especialmente prolífico. En febrero de se acordó continuar con las obras, estudiar las reformas más necesarias en los muros y en los cabildos de los días 9 y 10 de febrero se ordenó cobrar los atrasos del juro para el reparo de los muros (104). El 15 de junio 1637, y con motivo de una nueva alarma causada por la peste, el Cabildo Municipal decidió nuevas e importantes obras (105). En el acta del Cabildo Municipal correspondiente al día 18 de julio se especifican las medidas que se habían adoptado para luchar contra la peste:

-Tapiar los portillos.
-Poner hojas o batientes en las puertas de la Trinidad, Santa Marina y Mérida.
-Dos regidores de guardia en todas las puertas que permanecieran abiertas.
-Reconocer la muralla en compañía de los correspondientes maestros para señalar la altura que debía tener la misma.

Las reparaciones se ejecutaron con rapidez pues el día 23 de julio de 1637 el Cabildo acordó

“…que las tapias que se hizieron serca de la puerta de la coraja pª. la guarda de la questa ciud. esta haziendo del mal contajioso se pasen a la misma puerta para que se quede el seruicio y socorro del rrio abierto a los uesinos mas sercanos a el dicho sitio y en ello se gaste lo necesario…”(106)

Por lo que respecta a las puertas en el cabildo del día 5 de noviembre se acordó que los regidores

“…recoxan las puertas que se fizieron para guardar esta ciudad y se pusieron en las puertas della…”(107)

En el mismo Cabildo se ordenaba también recoger los correspondientes candados para las puertas.

La guerra de la Restauración de Portugal (1640-1668) marcará un hito fundamental en la historia de las fortificaciones de Badajoz y de la propia ciudad. El canónigo e historiador Juan Solano de Figueroa, que fue testigo de los hechos, nos apunta que

“… Badajoz (…) se vió de repente asustada, inquieta y llena de militares preuençiones, para acudir a la defensa de su Rey, de su Patria y de sus veçinos, con la nueua guerra (…) ni esperada ni preuenida…” (108)

La situación de Badajoz era lamentable. La unión de Portugal y Castilla aseguraba la paz entre ambos reynos y los trabajos de conservación y restauración de las defensas de Badajoz sólo se consideraron prioritarios con motivo de las epidemias. En este sentido Juan Solano de Figueroa sentencia que la demasiada confianza destruie tanto como el enemigo mas poderoso (109). La guerra sorprendió a la ciudad con unas murallas arruinadas y sobre todo anticuadas ya que fueron concebidas para hacer frente a un ejército armado de hondas, lanzas, y saetas y no resultan adecuadas para repeler los ataques de un ejército dotado de artillería (110).

Vamos a tratar con cierto detalle las obras que se realizaron durante la guerra pues en nuestro anterior trabajo sobre este tema deslizamos algunos errores. Unos eran inevitables pues los documentos que hasta ese momento se conocían así lo indicaban. En otras ocasiones los errores son responsabilidad exclusiva nuestra y fueron deslizados al transcribir al borrador definitivo las fechas de varios cabildos municipales.

El 1 de diciembre de 1640 estalló la revuelta de Lisboa que fue el detonante de una nueva guerra con Portugal (Guerra de la Restauración o Guerra de Secesión de Portugal, 1640-1668). El lunes 3, a las cuatro de la tarde, varias personas procedentes de Elvas llegaron a Badajoz que dieron cuenta de los sucesos de Lisboa.

En el Cabildo Municipal del 4 de diciembre se acordó informar a la Corona de los acontecimientos de Lisboa y se adoptaron las primeras medidas: mantener en alerta a la infantería, prohibir la salida de cereales (trigo, cebada y centeno), inventariar las armas (picas, alabardas, arcabuces, escopetas), municiones (pólvora, cuerda, balas), pasar revista a las milicias, etc.

El día 5 continuaron las disposiciones para organizar las milicias y la defensa de la ciudad.

El 6 de diciembre se ordenó reparar los muros y tapiar las puertas falsas. No obstante, fue el día 7 cuando se aprobó el plan más ambicioso. Los puntos más destacados del mismo son los siguientes:

A. Los comisarios que se habían nombrado para los cuatro cuarteles o distritos de la ciudad se ocuparían de la reparación de la muralla de su distrito. La reconstrucción se realizaría con tapias de todo el ancho que se pudiere. Es decir, si hasta este momento las reparaciones de la muralla tenían como objetivo impedir la entrada de apestados en esta ocasión se pretendía construir un muro sólido capaz de resistir el ataque de un ejército. El acuerdo se ejecutó diligentemente pues el 5 de enero de 1641 ya se habían reparado los portillos en la forma que pareçio mas conbeninte por la brevedad (111). Es decir, atendiendo a la gravedad de los acontecimientos y al penoso estado de la muralla se había cerrado el circuito amurallado pero la obra no era de la calidad que convenía. En efecto, en el informe de Gaspar Torralto (31 de enero de 1641) se apunta que la muralla que cercaba la ciudad amenaza ruina en algunas zonas y en otras se reducía a una tapia de la altura de un hombre.
B. Tapiar algunas bocacalles con muros de tres tapias de alto. Sospechamos que con esta medida se pretendía construir una línea “atrincherada” situada intramuros. La construcción de tapias en las bocacalles es una medida que debemos poner en relación con el punto anterior. Es decir, la escasa confianza en la muralla de la ciudad aconsejó establecer una línea “atrincherada” (intramuros y periurbana) que cerraba el acceso al caserío si el enemigo lograba superar la muralla exterior. En varios cabildos posteriores se habla del trabajo de los vecinos en las trincheras de la ciudad. Debemos señalar que en este momento la fortificación conocida como trinchera era similar a las barricadas y solía levantarse para cerrar el perímetro exterior de las poblaciones. Es posible que alguna de estas tapias se mantuviera durante años aunque ignoramos porque no aparece representada dicha línea en los planos de Badajoz del Krigsarkivet (112).
C. Se ordenó clausurar la mayor parte de las entradas y dejar abiertas tan solo las puertas de Palmas, Trinidad, Capitel y Alpéndiz. Se advirtió que si alguna de ellas tuviese sus hojas en mal estado debían repararse o fabricarse de forma que se pudiesen cerrar por la noche. Las insinuaciones del Cabildo Municipal sobre el mal estado de las puertas aparecen confirmadas en otros documentos. Así, en el Cabildo del día 7 de enero de 1641 se habla de la necesidad de reparar las puertas y en el informe de Gaspar Torralto (31 de enero de 1641) se vuelve a insistir en este mismo asunto (113). En dicho informe se insinúa que las entradas de la Alcazaba no tenían puertas. Las primeras disposiciones sobre el cierre de las puertas fueron matizadas más tarde. En efecto, poco después, y para reforzar las defensas del castillo, se ordenó cerrar las puertas del Alpéndiz y la Coracha. Por el contrario, se dejó en suspenso la orden de tapiar la Puerta de Mérida. También sabemos que la Puerta de Santa Marina permaneció en uso durante algún tiempo aunque terminó cerrándose poco después.
D. Se ordenaron algunos derribos para dejar exenta la cara interior de las murallas de la ciudad y la Alcazaba. Debemos recordar que el Convento de la Trinidad y el Palacio Episcopal habían incorporado el espacio comprendido entre sus correspondientes inmuebles y la muralla contigua impidiendo el acceso a la misma. En esta ocasión se ordenaba demoler los muros que unían el convento y el Palacio Episcopal con las murallas de la ciudad y la Alcazaba respectivamente. En efecto, pese a la prohibición de construir edificios adosados a la muralla, el convento de la Trinidad se extendió hasta la cerca gracias a una merced de los Reyes Católicos, no obstante, se estableció que en caso de necesidad deberían abrir un paso entre la cerca y el convento por el que pudieran pasar 10 jinetes. Por su parte, el propio Cabildo Municipal autorizó la incorporación al Palacio Episcopal de las murallas de la Alcazaba con las que lindaba aunque puso como condición que en caso de necesidad las murallas volverían de nuevo a la ciudad. No conocemos como se desarrolló la operación de derribo en la zona ocupada por el convento de la Trinidad, por el contrario, tenemos perfectamente documentando esta operación en la zona que ocupó el Palacio Episcopal. La primera orden para derribar el muro que unía el Palacio Episcopal con la muralla de la Alcazaba la cursaron las autoridades municipales antes de iniciarse el conflicto con Portugal (Cabildo Municipal del día 13 de abril de 1640). La orden volvió a repetirse en el Cabildo del día 7 de diciembre. Por último, el 9 de diciembre se acordó que los comisarios del distrito del castillo informasen al provisor eclesiástico de que el Cabildo Municipal había acordado

“…abrir la muralla y se haga con efecto para que lo tengan entendido y zierren sus puertas y este segura la casa episcopal…”(114)

Creemos que el Cabildo estaba ordenando abrir la muralla situada junto al Palacio Episcopal, es decir, dejarla expedita para garantizar el paso por su adarve derribando para ello el muro que unía el Palacio Episcopal y dicha muralla. Durante el mandato de Juan de Garay se siguió despejando la cara interna de las murallas de la ciudad. En este caso se procedió a derribar las casas contiguas a la cerca (¿1642?).

Las arcas municipales se encontraban sin recursos para hacer frente a los gastos que demandaban las obras aunque dada la gravedad de los acontecimientos el Cabildo Municipal había determinado que se consiguiese de donde fuera (cabildo del 6 de diciembre). En esa línea, el 10 de diciembre se acordó embargar el importe de las bellotas que la ciudad compartía con otras poblaciones (115).

Las fortificaciones, siendo esenciales, no bastaban para garantizar la seguridad de la ciudad. Por ello, las autoridades municipales prestaron especial cuidado en el alojamiento de los soldados que debían llegar a la ciudad, el armamento de las compañías de vecinos, víveres, municiones y pertrechos, etc.

Por otro lado, al punto que en Madrid se supo la nueba del lebantamiento, la Corona envió a la frontera a Iñigo Manrique de Lara, conde de Frigiliana, como superintendente de las Armas. El 19 de diciembre se conocía en Badajoz su nombramiento.

El conde de Frigiliana fue sustituido poco después por Manuel de Acevedo Zúñiga y Fonseca, VI conde de Monterrey. Unos autores sostienen que el conde de Monterrey fue enviado a la frontera como teniente-general, por el contrario, otros opinan que fue nombrado Capitán General (116). El encargado de hacer el seguimiento de las fortificaciones en estos primeros años fue el marqués Gaspar Torralto de Aragón. La primera vez que Gaspar Torralto vino Badajoz, seguramente por mandato del conde de Frigiliana, realizó un informe sobre las defensas de Badajoz (31 de enero de 1631) (117). Posteriormente volvió a nuestra ciudad cuando el conde de Monterrey le ordenó construir las fortificaciones. Junto a Gaspar Torralto trabajaron Juan Alférez Carrillo (teniente general de la artillería) y Francisco Xeldre (maestre de campo) que recibieron orden de trasladarse a Badajoz para estudiar ciertas reformas en la Alcazaba para guardar la artillería (Cabildo Municipal del día 17 de abril de 1641) (118). Pese a todo, el conde de Monterrey solicitó con insistencia un ingeniero para las obras. En principio su petición no fue atendida pero la perseverancia de Monterrey dio fruto y el 12 de mayo se le informaba de que había partido para Badajoz un ingeniero del que desgraciadamente no se especifica su nombre. Por otro lado, Gaspar Torralto, Juan Alférez Carrillo y quizá Francisco Xeldre debían tener conocimientos de ingeniería. Gaspar Torralto, del que Sancho de Guzmán dice que había mandado la artillería en la guerra de Cataluña, fue el encargado de supervisar las defensas de Badajoz y proponer nuevas fortificaciones. Juan Alférez Carrillo estaba versado en el arte de fortificar pues entre sus posesiones se encontraban varios libros de fortificación e instrumentos de medida (rueda, compás, regla, etc).

Para hacernos una idea del estado de las murallas de Badajoz al comienzo de la guerra contamos con el magnífico informe elaborado por Gaspar Torralto (31 de enero de 1641). El informe comienza con una valoración que resulta muy ilustrativa. Gaspar Torralto señala que la ciudad estaba cerrada (rodeada de murallas) pero no estaba fortificada (sus distintos frentes no se defendían mutuamente). Pasaba después a describir el estado de las defensas:

-La muralla amenazaba ruina en varios puntos y en otros se reducía a una tapia de la altura de un hombre. Las mismas consideraciones las hace extensivas a las torres. Es decir la muralla seguía en pésimas condiciones pese a las obras que el Cabildo Municipal había acometido entre el 7 de diciembre de 1640 y 5 de enero de 1641.
-La ciudad carecía de foso, lo que nos viene a confirmar el deterioro del mismo.
-La Alcazaba no estaba en condiciones de defensa.
La cabeza de puente (entrada al puente desde su orilla derecha) resultaba muy difícil de fortificar ya que está dominada por varios padrastros cercanos.

Tras este análisis, y ante el elevado coste que supondría reparar las obras existentes, Gaspar Torralto proponía fortificar la ciudad construyendo siete medias lunas delante de las murallas (seis delante de la cerca urbana y otra en el castillo delante de la Puerta del Alpéndiz), reparar las Alcazaba, asegurar la defensa del puente y sobre todo fortificar del Cerro de San Cristóbal pues, si el enemigo ocupaba este punto la defensa de la ciudad resultaría muy complicada (119).

En la parte final del informe señala que por falta de dinero no se había comenzado a trabajar y añade, a modo de conclusión, que las obras (medias lunas, fuerte de San Cristóbal, etc.) se podrían excusar ya que en esos momentos los portugueses estarían preocupados de su propia defensa y fortificar Badajoz sólo serviría para que tomasen más ánimo.

Informes posteriores ofrecen un panorama similar sobre las defensas de Badajoz (carta del conde de Monterrey, 9 de mayo de 1641; informes de Juan de Garay, 18 de noviembre de 1641 y 7 de septiembre de 1642) (120).

Las obras que se realizaron en los primeros meses de la guerra fueron escasas y poco consistentes (cierre de puertas, reparación de los portillos y brechas, trincheras, etc). En este sentido recordemos que tras conocer el informe de Gaspar Torralto el Consejo de Guerra se limitó a ordenar que se reparase la muralla hasta cerrar la ciudad y componer el foso. Las fortificaciones propuestas por Torralto (medias lunas, Fuerte de San Cristóbal, etc.) no se admitieron.

Pese a todo, parece que la llegada del conde de Monterrey supuso un cambio muy importante. En efecto, el Conde remitió varias cartas a la Corona en la que insistió en la conveniencia de fortificar Badajoz y que Gaspar Torralto se instalase en la ciudad para este fin. Las cartas de Monterrey no tuvieron respuesta. Ante este silencio, el 9 de mayo de 1641, informó al Rey de que había dado orden a Gaspar Torralto para que se desplazase a Badajoz á poner en egecución lo que se había reconocido por mas preciso. Es decir, debía poner en marcha las fortificaciones más necesarias. Gaspar Torralto no se demoró pues sabemos que ese mismo mes de mayo de 1641 ya estaba en Badajoz. Debemos recordar que Gaspar Torralto había estado en Badajoz en el mes de enero para valorar el estado de las defensas de Badajoz y proponer nuevas fortificaciones que asegurasen la ciudad. En mayo volvía a para poner en marcha algunas de las fortificaciones que había propuesto en el informe del día 31 de enero de 1641.

El fuerte de San Cristóbal fue la primera fortificación abaluartada que se ejecutó en Badajoz. Sobre el inicio de los trabajos no podemos pronunciarnos con rotundidad. Sancho de Guzmán señala que comenzaron el primero de mayo del año 1641 aunque debemos tomar el dato con cierta reserva. El fuerte había sido diseñado por Gaspar Torralto que además había recibido orden de dirigir los trabajos en Badajoz (carta del 9 de mayo de 1641) lo que nos hace suponer que las obras no comenzasen antes de esa fecha. El primer dato verdaderamente seguro sobre San Cristóbal aparece en el Cabildo del día 27 de septiembre de 1641 en el que se habla del fuerte que se esta labrando en la eminencia de la cuesta de san cristoual. Es decir, todo parece indicar que el fuerte se inició en el mes de mayo aunque fue reforzado en años sucesivos con nuevas obras.

A lo largo del año 1641 se planteó la necesidad de reconstruir las defensas de la Alcazaba (cabildos municipales del 5 de enero, 4 de marzo, 17 de abril, 2, 20 y 23 de mayo, etc.). En el cabildo del día 5 de enero se ordenó reparar las murallas del castillo como se había hecho con la cerca urbana, tapiar las puertas de la Coracha y el Alpéndiz y disponer un puesto de guardia en la Puerta del Capitel. El 4 marzo se vuelve a considerar la oportunidad de efectuar reparaciones en el castillo y poner un rastrillo en la primera puerta (¿portada de Gaspar Méndez?). Las obras de la Alcazaba tenían como objetivo habilitarla como cuartel para 500 soldados y también para almacenar la artillería de la plaza. Las obras realizadas en la Alcazaba a raíz de la guerra van a potenciar la función castrense del enclave. Es decir, poco a poco la Alcazaba será un lugar menos civil y más militar. En el informe de Gaspar Torralto (31 de enero de 1641) se dice que el castillo tenía unas 50 casas aunque no especifica cuantas de ellas estaban habitadas. Durante la guerra y después de la guerra siguió contando con vecinos y el Obispado permaneció en la Alcazaba hasta que en el año 1689 se trasladó al nuevo Palacio Episcopal situado al final de la calle del Obispo San Juan de Rivera. El caso del Palacio del conde de la Roca es particular ya que este personaje tenía la alcaldía del castillo.

El 27 de septiembre de 1641 se reunió un cabildo municipal en razón de serrar y fortificar esta ciudad. En dicho cabildo se recuerda que dada la proximidad de Badajoz a la Raya es frecuente que los portugueses lleguen cerca de la ciudad y roben sus ganados (la primera noticia en este sentido aparece en el cabildo del 11 de diciembre de 1640, tan sólo diez días después del levantamiento de Lisboa). Las autoridades municipales expusieron que carecían de fondos para acometer las obras ya que sus escasos caudales se habían empleado en levantar trincheras y otras cosas. Entre los desembolsos más importantes se encontraban 5.000 ducados para la fabrica del fuerte (…) de San Cristoual (121) Por todo ello solicita que la Corona ordene fortificar la ciudad en

“…rredondo con fortificaçiones fuertes quales conbengan para la guarda y defensa de sus vecinos…”(122)

Para financiar las obras se solicitó repartir el coste entre las poblaciones situadas a 50 leguas a la redonda.

En el cabildo del día 10 de octubre las autoridades municipales volvieron a recordar la urgencia de las fortificaciones y que se tratase el asunto con el maestre de campo general Juan de Garay Otáñez (123). Este personaje llegó a Badajoz el 20 de julio de 1641 pero no asumirá el mando del Real Ejército de Extremadura hasta el mes de octubre (124). Parece ser que las gestiones dieron fruto ya que en el informe de Juan de Garay del 18 de noviembre de 1641 se apuntaba que Badajoz

“…era casi toda abierta vase acabando de zerrar en la mejor forma que ha sido posible…” (125)

Es posible que los trabajos de reconstrucción y restauración de la cerca urbana que menciona Juan de Garay se centrasen en los tramos que se denunciaban en el informe de Gaspar Torralto del 31 de enero de 1641 (los arruinados, los que amenazaban ruina y los tramos en los que la muralla se reducía a una tapia de la altura de un hombre). Sospechamos también que dichas obras deben ser las que habían solicitado los Cabildos Municipales de los días 27 de septiembre y 10 de octubre de 1641. En cualquier caso, debemos ser sumamente cautos a la hora de interpretar tanto las palabras de Juan de Garay como las de sus sucesores pues era habitual exagerar la situación de necesidad y ruina en la que supuestamente se encontraban las fortificaciones para después adjudicarse el mérito de su reconstrucción. Asimismo solían adjudicarse tanto los trabajos que habían realizado como otros anteriores.

En el mismo informe (18 noviembre de 1641), Juan de Garay consideró que además de reparar la cerca era fundamental reforzar las defensas de la ciudad construyendo delante de la cerca algunas medias lunas y otras fortificaciones (126). Las fortificaciones citadas no se habían iniciado aunque su planta esta toda platicada y designada y solo falta que su Mag la mande resoluer y asistir (127). Para financiar las obras contaba con la colaboración de la ciudad y sobre todo vendiendo un juro de 12.5000 rs. de renta que Miguel de Silva tenía sobre las salinas (Miguel de Silva era vecino de Elvas que se había pasado al campo de los “rebeldes” portugueses) (128).

Es posible que las nuevas fortificaciones fuesen diseñadas por el propio Juan de Garay que ya había trabajado como ingeniero en Italia (Milán, Malta, Valencia del Po, etc). De las obras italianas de Juan de Garay destaca el fuerte que diseñó en Malta y fue alabado por el propio Pagán. Después pasó a Cataluña, Rosellón, Navarra y Guipúzcoa antes de ser destinado a Extremadura. Durante su estancia en Pamplona proyectó varias fortificaciones en la muralla urbana y en la ciudadela (medias lunas, hornabeque, falsabraga, corona, etc). En Fuenterrabía (Guipúzcoa) supervisó los trabajos que se realizaban en sus fortificaciones y propuso nuevas obras (129).

Aires Varela, cronista y vecino de Elvas que fue contemporáneo de estos hechos, también se hizo eco de los trabajos en Badajoz. Aires Varela señala que se había construido un fuerte en el cerro del San Cristóbal y se habían reparado as taipas que cerçao aquella cidade. No obstante añade que las lluvias de finales del año 1641 habían sido demoledoras pues

“…arruinou en poucos dias o trabalho de muytos mezes porque rendeo o forte e postrou as taipas…” (130)

Las incursiones portuguesas acabaron de destruir una parte de la obra del fuerte. Así, en la Gaceta del mes de mayo de 1642 se dice que la noche del 3 de mayo dos compañías de caballería portuguesa desmantelaron y quemaron una casa del fuerte (¿ermita de San Cristóbal?) en la que se alojaba la guarnición.

En un segundo informe, fechado el 7 de septiembre de 1642, Juan de Garay insiste en los mismos asuntos que trataba en el informe del 18 de septiembre de 1641:

-En primer lugar asegura que a su llegada a la ciudad podían entrar carros por la mayor parte del circuito amurallado, es decir, la mayor parte de la muralla estaba arruinada pero bajo su mandato se había superado el desastre inicial y había conseguido que Badajoz estuviese

“…en rraçonable defenssa sin gasto alguno de la Real haçienda saluo la asistençia de algunos carros de la artilleria…” (131)

-El Rey había aceptado embargar la renta de las salinas (12.500 reales) que eran de Miguel de Silva (un portugués de Elvas que se había pasado a los “rebeldes”) para financiar la construcción de algunos cuerpos fuera de la muralla. Sabemos que la autorización del Rey para dicho embargo está fechada mucho antes (9 de enero de 1642). El 8 de agosto de 1642 Juan de Garay volvió a insistir para que se agilizase la venta de la renta de las salinas y el 24 de agosto el Consejo de Guerra volvió a aconsejar la venta. Pese a todo, la operación no debió ejecutarse ya que en el informe del 7 de septiembre de 1642 dice que la venta se anda tratando de executar.

Las nuevas obras eran insoslayables. En efecto, para asegurar Badajoz no bastaba con simples reparaciones (levantar los tramos caídos de la muralla, cerrar y asegurar algunas puertas, derribar las casas adosadas, etc.) sino que era imprescindible construir nuevas fortificaciones capaces de contrarrestar los demoledores efectos de la moderna artillería. Con este objetivo se diseñaron varias medias lunas (fortificaciones de planta triangular situadas delante de la muralla o puerta que se pretendía proteger). Las medias lunas protegían las puertas del impacto directo de la artillería, dificultaban las operaciones enemigas para volarlas, podían ser utilizadas como dispositivos de flanqueo, ampliaban el alcance del fuego de los defensores, obligaba a los enemigos a disponer sus obras más lejos de la muralla, etc. En algún caso, las medias lunas pudieron habilitarse como plataformas para la artillería. En el informe de Gaspar Torralto (31 de enero de 1641) se aconsejaba construir siete (seis en la cerca urbana y otra delante de la Puerta del Alpéndiz) que debían disponerse a unos 50 ó 60 pasos delante de la muralla. Juan de Garay también manifestó la necesidad de estas obras. Del informe del 18 de noviembre parece deducirse que dichas obras no se habían iniciado aunque debían estar ya diseñadas. Casi un año más tarde (informe del 7 de septiembre de 1642) Juan de Garay anunciaba que estaba en disposición de realizar dichas obras ya que el Rey había dado orden de vender un juro de 12.500 reales sobre las salinas para financiar las obras. Según Luis Marinho las medias lunas que se levantaban delante de las puertas de la Trinidad y Santa Marina, y quizá alguna en la Alcazaba, fueron trazadas por Juan de Garay y un clérigo milanés que era ingeniero. Las observaciones de Luis Marinho, cronista de la causa portuguesa, resultan exageradas en lo que a la magnitud de las obras se refiere pero son muy significativas en lo que se refiere a su valor cronológico ya que los últimos datos que aparecen en su obra están fechados en el verano de 1642 y desde luego son anteriores a la expedición del conde de Obidos del año 1643. En cualquier caso, parece confirmarse que las dos primeras medias lunas de la cerca urbana se situaron delante de las puertas de Santa Marina y la Trinidad. Ambas fortificaciones debieron iniciarse durante el mandato de Juan de Garay aunque las concluyó su sucesor, el conde de Santiesteban (132). Antes de terminar con el asunto de las medias lunas es interesante reseñar que ambas obras no comporten el mismo trazado ya que el ángulo saliente de la media luna de la Trinidad es muy agudo y el la media luna de Santa Marina es casi recto. No estamos condiciones de valorar si esta diferencia responde a una concepción distinta o simplemente se establecieron los ángulos de modo que las caras de las medias lunas no estuviesen enfiladas desde los cerros que las rodean (padrastros de la Picuriña y Pardaleras respectivamente). En este último supuesto el diseño estaría pensado para desenfilar las caras de las medias lunas y no respondería a distintas “escuelas” de fortificación.

Algunas de las obras ejecutadas bajo el mandato de Juan de Garay debieron realizarse en ladrillo pues, el día 5 de mayo de 1642 se contrató la entrega de 20.000 ladrillos para las fortificaciones de la ciudad y 1 de julio se contrató otra entrega de 15.00 ladrillos (133).

Las actuaciones de Juan de Garay en las fortificaciones se completaron con el derribo de las casas adosadas a la cerca. Con estos derribos se conseguiría un espacio libre a lo largo de la muralla por el que pudieran circular sin obstáculos las tropas destinadas a su defensa (134). Los impulsores de la medida fueron Juan de Garay y un ingeniero y clérigo de origen milanés. Debemos recordar que la normativa urbanística de la ciudad establecía que el espacio libre entre las casas y la muralla debía tener como mínimo 15 pies de ancho. Esta medida complementaba la que se adoptó en el Cabildo Municipal del día 7 de diciembre de 1641 cuando se acordó demoler los muros que unían al convento de la Trinidad y al Palacio Episcopal con las murallas contiguas para mantener accesible todo el perímetro interior de la cerca urbana y la Alcazaba.

Según Luis Marinho, en tiempos de Juan de Garay había plataformas de artillería en el castillo (posiblemente junto a la ermita de Santiago) destinadas a desalojar al enemigo si conseguía instalarse en el Cerro de San Cristóbal. En la ciudad había plataformas en las puertas de Palmas (dos piezas), Santa Marina (cuatro piezas) y Trinidad (cuatro piezas). Volveremos sobre este asunto más adelante pues los datos que nos ofrece Luis Marinho pueden no ajustarse a la realidad.

En el libro de noticias de los años 1642 y 1643 se dice que en febrero de 1643 Juan de Garay había abandonado la frontera extremeña a petición del Rey para pasar a Cataluña.

El conde de Santiesteban sustituyó a Juan de Garay al frente del Real Ejército de Extremadura. Durante su mandado prosiguieron las obras. El 30 de mayo de 1643 el Conde expuso al Cabildo Municipal la necesidad “inexcusable” de fortificar la ciudad pues en algunas ocasiones los portugueses habían llegado cerca de las murallas. Las autoridades municipales no sólo entendieron la petición sino que además animaron a los vecinos a participar en las obras.

En el Cabildo del día 5 de julio se informó que el conde de Santiesteban había dado orden para que

“…se acuda a la fortificaçión y trinçheras desta çiudad haziendo cada uno de su parte lo que le tocare…” (135)

Las iniciativas del Conde y el Cabildo Municipal parece que tuvieron éxito pues en una carta del día el 26 de septiembre de 1643 se apunta que las medias lunas de la Trinidad y Santa Marina estaban concluidas y otras tres medias lunas, que se habían construido entre las puertas de la Trinidad y Santa Marina, estaban en condiciones de defensa.

El refuerzo de San Cristóbal fue otra de sus realizaciones. Cuando el Conde llegó a Badajoz, el fuerte se encontraba en condiciones lamentables ya que carecía de parapetos y los terraplenes estaban arruinados por las lluvias (finales de 1641), las incursiones portuguesas (3 de mayo de 1642), etc. Para poner remedio a esta situación, el Conde dispuso que 150 hombres trabajasen en la rehabilitación del fuerte. A estos efectivos se unieron otros procedentes de los lugares pertenecientes al distrito de Badajoz (136)

El Conde acometió otras reformas en las fortificaciones de la ciudad y la Alcazaba:

-En la muralla urbana (banqueta, traveses, etc).
-Plataformas para la artillería. El Conde se adjudica la construcción de dos nuevas plataformas en la Alcazaba y otras dos en la ciudad. Según Santiesteban cuando llegó a Badajoz sólo existían dos plataformas y ambas estaban situadas en la ciudad. Esta afirmación no encaja con los datos que nos proporciona Luis Marinho. En efecto, Luis Marinho señala que antes de llegar el conde de Santiesteban Badajoz contaba con plataformas en la Alcazaba y la ciudad. Según este autor, en la Alcazaba había una batería destinada a batir San Cristóbal si el enemigo conseguía apoderarse del fuerte que lo defendía. Por las indicaciones de Luis Marinho suponemos que dicha plataforma debió emplazarse junto a al ermita de Santiago. Aires Varela, cronista y vecino de Elvas, también habla de la presencia de artillería en la Alcazaba desde el año 1642 (137). En lo que se refiere a las plataformas de la ciudad, Luis Marinho las sitúa en las puertas de Palmas (dos piezas), Trinidad (cuatro piezas) y Santa Marina (cuatro piezas). Personalmente creemos que antes de la llegada del conde de Santiesteban existía al menos una batería en la Alcazaba (¿batería de Santiago?). El conde de Santiesteban debió reformar y completar dicha batería y construyó una nueva que no podemos ubicar con seguridad (¿Torre del Pendón?, ¿Juego de la Condesa?). Asimismo hemos de apuntar que en caso de peligro se montaban piezas de artillería sobre la Casa del Ayuntamiento (1643 y 1658). En la cerca urbana, y pese a lo que señala Luis Marinho, creemos que sólo había baterías en las puertas de Santa Marina y Trinidad. Desconocemos la situación de las dos nuevas baterías construidas por el conde de Santiesteban en la cerca urbana.

-Ordenó talar los olivares situados frente a la Puerta de la Trinidad con objeto de despejar la campaña e impedir que el enemigo pudiese encontrar protección en sus ataques por esta parte de la ciudad (138).

Posiblemente el mejor resumen de las obras que impulsó del Conde se encuentra en una carta fechada el 26 de septiembre de 1643. En efecto, en 1643 los portugueses se presentaron ante las murallas de Badajoz e hicieron amago de atacar la ciudad (montaron el campamento incluso levantaron algunas fortificaciones para proteger su alojamiento) aunque a los pocos días se retiraron sin intentar el asalto. El Rey debió “inquietarse” por el estado de las fortificaciones y pidió explicaciones al conde de Santiesteban. El Conde respondió con la relación de obras y mejoras que se habían realizado durante su mandato

“…Mandame Vuestra Majestad, que diga la causa por que las fortificaciones de Badajoz no se hallan en mejor estado, habiendo habido tan grueso Presidio (guarnición) desde que comenzó la guerra, y lo que puedo responder á esto es, que en poco mas de cinco meses que yo he asistido se ha hecho tanto con solo los socorros extraordinarios de la gente de la Provincia, que por ventura se hubiera perdido la plaza sino se hubiera hecho esto, por que el fuerte que está de la otra parte del Puente (San Cristóbal) se hallaba sin parapetos, y arruinado mucha parte del terraplen; y se ha reparado de manera que casi está indefensa (sic), y no habiendo mas que dos puestos en la Ciudad donde poner artillería se han añadido otros dos, y en dos puertas que había, la una cerrada (Santa Marina), y la otra (Trinidad) sin ninguna fortificación delante se han cubierto con dos medias lunas Reales, que están en toda perfección, como en defensa otras tres medias lunas entre las de las puertas con que se ha puesto en algun termino de defensa regular una plaza que parecia imposible resistir a una sorpresa, y sin poder hacer salida en caso de ataque, fuera de haberse reparado las murallas, y hecho banqueta por muchas partes que no la tenía y dado comunicación a unas Torres antiguas, que sin esto venia á hallarse sin ningun genero de traves, y el Castillo se hallaba con mucha necesidad de reparos, que se han hecho, y dos baterias para señorear mucha parte de la campaña, y de la Ciudad, y con lo que Vuestra Majestad se sirve de mandar se procurara fortificar en forma el Castillo, y será de mucha importancia para que se disponga convenientemente, que Vuestra Majestad se sirva de permitir se suspenda su viaje á Galicia el Maestro de Campo Don Francisco de Aguero…” (139)

En la carta se apuntan dos cuestiones de enorme interés. En efecto, aparte de las obras que ya conocemos, el Conde señala que había dado comunicación a unas Torres antiguas para acondicionarlas como traveses. La redacción es bastante confusa pero debe referirse a la unión de las albarranas con la muralla. El Conde ordenó recomponer esta comunicación con objeto de utilizar las albarranas como traveses y también para disponer de fuego de flanqueo. En la última parte de la relación se habla de la orden del Rey para fortificar la Alcazaba ya que las obras realizadas hasta ese momento (reparación de la muralla y baterías) no eran suficientes. Debemos recordar que el conde de Santiesteban había remitido al Consejo de Guerra un proyectó para convertir la Alcazaba en un verdadero reducto defensivo, cuartel para las tropas, almacén de víveres y artillería, etc (7 de septiembre de 1643). Para ello proponía derribar las casas adosadas a la muralla y construir tres ó cuatro valuartes ó medias lunas en la forma que el sitio permitiere (140). El Consejo de Guerra emitió un informe sobre este proyecto (22 de septiembre de 1643) en el que se ordenaba al conde de Santiesteban que con las tropas a su mando y con los civiles (sin reservar mujeres) realizase todo lo posible para convertir la Alcazaba en un puesto seguro para una retirada en caso de necesidad. Asimismo se añadió que las obras las dirigiese un ingeniero o persona de inteligencia en fortificaciones y se financiasen con los bienes confiscados a los rebeldes. Asimismo el Consejo de Guerra reprochó al conde de Santiesteban que no hubiese acompañado el informe del correspondiente plano.

El Conde no olvidó la crítica del Consejo de Guerra y en una carta, fechada el 17 de octubre, remitió el plano e informó que había comenzado el proyecto salvo en la parte en la que era preciso derribar las casas adosadas a la muralla. A este problema se unían otros como la financiación o la dificultad para encontrar maestros que pudieran hacerse cargo de una obra de esta envergadura. Para conseguir los fondos necesarios proponía utilizar los bienes incautados a los rebeldes. El 23 de octubre la Junta de Guerra autorizó las obras y la financiación que había propuesto el Conde. Todo parecía resuelto pero en una carta del 11 de diciembre el Conde reconsideraba sus propuestas anteriores basándose en los siguientes argumentos:

-La obra se prolongaría durante mucho tiempo y no contaba ni con trabajadores ni con fondos suficientes para ella.
-El “desconsuelo” que provocaría en los vecinos el derribo de las casas.
-Estimaba más útil emplear el dinero en mantener una tropa móvil para actuar allí donde fuese preciso. El Conde consideraba, y estaba en lo cierto, que la estrategia de los portugueses no contemplaba sitiar la ciudad sino “asfixiarla” tomando las poblaciones de su entorno. Para contrarrestar dicha estrategia era más efectiva la tropa móvil que la fortificación.

El 18 de diciembre el Consejo de Guerra decidió enviar la nueva propuesta al Rey. No conocemos la respuesta pero el proyecto no se realizó. En realidad, lo que estaba en cuestión era la estrategia empleada para hacer frente a Portugal, es decir, si debía acometerse una guerra defensiva u ofensiva.

El 31 de enero de 1644 el Conde remitió una nueva carta al Rey en la que volvía a recordar sus realizaciones en Badajoz. El Consejo de Guerra dio curso a la misma el día 31 de enero de 1644.

Como quiera que fuera, el Rey había ordenado fortificar la ciudad y los demás lugares de la Raya. En efecto, en el Cabildo Municipal del día 7 de enero se leyó una carta de Don Gaspar de Porras (superintendente de la justicia militar, oidor de la Real Chancillería de Valladolid y encargado por el Rey de las fortificaciones) en la que solicitaba que la ciudad dispusiese los arbitrios necesarios para las fortificaciones. Las peticiones de Gaspar de Porras fueron contestadas por las autoridades municipales que enviaron varias cartas al Rey resaltando los trabajos de fortificación que ya habían costeado, el lamentable estado de Badajoz desde que se inició la guerra, la destrucción de poblaciones de su jurisdicción, el sufrimiento de los vecinos (alojamientos, compañías de milicias, sitio de 1643), etc. El 29 de febrero ambos litigantes vuelven plantear sus posiciones en idénticos términos. Es decir, Gaspar de Porras exige a la ciudad los arbitrios necesarios para las fortificaciones y la ciudad le recuerda que había costeado varias fortificaciones y en esos momentos no podía hacer frente a nuevos pagos ya que la guerra había arruinado las finanzas municipales

La disputa entre Gaspar de Porras y el Cabildo Municipal se inició en la última etapa del conde de Santiesteban y continuó durante el mando del nuevo Capitán General, el marqués de Torrescuso. En cualquier caso, las razones expuestas por los representantes municipales debieron convencer a Gaspar de Porras que se limitó a pedir que se concluyeran las medias lunas de la Torre del Canto (3 de marzo) (141). Finalmente Gaspar de Porras delegó sus funciones en el Cabildo Municipal (142).

Entre las fortificaciones que pudieron construirse durante el mandato del marqués de Torrescuso se encuentran las medias lunas de la Torre del Canto ya que en los cabildos de los días 29 de febrero y 3 de marzo de 1644 se informó que se estaban construyendo dos medias lunas en la Torre del Canto. Desgraciadamente en la cerca urbana había dos torres con este nombre (torres del canto del Rivillas y del Guadiana o las Aceñas). En el supuesto de encontrase en la Torre del Canto del Rivillas podrían ser las mismas medias lunas que había iniciado el conde de Santiesteban, es decir, no serían obras nuevas sino que se trataba de concluir unas obras que había comenzado el conde de Santiesteban. Por el contrario, si se referían a la Torre del Canto de las Aceñas o del Guadiana nos encontraríamos con dos obras nueva (medias lunas de la Torre del Canto del Guadiana y Santo Domingo) (143).

El Marqués también realizó obras en el Fuerte de San Cristóbal pues el 4 de julio de 1644 un desertor informó a los portugueses de que se estaba Redificando com estacas ao forte de Sao Cristouao y que el fuerte contaba con una guarnición de 300 infantes.

Pese a todo, el marqués de Torrescuso consideraba que todo lo invertido en las fortificaciones de Badajoz era dinero malgastado pues las murallas no resistían ni un disparo de mosquete (carta del Torrescuso al Rey, 21 de diciembre de 1644). Las palabras del Marqués no debemos entenderlas en sentido literal. En realidad, lo que viene a resaltar es la mala calidad y diseño anticuado de las fortificaciones de Badajoz que en caso de ataque no bastarían para contrarrestar la capacidad destructiva de la moderna artillería ni podrían ofrecer una defensa acorde con las nuevas técnicas de expugnación. Según el Marqués la única utilidad de las murallas de la ciudad era evitar la deserción de soldados. En una nueva carta (27 de enero de 1645) vuelve a insistir en el mismo problema

“…A V. M. vuelvo a decir que trabajar en las murallas de esta Ciudad nunca servirá para defensa de ella, sino para evitar las fugas de los soldados á lo menos no tan sin riesgo como hoy las hacen…” (144)

En la carta incide en otro problema: la escasez de ingenieros. Según Torrescuso, en ese momento estaban en Badajoz los ingenieros Francisco de Agüero y Rafael de Médicis. Parece ser que Torrescuso se “olvidó” de Dionisio de Guzmán (había trabajado en las fortificaciones de Pamplona y dirigió la artillería en la batalla de Montijo) y del Sargento Mayor Jordán de Xerez. Asimismo en abril de 1644 Francisco Domingo había solicitado que se le concediese plaza de ingeniero. En cualquier caso, la situación era lamentable ya que un ingeniero francés, que fue hecho prisionero en la batalla de Montijo (mayo de 1644), informó a los portugueses de todo lo que se había construido en Badajoz. Por otra parte, Francisco de Agüero estaba agonizando y Rafael de Médicis había recibido orden de trasladarse a las plazas de Aroche y Encinasola. En una carta fechada el 31 de enero de 1645 se comunicaba al Rey el fallecimiento de Francisco de Agüero, es decir, si permitía la salida de Rafael de Médicis no quedaría en Badajoz persona que tenga experiencia en fortificaciones (145)

La decisión final sobre el asunto se encomendó al marqués de Leganés que en carta fechada el 10 de febrero recomendó la salida de Rafael de Médicis basándose en el propio razonamiento de Torrescuso. Es decir, como las reformas que se realizaban en Badajoz eran de escasa entidad la presencia de Rafael de Médicis era más provechosa en Aroche pues en esta localidad las obras eran de mayor envergadura. Asimismo, y teniendo presente que las obras de Badajoz eran de entidad menor, Rafael de Médicis podría dejarlas planteadas antes de partir. Por otro lado, el marqués de Leganés recuerda a Torrescuso que también se hallaban en Badajoz Jordán de Xerez y Dionisio de Guzmán. A juicio del marqués de Leganés ambos eran capaces de dirigir las obras aunque añade que resultaría conveniente que se enviase a Badajoz algún ingeniero de los que en ese momento estaban destinados en Cataluña. Las propuestas del marqués de Leganés fueron aceptadas (12 de febrero de 1645). Pese a todo, desconocemos cuando partió Rafael de Médicis. En efecto, en documentos fechados el 12 de mayo y 10 de agosto de 1645 se da a entender que el ingeniero seguía en Badajoz. Por otro lado sabemos también que en 1646 estaba en Badajoz ya que murió durante la batalla de Telena.

Los portugueses también se sorprendían de la escasa entidad de las murallas de Badajoz. Así, el 12 de septiembre Juan Saldanha envió una carta a Manuel Severím, chantre de Évora, en la que daba cuenta de un plan para tomar Badajoz por sorpresa. El relato es sumamente preciso tanto en lo que se refiere a la guarnición como a las fortificaciones. Según Manuel Saldanha las puertas eran todas directas y no contaban con rastrillo. Por su parte la muralla carecía de flancos y por el lugar donde habían de entrar los portugueses era muy baja. Afortunadamente la operación, fijada para el 31 de julio de 1645, no llegó a consumarse (146).

Puede sorprender la cicatería de la Corona a la hora de fortificar Badajoz (la principal plaza de armas de la frontera). En realidad, la Corona y las autoridades locales tanto civiles (Cabildo Municipal) como militares (Capitán General) mostraron gran preocupación por el estado de las defensas. Pese a todo se levantaron pocas fortificaciones y de escasa entidad. Las razones que pueden explicar esta paradoja son varias. En primer lugar, hemos de destacar las dificultades financieras tanto de la Corona como de la ciudad. En efecto, la Corona insistía en la necesidad de fortificar Badajoz aunque era la ciudad la que tenía que financiar la mayor parte de las obras y a causa de la guerra no contaba con recursos para costear los gastos. Son numerosos los cabildos en los que se manifiesta la voluntad de fortificar Badajoz y en todos ellos los representantes municipales exponen la escasa capacidad económica del municipio ya que los vecinos se encontraban agobiados por el peso de los alojamientos, el abandono de los cultivos, la destrucción de campos, la huida de pobladores, etc. Los cabildos que trataron este asunto son incontables. Especialmente ilustrativos son los que se celebraron a lo largo del año 1644 y que tuvieron como ponentes a las autoridades municipales y a Don Gaspar de Porras (superintendente de la justicia militar, oidor de la Real Chancillería de Valladolid y encargado por el Rey de las fortificaciones).

Otro aspecto que nos ayuda a entender la situación de la ciudad fue la estrategia que la Corona adoptó respecto a la lucha con Portugal. En efecto, en 1640 la Corona tenía abiertos varios frentes y se minusvaloró la capacidad de Portugal. Como consecuencia de este análisis la lucha contra Portugal quedó relegada a un segundo plano.

Aparte de los factores que hemos enumerado había otros de enorme peso que nos ayudan a entender el penoso estado de las fortificaciones de Badajoz. En primer lugar debemos señalar que la mayor parte de las obras se realizaban con tierra y los temporales arruinaban periódicamente dichas obras. Por otro lado faltaban ingenieros y maestros alarifes capaces de planificar y ejecutar obras de entidad.

El mandato del marqués de Torrescuso no se alargó pues el día 9 de abril de 1645 el Rey ordenó su sustitución por Diego Mexía, I marqués de Leganés. El 1 de mayo de 1645 el marqués de Torrescuso se despedía de las autoridades municipales (147). En abril llegaba a Badajoz el nuevo Capitán General. Durante su corto mandato, el marqués de Leganés prestó especial atención a las puertas de la ciudad aunque la realización más importante fue el fuerte de Telena cuyas obras se iniciaron bajo su mandato. El fuerte de Telena mantiene la misma relación de ángulos del fuerte de San Cristóbal, es decir, ángulo saliente de 60º grados, ángulo flanqueado recto y la línea de defensa de los baluartes incide en el ángulo flanqueado y forma con la cortina un ángulo de 20º grados (en el frente Oeste es de 25º). La relación entre flancos y lados es también similar (flancos cortos, caras largas y gola estrecha). Tres revellines (dos destinados a proteger sendas cortinas y el tercero situado delante de la puerta), foso y el camino cubierto completaban la obra. En conjunto, el fuerte, dada la longitud de sus líneas de defensa y cortinas, es muy adecuado para ser defendido con fuego de mosquetería aunque contó con artillería casi desde su construcción.

A comienzos de 1646, el Rey decidió que el marqués de Leganés mandase el ejército de Cataluña (148). Mientras tanto, se hizo cargo del Real Ejército de Extremadura el barón de Molinguen y después el marqués de Tavara

En 1646 se siguió fortificando Telena (fuerte de San Juan de Leganés) y también se realizaron obras en el fuerte de San Cristóbal (149).

En estos años debieron levantarse las medias lunas de Marssi y la calle del Pozo ya que Luis de Venegas fecha ambas obras antes del año 1647 aunque debemos advertir que no podemos determinar si esta es una fecha exacta o un cálculo aproximado de este ingeniero. En cualquier caso debemos suponer que dichas obras se realizaron antes de la llegada de Luis de Venegas a Badajoz (año 1651). Luis de Venegas apunta también que Rafael de Médicis había diseñado un baluarte donde después se construyó la media luna de Marssi. El proyecto de Rafael de Médicis debemos fecharlo antes de 1646 ya que este ingeniero murió decapitado por un proyectil de artillería en la batalla de Telena.

Pese a todo, las lluvias destruían lo que tanto costaba levantar. Así en una carta, fechada el 20 de febrero de 1647 se dice que los temporales habían arruinado buena parte de San Cristóbal y las murallas de la ciudad.

En 1647 el marqués de Leganés volvía a estar al frente del Real Ejército de Extremadura pues el 14 de enero de 1647 era relevado del mando del ejército de Cataluña (150). Parece que Simón de Castañiza estuvo al frente del Real Ejército de Extremadura en tanto se personaba en Badajoz el marqués de Leganés (carta del 29 de marzo). El día 19 de mayo llegaron a Badajoz el marqués de Leganés y el ingeniero Cosmander que se había pasado del lado portugués al castellano. Este jesuita e ingeniero de origen holandés había fortificado multitud de ciudades portuguesas de las que destacamos por su proximidad las plazas de Elvas y Olivenza (151). Desgraciadamente la actividad de este gran ingeniero fue corta ya que murió en el año 1648 cuando al frente de las tropas castellanas dirigía los trabajos contra las fortificaciones de Olivenza que el mismo había diseñado.

El 29 de julio de 1649 el marqués de Leganés envió una carta al Rey dando cuenta del lamentable estado de las fortificaciones

“…Aunque diversas veces tengo dada quenta á V.M. del mal estado que tienen las fortificaciones desta plaza asi por su naturaleza como por lo que se han hido disminuyendo y arruinando constando solo de una debil tapia y por partes algunos pedazos de muralla antigua sin traveses ni terraplen, siendo oy de mayor cuidado esta materia por lo que todo esto y las fortificaciones de afuera se an fracasado y deshecho con las llubias del ybierno antecedentemente y hallandose esta plaza indefensa a riesgo evidente de suceder una desdicha irreparable en tanto grado que no se puede rondar la muralla por haberse caido la vanqueta por donde yba la ronda de noche (…) y representandolo con la verdad y veras que es menester, suplicando á V.M. de rrodillas se sirva de mandar que con toda brevedad se asista con algún dinero para que se puedan componer estas fortificaciones en que va la seguridad desta plaza…” (152)

Es decir, tanto la muralla como las obras exteriores (medias lunas) estaban arruinadas o amenazando ruina. La situación era desesperada y el 3 de agosto de 1649 la Junta de Guerra acordó recomendar que se destinase algún dinero para

“…obrar lo mas preciso, y al mismo tiempo se le pregunte quanto importara lo mas forzoso e ynescusable para que sin dilatarlo mas se le asista con lo necesario y la plaza se ponga en defensa…” (153)

Posiblemente una de las obra de mayor calado fue la construcción de una estacada entre la Torre del Canto del Guadiana y las Aceñas. El proceso de construcción de la misma está perfectamente documentado. El 24 de mayo de 1650 el Alcalde Mayor comunicó a los capitulares la petición del marqués de Leganés para levantar la estacada. Esta obra reforzaría la seguridad de la plaza y se utilizaría para recoger dentro los ganados de los vecinos. Los capitulares aceptaron la petición. Para financiar la construcción se decidió hacer un repartimiento entre los dueños de ganado aunque finalmente tuvo que completarse con otros arbitrios (154).

A finales de 1650 llegaba a Badajoz Francisco Tuttavila, duque de San Germán (155). Resulta muy conveniente que realicemos una panorámica de las fortificaciones de Badajoz en la década de los cincuenta utilizando para ello el magnífico plano de Badajoz del Krigsarkivet. El plano ha sido fechado hacia 1645 pero la presencia de las medias lunas de Marssi y la calle del Pozo (construidas hacia 1647) y la estacada de la Torre del Canto (1650) nos indica que debemos fechar el plano en la década de los 50. Como flecha tope hemos de apuntar el año 1658 ya que no aparecen obras muy características que se realizaron ese año, si bien, sospechamos que la fecha del plano está mucho más cerca de este año que de 1650.

Las fortificaciones de Badajoz podemos agruparlas en torno a tres ámbitos bien diferenciados: Alcazaba, cerca urbana y fuertes exteriores.

A. La Alcazaba aparece ceñida por la muralla de tapial jalonada con torres (cubos y albarranas) y precedida de la acitara (conocida según los autores como falsabraga o barbacana). Como obras nuevas sólo podemos documentar la Puerta de los Carros (conocida entonces como de la Consolación), la media luna que se levantaba delante de Puerta del Alpéndiz (similar a la de la Torre del Canto) y tres baterías: ermita de Santiago o de las Lágrimas, Juego de la Condesa y Torre del Pendón. Para montar esta última debió desmocharse, sino no lo estaba anteriormente, la Torre del Pendón. Esta batería era la que ocupaba la cota más bajas de las tres, por ello, no parece que fuese útil ante un ataque desde San Cristóbal y debió estar destinada a defender la Cabeza del Puente y el Puente de Palmas. La batería de Santiago era la mayor y posiblemente la más antigua. Se montó junto a la ermita del mismo nombre. Como ya hemos dicho en otra ocasión debía contrarrestar los ataques procedentes de San Cristóbal si llegado el caso el enemigo ocupaba su fuerte. La batería del Juego de la Condesa está orientada hacia la Vega de Mérida. Con motivo de los ataques portugueses de 1643 y 1658 se instalaron piezas de artillería en el Ayuntamiento, situado en este momento en la Plaza Alta y adosado a la muralla de la Alcazaba.

B.La ciudad estaba cercada por la muralla medieval jalonada de trecho en trecho con cubos y albarranas. En el plano del Krigsarkivet tanto la muralla como las medias lunas aparecen bordeadas por una línea paralela de difícil interpretación. En el caso de las medias lunas parece representar el foso, en la caso de la muralla urbana no estamos seguros de su significado (¿acitara?, ¿foso?). Delante de la muralla medieval se levantaban diez medias lunas. Las que se extienden entre el Guadiana y la Puerta de Santa Marina están espaciadas regularmente. Si comenzamos por el Guadiana las dos primeras medias lunas que encontramos son las de la Torre del Canto del Guadiana y Santo Domingo. La primera de ellas aparece en el plano como un semibaluarte con su ángulo flanqueado recto. El ángulo saliente está cercano a los 55º y no parece contar con foso propio. La media luna de Santo Domingo presenta ángulo saliente de 90º y está precedida de foso. Tropezamos con muchos problemas para fechar dichas. Sospechamos que se iniciaron en 1644 durante el mandato del marqués de Torrescuso. No obstante, el autor del plano que representa el sitio de 1658 (Krigsarkivet, Estocolmo) apunta que ambas medias lunas se construyeron durante el sitio de 1658. Resulta muy complicado hilvanar noticias tan contradictorias. La única forma de dar sentido a estos datos sería considerar que las medias lunas se iniciaron en 1644 pero hasta el sitio de 1658 no se completaron. Pensamos que en 1658, con los portugueses a la vista de la ciudad, debieron terraplenarse ambas fortificaciones de modo que en el plano del Krigsarkivet aparecen como obras realizadas durante el sitio. En el plano de Juan Nunes Tinco las medias lunas que nos ocupan tan sólo aparecen insinuadas. Si tenemos presente que Juan Nunes Tinoco terminó el plano el 11 de agosto podríamos suponer que los trabajos de terraplenado debieron realizarse a partir de esa fecha. El plano de Bernabé de Gainza pudiera indicar en la misma dirección que venimos apuntando. En efecto, este autor realizó su plano en varios momentos. Es posible que en principio lo confeccionase en el Madrid. Si observamos con atención el plano veremos que representa delante de la muralla diez medias lunas. Cuatro son muy visibles (Torre del Canto, Santo Domingo, Santa Marina y Trinidad) y las seis restantes apenas están esbozadas. Cuando Bernabé de Gainza llegó a Badajoz completó el plano original con información adicional. En esta información adicional se incluyen tres de las cuatro medias lunas que hemos citado (Torre del Canto, Santa Marina y Trinidad) lo que parece indicar que dichas medias lunas (junto con la de Santo Domingo) eran las de mayor entidad cuando Bartolomé Gainza llegó a la ciudad en 1658 y conoció de primera mano sus fortificaciones.

Siguen después las medias lunas situadas frente a las calles de Santo Domingo y el Pozo (Menacho). Luis de Venegas fecha ambas obras hacia 1647. Asimismo este ingeniero identifica a la primera de ella como media luna de Marssi. Ambas tienen unas dimensiones muy similares y su ángulo saliente es recto.

Delante de la Puerta de Santa Marina se levantaba otra media luna que se concluyó en 1643 durante el mandato del conde de Santiesteban aunque fue diseñada y comenzada durante el mandato de Juan de Garay.

Seguían cuatro medias lunas (Lagares-Moraleja, Madre de Dios y dos más en los hornos caleros). Tres estaban comenzadas en 1643 pero desconocemos cuando se inició la cuarta aunque es evidente que todas ellas estaban construidas hacia 1650. Posiblemente nos encontremos ante un caso similar al de las medias lunas de la Torre del Canto y Santo Domingo. En la Relación de Sucesos del año 1658 se apunta que a comienzos del mes de octubre de 1658 las medias lunas de los hornos caleros no estaban en defensa aunque se trabaja en ellas. Su estado era tan precario que los defensores tenían orden de abandonarlas en caso de ataque. Todo parece indicar que no estaban terminadas aunque alguna de ellas se comenzase en 1643. En esta misma dirección apunta el plano anónimo del sitio que ni siquiera las representa (Krigsarkivet, 1658). En lo que se refiere a su configuración hemos de apuntar que las dos primeras (Lagares-Moraleja y Madre de Dios) aparecen como baluartes aplicados a la muralla medieval. Ambos tienen el mismo diseño. En esta ocasión los flancos son más largos aunque siguen teniendo una longitud similar a la semigola. Los ángulos flanqueados y saliente son rectos. La línea de defensa incide en la cortina que las separa y no en el ángulo flanqueado de su baluarte adjunto.

La última media luna de la cerca urbana se encontraba delante de la Puerta de la Trinidad. La media luna de la Trinidad fue rematada durante el mandato del conde de Santiesteban en 1643 pero al igual que la media luna de Santa Marina fue diseñada y comenzada durante el mandato de Juan de Garay.

A las medias lunas había que añadir la estacada que se extiende entre la Torre del Canto y la Aceña (1650), un posible foso delante de la cerca urbana y cinco baterías (¿Puerta del Embarcadero?, Torre del Canto, calle del Pozo, Olivar de los Frailes y Trinidad). Cuatro de estas baterías existían desde 1643. En la Relación de sucesos se dice que a comienzos del mes de octubre de 1658 se instaló artillería en la zona de la Trinidad. Curiosamente en el plano ya aparece representada, por ello, es posible que la noticia de 1658 tengamos que interpretarla como un refuerzo destinado a entorpecer los aproches que los portugueses estaban dirigiendo contra aquel sector de la ciudad.

Las tres salidas de la plaza situada delante de la Puerta de Palmas (puente, camino de Telena y camino de la fuente de Mafra) contaban con sus correspondientes portadas. En el centro del puente aparece una indicación que no sabemos interpretar (¿parapeto?, ¿estacada?, ¿puente levadizo?). La cabeza del puente contaba con una simple estacada que defendía la entrada del puente.

Las fortificaciones exteriores se situaban en la orilla derecha del Guadiana. El cerro San Cristóbal estaba ocupado por el fuerte que comenzó el marqués Gaspar Torralto en mayo de 1641. El fuerte se levantó en torno a la ermita de San Cristóbal que debió acoger, al menos temporalmente, a la guarnición. Para la descripción del fuerte seguimos el plano de Badajoz del Kigsarkivet que muestra como los ángulos flanqueados eran de 90º. Debemos puntualizar esta circunstancia ya que en otros planos posteriores los flancos están trazados perpendiculares a la línea de defensa. En cualquier caso, apreciamos que el frente Norte era el más fuerte ya que era el más expuesto a los ataques. Su cortina está orientada en dirección NE-SW para que los flancos de sus dos semibaluartes, que forman con ella un ángulo recto, no fuesen enfilados desde el Cerro de San Juan. La cortina y las líneas de defensa son cortas lo que posibilita una defensa con fuego de mosquetería. Sobre el trazado de los semibaluartes carecemos de datos fiables ya que el plano del Krigsarkivert no permite muchas precisiones. Como ya hemos dicho, su ángulo flanqueado es recto, el ángulo saliente de unos 60º grados y la línea defensa del semibaluarte izquierdo incide en el ángulo flanqueado del semibaluarte derecho y forma un ángulo de unos 20º con la cortina. Los flancos de los semibaluartes son cortos (similares a la semigola), la gola estrecha y las caras largas y desiguales para ajustarse a la orientación de sus respectivos frentes laterales que están diseñados de modo que estén desenfilados del Cerro de San Juan y al tiempo puedan ser batidos desde la Alcazaba o la ciudad. El frente lateral derecho estaba enfilado hacia la batería de Santiago y el frente lateral izquierdo podía ser batido desde la ciudad. El frente lateral derecho está rematado con un semibaluarte y el izquierdo con un baluarte similar al del frente de ataque salvo en su flanco izquierdo que es más largo. El frente Sur (frente de gola) estaría cerrado de un modo sumario de modo que en caso de perderse pudiera ser demolido y desde la Alcazaba pudiese batirse el interior del fuerte. En este frente se abría la puerta que contaba para su defensa con un tambor de planta cuadrada. El frente de ataque tenía delante un revellín muy amplio que cubría completamente la cortina ya que sus líneas de defensa incidían en las caras de los semibaluartes. La orientación actual de la cara izquierda no coincide con la se muestra en el plano del Krigsarkivet. Por último, tanto el foso como el camino cubierto cubrían el frente de ataque y los frentes laterales.

En la década de los 50 trabajaron en Badajoz los ingenieros Luis de Venegas Osorio, Carlos Tourlón (holandés que fue ingeniero mayor del Real Ejército de Extremadura), Suero García de Valdés, Juan Pablo Francazani (un ayudante de ingeniero que 12 de octubre de 1654 se pasó a Portugal con todo su instrumental y cartografía) y Ventura Tarragona. El primero pudo llegar a Badajoz en 1651; el segundo trabajó en las fortificaciones de Badajoz en 1656; el tercero otorgó testamento en nuestra ciudad en 1657 y Ventura Tarragona fue el ingeniero que dirigió los trabajos de fortificación con motivo del ataque portugués del año 1658. Es vital completar la nómina de ingenieros de esta etapa pues alguno de ellos pudo ser el autor del magnífico plano de Badajoz que hemos visto o al menos de algunas fortificaciones allí representadas.

Pero retomemos de nuevo el hilo. Durante el mandato del duque de San Germán los portugueses intentaron apoderarse de Badajoz en dos ocasiones (1657 y 1658). En 1657, cuando el duque de San Germán se encontraba sitiando Olivenza, el ejército portugués que acudió para socorrer a la guarnición de Olivenza decidió atacar Badajoz. Con esta maniobra pensaron que podrían tomar la ciudad por sorpresa o al menos obligar al duque de San Germán a levantar el sitio de Olivenza. La situación de Badajoz era desastrosa. Así, ese mismo año el portugués Francisco de Brito Freire señalaba que los castellanos se habían decantado por la guerra ofensiva descuidando la defensiva hasta el punto que en Badajoz sólo había

“…murallas antigas, sem Foço, Estacada, Estrada emcuberta, nem outra algua fortifiçao conçideraval. Antes huns Paos atravesados, e hua terra arañada; couza redicula para Soldados praticos…”(156)

El historiador portugués Ericeira también subraya la debilidad de la muralla aunque añade que era muy alta y por tanto difícil de escalar (157). La situación era tan preocupante que durante el ataque de 1657 se construyó la banqueta en los lugares que carecían de ella y se reforzó el muro con tierra y fajina (158).

Afortunadamente el asalto del año 1657 se saldó con un nuevo descalabro aunque volvió a evidenciar que los portugueses podían levantar un ejército capaz de atacar Badajoz y sus fortificaciones no podrían contener los ataques durante mucho tiempo. Poco después del asalto corrió el rumor de que los portugueses intentarían un nuevo ataque. El rumor bastó para que se reforzarse la guarnición y se hiciesen algunas fortificaçiones porque hasta a ora no parecia q. teniamos (…) enemigo a la uista. Es decir, se tomó conciencia de que Badajoz podía ser conquistada o al menos corría un peligro cierto.

En el Cabildo Municipal del 28 de mayo se acordó solicitar al Rey que pusiese remedio a la penosa situación en la que se encontraba la ciudad esta sin murallas porque las que tienen son muy debiles (159).

Por su parte el duque de San Germán comunicó al Cabildo Municipal la necesidad de hacer medias lunas y pidió la colaboración de los vecinos (1 de septiembre de 1657) (160). El Cabildo Municipal, que en su sesión del 28 de mayo había solicitado al Rey la fortificación de la ciudad, entendió la necesidad de dichas fortificaciones aunque expuso que los vecinos se encontraban exhaustos y por tanto su trabajo debía limitarse a dos de las medias lunas. Nos sorprende que el Duque solicite medias lunas y el Cabildo Municipal asienta a su petición cuando el plano que hemos comentado muestra diez medias lunas cubriendo todo el circuito exterior de la cerca urbana y otra más delante de la Puerta del Alpéndiz (Alcazaba)

Las peticiones del Duque vuelven a repetirse en un informe anónimo, que debemos fechar a finales del año 1657, en el que se enumeran las actuaciones más urgentes en distintas plazas de la Raya. Concretamente de Badajoz se dice que

“…La plaza de Badajoz toda la muralla que tiene es de mala calidad de una tapias simples antiguas, que los mas de los ynbiernos se caen muchos pedazos, y son vajas; de manera que por muchas partes con escalas muy pequeñas se alcanza, no tiene franco en ninguna parte; el hacerle fortificacion con defensa razonable seria cosa de mucho gasto y dilación y por ser el circuito muy grande, y siendo puesto de tanta importancia como se reconoce y plaza de armas de todos los viveres y municiones de guerra convendrá que á lo menos se ponga de manera que este fuera de escalada y de sorpresa; siendo asi que saliendo nuestro Egercito en campaña queda espuesta á que el enemigo la gane, como lo ha intentado en esta campaña; será forzoso por ahora se le abra un foso razonable sirviendose del terreno que se saca del para la estrada cubierta y espalto y en el foso se le haga una empalizada, y asimismo se le hagan unas medias lunas de trecho a trecho y para todo lo referido será necesario veinte mil escudos…” (161)

Es decir, parece insinuarse que se trataba de obras nuevas lo que nos plantearía el asunto de la cronología del plano antes citado (Krigsarkivet, Estocolmo). En efecto, en este informe no se programan medias lunas destacadas (como las que se construirán después en Pardaleras y la Picuriña) sino medias lunas dispuestas delante de la cerca urbana como las que aparecen en el plano del Krigsarkivet. Si tenemos que dar sentido a estas informaciones (planos del Krigsarkivet y documentos de 1657) debemos suponer que o bien el plano es muy tardío, es decir próximo al año 1658, o en realidad se estaba proponiendo completar unas medias lunas, situadas delante de la muralla, que estaban iniciadas pero no concluidas.

El informe debió convencer a los consejeros pues el 15 de enero de 1658 se daba cuenta de una partida de 30.000 escudos destinados a las fortificaciones de la frontera extremeña (162). En enero de 1658 llegaban 12.000 escudos e inmediatamente después Alonso de Moxica y Ventura Tarragona partían para reconocer algunas plazas de la frontera para priorizar las obras más urgentes (163). Los trabajos debieron iniciarse poco después ya que en un Memorial que se leyó en el Cabildo Municipal del día 21 de mayo 1658 se apunta que en esa fecha tanto vecinos como soldados se hallaban trabajando en las fajinas y en los baluartes de la muralla

En 1658 los portugueses volvieron a poner sitio a Badajoz. La presencia del ejército portugués obligó a acelerar el ritmo de los trabajos y reforzar las fortificaciones en las que los portugueses centraban sus ataques. Así, en un primer momento las faenas se concentraron en San Cristóbal que fue el primer objetivo portugués. Según Ericeira, la segunda noche de los ataques (16 de junio de 1658) las tropas de Badajoz efectuaron una salida contra las trincheras portuguesas con objeto de

“…favorecer os gastadores que travalhavan na linha de comunicaço, a qual fabricavam da ponte para o forte…” (164)

La línea a la que se refiere Ericeira es la que comunica San Cristóbal con la Cabeza del Puente. Se trataba de un camino protegido por un parapeto que utilizaban tanto las tropas que se turnaban en la guarnición como los socorros que auxiliarían al fuerte en caso de aprieto.

El duque de San Germán también ordenó coronar el camino cubierto del fuerte con una estacada y construir dos medias lunas delante del revellín para estorbar los trabajos de aproche portugueses. Esta última obra era tan molesta que la noche del 19 los portugueses lanzaron un fuerte ataque para apoderase de ella pero fueron obligados a retirarse sin lograr su objetivo. Pese a todo, el ataque puso de manifiesto que era necesario mejorar y asegurar las comunicaciones entre el fuerte y la ciudad, por ello, el Duque ordenó construir un reducto en la Cabeza del Puente y reforzar con dos medias lunas la línea de comunicación entre el fuerte y el puente.

Al tiempo que los portugueses atacaban San Cristóbal la guarnición de la plaza fortificaba otros puestos. En una carta de Pedro de la Rocha del Risco, fechada en Badajoz el día 11 de julio, se hace un repaso de dichas obras

“…se prosigue insesantemente acabando los baluartes de la muralla y fuera de ella unas medias lunas que se uan dando la mano hasta un fuerte Real (San Miguel) que tenemos ia casi acabado en el camino de la Roza distante de la plaza mas de (ilegible) cañon que se de comunicar con otro que na oi en defensa en el esguaço del maiordomo…” (165)

Las obras que cita Pedro de la Rocha (trabajos en la muralla, medias lunas, baluartes, fuertes, etc) aparecen recogidas en distintos cabildos. Así, el 1 de septiembre de 1657 y 21 de mayo de 1658 se habla de las medias lunas. Los trabajos en la muralla se mencionan en los cabildos de los días 20 de julio y 24 de agosto. En otras ocasiones tenemos constancia de estas labores cuando los vecinos son heridos o muertos. Precisamente, la tarde del 24 de agosto un proyectil, lanzado desde la batería del Cerro del Viento, mató a tres soldados que estaban terraplenando la muralla.

Por lo que se refiere al trabajo concreto en las medias lunas debemos suponer que en un primer momento se reforzaron las de la Torre del Canto, Santo Domingo y Alpéndiz. Es posible que Cosme de Médicis se refiriese a estas obras cuando en 1668 pasó por Badajoz. En efecto, según este autor algunos de los baluartes que ceñían Badajoz en 1668 se habían levantado durante el asedio portugués de 1658.

Los planos portugueses que representan las fortificaciones de Badajoz durante el sitio de 1658 muestran una media luna delante del puente del Rivillas (camino de Mérida) aunque desconocemos cuando se fabricó.

Durante el sitio, el ingeniero Ventura Tarragona diseño y construyó una línea fortificada, a un tiro de carabina de la muralla, que extendía entre las canteras del Rivillas y el Guadiana. La línea estaba reforzada con tres medias lunas. La media luna más fuerte se encontraba en el cerro de Pardaleras. A partir del 11 de agosto se demolió la línea fortificada pues se estaba construyendo otra más cercana a la plaza. No obstante se conservó una de sus medias lunas (Pardaleras). En efecto, la media luna de Pardaleras no sólo se mantuvo sino que se realizaron distintas obras hasta convertirla en un auténtico fuerte avanzado (se dobló su baluarte, se plantó estacada, se excavó foso y se comunicó con la ciudad mediante dos alas).

Para que los portugueses no pudiesen trazar su línea de circunvalación cerca de la ciudad se construyeron varios fuertes:

-El más importante fue el de San Miguel. Sabemos que estaba casi concluido el 11 de julio (Pedro de la Rocha). El fuerte de construyó en torno a la ermita de San Miguel que se encuentra al final del barrio del mismo nombre. Constaba de cuatro baluartes y estaba construido con tierra y fajina. El fuerte estaba comunicado con la ciudad mediante una línea (similar a la que unía San Cristóbal con la Cabeza del Puente). Dicha línea estaba reforzada con una media luna en la zona central y un reducto en la parte más cercana a la ciudad.
-En el Vado del Mayordomo se construyó un fuerte en forma de estrella de cuatro puntas.
-La noche del 17 al 18 de julio se iniciaron las obras de otro fuerte en el Cerro de las Mayas que no llegó a terminarse pues fue conquistado por los portugueses la mañana del 18 de julio.

A estas obras debemos añadir otras de menos entidad (baterías, cañón en el Ayuntamiento, banqueta, etc) y alguna que no pasó de la fase de estudio como el proyecto para derribar las casas adosadas a la muralla de la Alcazaba para convertir a este enclave en el último reducto defensivo de la ciudad.

A medida que avanzaba el sitio la zona que centró la atención de los defensores fue la esquina de la Trinidad que era por donde los portugueses encaminaban sus ataques. La muralla de esta zona fue terraplenada y se pusieron en defensa las medias lunas de los hornos caleros a las que se dotó de estacada y surtida. Delante de las medias lunas de los hornos caleros se excavaron puestos para tiradores. Por otro lado, en un informe de Don Antonio Paniagua, fechado 17 de diciembre de 1677, se apunta que con motivo del sitio portugués de 1658 se empezó en lo alto del convento de la Trinidad un baluarte delineado por Dn Luis Venegas (166).. Es posible que se estuviera construyendo una línea de retirada para el supuesto que los portugueses superasen la cerca y las fortificaciones exteriores de la esquina de la Trinidad. Desconocemos la ubicación exacta del baluarte que se cita aunque pudo situarse en el entorno de las calles de Martín Cansado y Calado. Como veremos más adelante este proyecto fue retomado durante el mandato de Don Juan José de Austria.

Sería muy interesante llegar a determinar los ingenieros que dirigieron lo trabajos durante el sitio de 1658. En este sentido sólo podemos señalar con seguridad a Ventura Tarragona y a Luis de Venegas que diseñó la línea de defensa interior que ya hemos citado.

Las obras continuaron después del sitio. En efecto, poco después que los portugueses levantasen los ataques el Cabildo Municipal solicitó la reparación de las murallas

“…se fortifiquen sus murallas con la presteza que se rrequiere y V. E. se sirva de dar orden y medios conuenientes para ello…” (167)

Tras el sitio de 1658, el período de mayor actividad coincidió con el mandato de Don Juan José de Austria (1661-1664). La nómina de ingenieros que trabajaron en Badajoz en esta etapa es muy amplia: Juan Alférez Carrillo, Luis de Venegas Osorio, Francisco Domingo y Cuevas, Nicolás de Langres (ingeniero francés que se pasó de las filas portuguesas a las castellanas) y Enrique Asençi (ingeniero flamenco).

Con Don Juan José de Austria se realizó un nuevo camino cubierto (diseñado por Nicolás de Langres y ejecutado por Francisco Domingo, 1663), se reformaron las defensas de la Cabeza de Puente, se transformó la media luna de Pardaleras en un fuerte a Corona (Luis de Venegas, 1664), se intentó construir un foso que comunicase el Rivillas y el Guadiana, etc. Además de estas obras, de carácter puntual, Don Juan José de Austria intentó poner en marcha un proyecto muy ambicioso del conocemos pocos detalles.

Don Juan José de Austria abandonó Extremadura en 1664 y el conde de Marsin quedó provisionalmente al mando del Real Ejército de Extremadura e intentó continuar con el proyecto iniciado por don Juan José de Austria. Así, en una carta del conde de Marsin, fechada el 30 de agosto de 1664, se dice

“…y Asi (Señor) V.M. podrá mandar ver lo q. el señor Dn. Juan escrivio tocante á la forma y gasto que se ha de hacer para la de Badajoz y de han de disponer se remita por esta cuenta la cantidad con que se ha de satisfacer el precio de las casas que se han de derribar (é importará acia 15.000 escudos) para la restricción desta plaza de cuya egecucion se vendra a lograr el apartarla por un lado de los padrastros que la dominan y reducirla a menos presidio y a estado de poderse llamar plaza y de las mejores …” (168)

Es decir, Don Juan José de Austria había proyectado construir un nuevo circuito amurallado alejado de los padrastros que rodean la ciudad (cerros del Viento, Picurina, las Mayas, los Mártires, etc.) y más reducido para que pudiese custodiarse con una guarnición más pequeña. Parece ser que las obras se habían iniciado y el conde de Marsin pedía más dinero para abonar las casas que habría que derribar y continuar con las obras hasta conseguir poner la ciudad en condiciones de defensa antes del invierno. El 10 de septiembre el Consejo de Guerra recomendó al Rey la ejecución del proyecto pero pedía que se remitiese el plano del mismo y sobre todo que se enviasen los 15.000 que importaban las casas. Es decir, se debían abonar las casas antes de proceder a su derribo para evitar costosos pleitos con los dueños. Desgraciadamente no conocemos los pormenores del proyecto aunque suponemos que es el que describe Antonio Paniagua en su carta del día 17 de diciembre de 1677. Si estamos en lo cierto se trataría del mismo proyecto que diseñó Luis de Venegas en 1658 que se retomaba ahora bajo la supervisión de Ventura Tarragona y Nicolás de Langres (169). Este proyecto y los demás que se realizaron para reforzar el frente del Rivillas los veremos más adelante.

Durante el mandato del conde de Marsin, el Rey ordenó que Diego Caballero reconociese las fortificaciones de la ciudad y redactase un informe. El informe, 6 de febrero de 1665, nos dibuja un panorama verdaderamente desolador (170). Diego Caballero apunta que la muralla presentaba dos brechas cerca de la Puerta de Santa Marina. También tenían zonas arruinadas el baluarte de Santo Domingo, el fuerte de Pardaleras y la comunicación con el fuerte de San Cristóbal. No menos grave era la situación de la estacada, la media luna de la Trinidad y las puertas y rastrillos de la ciudad. Diego Caballero consideraba que en estas condiciones la ciudad estaba expuesta a un enorme riesgo pues recordemos que en este momento continuaba la guerra con Portugal. Parece ser que las ruinas eran consecuencia de los temporales que arrasaban unas obras realizadas mayoritariamente con tierra. En el informe no se mencionan las obras del proyecto iniciado por Don Juan José de Austria y toda la atención se centra en recomendar la reparación urgente de las zonas arruinadas de la muralla.

Poco después se hacia cargo del ejército el marqués de Caracena que en una carta, fechada el 24 de mayo de 1665, nos vuelve a presentar un panorama similar al descrito por Diego Caballero

“…es cosa lastimosa y deplorable el mal estado en que estan estas plazas, pues esta que es la mas principal (Badajoz) es un corral de Bacas no estando segura de surpresa, sino es que la calidad y cantidad de la gente la asegure con que es preciso si se guarneze con ella falte para la campaña siendo cosa estraña que en ninguna puerta desta ciudad haya puente lebador y asi a qualquiera se puede arrimar el petardo con facilidad…”(171)

Es decir, el Marqués manifiesta que existe un alto riesgo de que la ciudad pueda perderse en un golpe de mano pues sus defensas eran ridículas. Para conjurar este peligro era imprescindible mantener una importante guarnición lo que a su vez impedía contar con suficientes efectivos para realizar campañas en Portugal ya que una parte importante de sus fuerzas debían quedar en Badajoz para asegurar su defensa. Durante el mandato del marqués de Caracena se iniciaron varias obras:

-El camino cubierto que se extendía delante de la Puerta de la Trinidad (Diego Caballero).
-La reparación de los puestos de guardia que realizó Francisco Domingo en 1665.
-El baluarte que llevaba su nombre (baluarte de Caracena conocido también como baluarte de San Andrés) Desconocemos su ubicación exacta aunque puso situarse entre las prolongaciones de las calles Suárez Somonte y Madre de Dios. Conocemos poco de él pero parece que su flanco era corto, la gola amplia y el ángulo flanqueado recto. Según Luis de Venegas, cuando acabó la guerra con Portugal (1668) sólo se había empezado a mover la primera tierra. En julio de 1677 seguía sin terminar y poco después fue demolido. En este sentido debemos señalar que en el plano de Francisco Domingo, fechado el 16 de junio de 1679, ya no aparece.
-El baluarte de los Hornos Caleros. Se encontraba aproximadamente junto el Colegio Juventud. Su evolución es similar al anterior. En 1677 no se había terminado aunque estaba muy adelantado y hacia el año 1680 fue demolido cuando se construyó el baluarte de Santa María.

Es decir, las obras del marqués de Caracena se centraron en el ángulo de la Trinidad, el más vulnerable de la ciudad. Por otro lado, los baluartes de Caracena y los hornos caleros venían a sustituir a las dos medias lunas de los hornos caleros que hasta ese momento habían defendido este sector.

Pese al enorme desembolso que había supuesto la construcción de las fortificaciones que hemos enumerado las obras eran de mala calidad de modo que los temporales causaban continuas ruinas y su deficiente diseño las hacia poco eficaces en caso de ataque. Así, cuando las plazas portuguesas de Olivenza, Elvas y Campomayor contaban con un moderno recinto abaluartado, las defensas de Badajoz se limitaban a un muro medieval al que se le habían añadido varias medias lunas precedidas de un camino cubierto, estacada, algunos fuertes exteriores (Cabeza de Puente, San Cristóbal y Pardaleras) y baterías. En la vista de Badajoz que realizó Pier María Baldi en 1668 podemos observar el panorama que hemos esbozado en las líneas anteriores (172).

En 1668 se firmó la paz con Portugal y se abría una nueva etapa para Badajoz convertida en guarnición permanente y centinela del camino Lisboa-Madrid. Podemos decir que la independencia de Portugal ha sido el acontecimiento histórico de mayor trascendencia desde que Ibn Marwan se instaló en el Cerro de la Muela.

Las actuaciones en las fortificaciones de la frontera después de la guerra podemos dividirlas en dos períodos claramente diferenciados. El primero se extiende entre los años 1668 y 1675. En esta etapa la Corona emprendió pocas obras. Las autoridades se limitaron a mantener las fortificaciones existentes y reparar las ruinas que periódicamente se iban produciendo. Posiblemente las dificultades económicas y sobre todo el deseo de no provocar la desconfianza de Portugal, que podía interpretar las nuevas fortificaciones como el preludio a una nueva guerra, puedan explicar este planteamiento. Una de las pocas obras que tenemos documentada en esta primera etapa es la reparación de los almacenes a donde estan en esta plaça los peltrechos de guerra y municiones. La obra se ajustó el día 27 de julio de 1671 y se tasó en 20.000 reales.

A partir de 1675 la situación sufrió un cambio radical. En efecto, ese año se elaboró un “ambicioso” plan de reformas de las fortificaciones de la Raya. El estado de las defensas de Badajoz en estos años era aun más preocupante del que nos había mostrado Diego Caballero en su informe del 6 de febrero de 1665. En un nuevo informe sobre las fortificaciones de la frontera elaborado por Luis de Venegas (8 de julio de 1677) se denuncia que las murallas comprendidas entre la Alcazaba y la Puerta de Palmas estaban prácticamente caídas y era necesario reparar casi todas las puertas y rastrillos, baluartes, medias lunas, estrada encubierta, fuertes (San Cristóbal, Cabeza de Puente y Pardaleras), etc. En este informe se recomendaba también la construcción de una nueva línea amurallada intramuros para reforzar la esquina de la Trinidad. Volveremos sobre este asunto más adelante.

Ante la penosa situación de Badajoz, el Cabildo Municipal había acordado reparar algunos tramos de la muralla (4 de marzo de 1677) aunque la cantidad desembolsada (416 rs.) nos hace sospechar que la obra debió ser mínima. En efecto, debemos tener presente que en los proyectos para reparar el fuerte de Pardaleras (23 de mayo 1679) y construir los dos baluartes en la Trinidad (2 de junio de 1679) se estipulaba el coste de una vara cúbica construida en 12 y 10 reales respectivamente y cada tapia de hormigón en 10 reales.

El lamentable estado de las fortificaciones de la Raya hizo que en 1677 la Corona destinase 20.000 escudos para fortificar la frontera aunque según escribía Antonio Paniagua la mayor parte de estos fondos debían destinarse a Badajoz. Los mayores esfuerzos se centraron en el frente del Rivillas, concretamente en la esquina que ocupaba el convento de la Trinidad. Este sector era el más vulnerable de la ciudad pues la presencia de padrastros cercanos a la muralla unida al declive de la topografía urbana hacia el Rivillas dejaba descubierto y dominado al caserío y a la muralla. A esta topografía tan poco ventajosa había que sumar la mala calidad de los muros. En diciembre de 1677 ya se estaba trabajando en un proyecto que superase los problemas mencionados (173). Antes de entrar en este asunto conviene que repasemos las propuestas que se habían presentado para reforzar la esquina de la Trinidad.

Como ya hemos dicho en 1658 los portugueses intentaron apoderase de Badajoz. Primero procuraron tomar el fuerte de San Cristóbal. Los asaltos al fuerte fracasaron por lo que decidieron sitiar la ciudad. Los trabajos de asedio estaban dirigidos por el ingeniero Nicolás de Langres que determinó entrar en Badajoz por la zona del convento de la Trinidad. Para ello se apoyó en el padrastro de la Picuriña-San Lázaro y en los hornos caleros (situados cerca de la nueva Plaza de Toros). En ambos lugares montó artillería y comenzó los aproches para acercarse a la esquina de la Torre del Canto del Rivillas (situada en las inmediaciones del Colegio Juventud). El plan no podía ser más sencillo y efectivo ya que la batería de la Picuriña-San Lázaro dominaba y enfilaba la muralla de la ciudad comprendida entre la Torre del Canto del Rivillas y Santa Marina. Al mismo tiempo este sector era batido frontalmente desde los hornos caleros. Para contrarrestar estos inconvenientes se inició una nueva línea de fortificada. La nueva línea se situaba intramuros no estaba enfilada y al ocupar una cota más elevada que las viejas murallas medievales tampoco estaría dominada desde el Cerro de la Picuriña. Como ya hemos dicho, el autor de este primer proyecto fue Luis de Venegas.

Durante el mandato de Don Juan José de Austria (1661-1664) se retomó el proyecto anterior pero fue revisado y perfeccionado por los ingenieros Nicolás de Langres y Ventura Tarragona. Es decir, el proyecto resultante era obra de tres ingenieros que en 1658 habían estado enfrentados ya que Luis de Venegas y Ventura Tarragona eran dos de los ingenieros que defendieron Badajoz mientras Nicolás de Langres en 1658 dirigía los ataques portugueses contra Badajoz.. Según el informe de Luis de Venegas del 8 de julio de 1677 la nueva línea se componía de un baluarte en el Olivar de los Frailes que se había iniciado en 1658 (entorno de las calles de Martín Cansado y Calado). De este baluarte partían dos cortinas una hacia la Torre de las Palomas y otra hacia el final de la calle de Suárez Somonte para unirse con el baluarte de Caracena. Las defensas se completaban con una tenaza en el Cerro de la Picuriña que los ingenieros Nicolás de Langres y Ventura Tarragona añadieron al proyecto original (174). El objetivo de esta última fortificación era impedir que este padrastro (Cerro de la Picuriña) fuese tomado por el enemigo y desde él organizase el ataque a la ciudad.

El proyecto que se estaba planteando construir en diciembre de 1677 era una versión reforzada del anterior. En primer lugar, el baluarte del Olivar de los Frailes se había sustituido por un semibaluarte y la cortina que unía este semibaluarte con la plataforma de la Torre de las Palomas estaba reforzada con un baluarte. Desde el punto de vista técnico el proyecto es muy interesante ya que es la primera vez que los flancos de los baluartes no son trazados perpendiculares a la cortina sino a la línea de defensa. Esta norma no siempre se sigue pues en algún caso era prioritario que el flanco no estuviese enfilado y eso obligaba a adoptar el ángulo más adecuado para evitar la enfilada. El principal problema que presentaba el nuevo trazado es que al construirse a una cota muy superior a la que ocupaba la vieja muralla obligaba a dejar extramuros a una parte de la ciudad (convento de la Trinidad, cincuenta casas, la vieja estrada que había construido Diego Caballero frente a la media luna de la Trinidad, etc). Este problema ya se planteó en tiempos de Don Juan José de Austria y el conde de Marsin. Pese a todo se iniciaron los trabajos y se tasaron el convento y la casas.

Para obviar los inconvenientes del proyecto anterior, Antonio Paniagua presentó el 17 de diciembre de 1677 un segundo proyecto que dejaba intramuros al convento y las casas. Para ello la nueva muralla discurría por una cota inferior y más cercana al cauce del Rivillas y al padrastro de la Picuriña. Desgraciadamente con este trazado las nuevas fortificaciones estarían dominadas desde el cerro de la Picuriña. El autor del segundo proyecto era también Luis de Venegas. Nos resulta sorprendente el cambio de Luis de Venegas ya que en su informe de 8 de julio de 1677 había recomendado el primer proyecto y en tan sólo 5 meses reconsideró un proyecto que había mantenido durante más de 19 años. Como quiera que fuese este proyecto alternativo tampoco se ejecutó pues la Corona optó por reparar las ruinas en el resto de las fortificaciones de la ciudad antes de acometer obras nuevas. Los planteamientos técnicos de este segundo proyecto son idénticos al primero.

Al mismo tiempo que se estudiaban estos grandes proyectos por parte de la Corona, el Cabildo Municipal realizaba ciertas reparaciones en el año 1678 (el pago de las obras se acordó el 16 de marzo de 1679). Si tenemos presente que el Cabildo Municipal desembolsó 820 rs. por las obras podemos imaginar que las reparaciones fueron muy limitadas.

Gracias al plano de Francisco Domingo (16 de junio de 1679) podemos hacernos una idea muy precisa de las fortificaciones de la ciudad en este momento. La Alcazaba aparece representada de un modo muy sumario y sólo podemos apreciar la media luna de la Puerta del Alpéndiz.

La ciudad seguía conservando su cerca medieval aunque había perdido las albarranas. Si comparamos este plano con el de mediados del siglo (Krigsarkivet, Estocolmo) advertimos que las medias lunas la Torre del Canto y Santo Domingo han sido transformadas en sendos baluartes y han desaparecido las tres medias lunas más cercanas a los hornos caleros. Estas tres medias lunas fueron sustituidas en tiempos del marqués de Caracena por los baluartes de Caracena y los hornos caleros. De ellos el primero, Baluarte de Caracena, ya había sido demolido en este momento (16 de junio de 1679) y el segundo, Baluarte de los hornos caleros, desaparecerá poco después cuando se construya el Baluarte de Santa María. Frente a la Puerta de la Trinidad se alza una media luna y delante de la Puerta Mérida un pequeño baluarte adosado a la muralla

Precediendo las medias lunas discurre el camino cubierto diseñado por Nicolás de Langres y construido por Francisco Domingo en 1663. Frente a la media luna de la Trinidad se aprecia el camino cubierto de Diego Caballero que también será demolido cuando se construya en 1680 el Baluarte de la Trinidad.

En las obras exteriores es donde encontramos más novedades. En Pardaleras se levanta un fuerte comenzado en 1658 pero que fue totalmente reformado por Luis de Venegas en 1664. La Cabeza del Puente muestra el hornabeque reformado también en tiempos de Don Juan José de Austria. En el Fuerte de San Cristóbal se distinguen cambios. Algunos están perfectamente fechados como las defensas que preceden al revellín (sitio de 1658). Otras modificaciones como las plazas de armas de los frentes laterales no las podemos fechar. Finalmente los fuertes de la Cabeza de Puente y San Cristóbal están unidos por una línea de comunicación de la que ya hemos hablado con motivo del sitio de 1658.

El plano nos permite conocer la planta de las fortificaciones y gracias a distintos informes sabemos que el estado de la mayor parte de ellas era ruinoso. En cualquier caso, y como consecuencia de la nueva preocupación por las fortificaciones, en el año 1679 se acometieron importantes obras. Pese a todo, el Consejo de Guerra en sus recomendaciones e informes insistía en que antes de acometer nuevas obras debían repararse primero las partes arruinadas (175).

El año 1679 fue especialmente fecundo en obras. La más inexcusable, desde un punto de vista defensivo, fue la reconstrucción del fuerte de Pardaleras (23 de mayo de 1679) que se encontraba arruinado desde el año 1664. Por el contrario, la obra más deseada por los vecinos fue el cuartel de caballería que comenzó a construirse el año 1679 en la plaza de Santo Domingo. Para poder valorar la trascendencia de esta obra debemos recordar que los vecinos tenían la obligación de alojar a los soldados en sus propias casas y gracias a este cuartel una parte de las tropas pasarían a alojarse en el cuartel lo que redundaría en beneficio del vecindario. Por su parte el Cabildo Municipal ordenó ese año nuevas obras para “tapar” los portillos y brechas de la muralla para controlar la entrada de posibles apestados. Por esta razón más que fortificar la ciudad se consiguió un cercado que por su altura, y no por su fortaleza, impidiera el acceso a la ciudad de los enfermos (cabildos de los días 18 de mayo, 5 de junio de 1679, etc.). También sabemos que se realizaron obras de reparación en la estrada encubierta de la ciudad (176).

La fortificación de más envergadura fue el refuerzo del frente del Rivillas y especialmente de la esquina de la Trinidad. Como venimos viendo se habían sucedido los proyectos aunque ninguno pasó de su fase inicial. Finalmente, en junio de 1679, se estudió el presupuesto de un nuevo proyecto que a iniciativa de Antonio Paniagua había realizado Francisco Domingo. Este proyecto contemplaba la construcción de dos baluartes que dejarían intramuros al convento de la Trinidad. El proyecto de Francisco Domingo y el segundo proyecto de Luis de Venegas dejaban intramuros al convento de la Trinidad aunque en el diseño de Francisco Domingo los flancos son perpendiculares a la cortina. El proyecto de Francisco Domingo se tramitó y ejecutó con una rapidez inusitada. En efecto, Francisco Domingo realizó el presupuesto de las obras el 2 de junio. El presupuesto se incorporó al informe que Antonio Paniagua envió al Consejo de Guerra (14 y 16 de junio de 1679). Pues bien, el día 3 de marzo de 1680 Antonio Ravanales, maestro albañil, y su compañero Juan Marcos tenían adjudica la obra de la fábrica de los baluartes y muralla de la puerta de la santisima Trinidad (177). Si nos fiamos de la fecha que aparece grabada en la portada interior de la Puerta de la Trinidad, en 1680 la zona contigua a la nueva Puerta de la Trinidad ya estaba concluida. Posiblemente la Corona aceleró la tramitación de las obras espoleada por las noticias que se tenían sobre las precauciones que estaban tomando los portugueses ante un posible enfrentamiento con Castilla. En la rápida ejecución de la obra pudo intervenir también el miedo a la peste. En efecto, para evitar la llegada de enfermos de peste el Cabildo Municipal ordenó tapiar los portillos, cerrar las puertas y sobre todo controlar el paso de forasteros por ellas.

En cualquier caso, el proyecto de Francisco Domingo se limitaba a dos baluartes (Trinidad y Santa Marina) y dos cortinas con un total de 840 varas. Las características técnicas de estas nuevas fortificaciones y su coste aparecen perfectamente descritas en el proyecto. La muralla tendría siete varas de altura sin contar el parapeto que tendría una vara de altura en su cara exterior y vara y media en la cara interna. El foso sería de cien pies de ancho y dos varas de profundidad. Los materiales extraídos en su excavación se emplearían en la construcción de los baluartes y cortinas (la tierra se destinaría a los terraplenes y la piedra a los muros). Una parte de la obra se realizaría con tapias de hormigón incluso en algunos casos se estipulaba que algunas tapias sólo tendrían hormigón en sus caras exteriores.

Estas obras, tan necesarias, llegaban muy tarde pues hacia años que las plazas portuguesas de Elvas, Olivenza y Campomayor estaban fortificadas a la moderna (178). Asimismo cuando se aprobó el proyecto de Francisco Domingo se insistió que lo primero que debía hacerse era atender

“…al reparo de las fortificaciones arruinadas por ser lo que importa mas el que se compongan, y lo que se podra ejecutar con menos costa…”(179)

Pese a todo, las obras fueron muy oportunas pues en 1680 la tensión entre España y Portugal estuvo a punto de desencadenar un nuevo enfrentamiento. En efecto, los problemas en la colonia americana de Sacramento y los intentos portugueses de penetrar en el Río de la Plata tuvieron una repercusión inmediata en la Península. Badajoz se preparó para un hipotético ataque. Las autoridades municipales decidieron alertar a los vecinos para que estuvieran atentos a la defensa de la plaza, se aseguró el abastecimiento de carne y se repartieron entre los vecinos armas, balas, pólvora, etc. Afortunadamente no llegó a declararse la guerra (180).

Como ya hemos expuesto, en 1680 se construyeron las primeras fortificaciones abaluartadas del recinto principal de la plaza pero en el resto de la ciudad las murallas estaban en un estado lamentable. Así, en un informe de elaborado por Diego de Portugal y fechado el 27 de enero de 1684 se denunciaba que la muralla estaba aportillada en las inmediaciones de la Torre del Canto, cerca de la Puerta de Santa Marina y frente al Matadero. Por otro lado, el polvorín, los cuarteles y los cuerpos de guardia estaban amenazando ruina (181). Es decir, en estos años las actuaciones en las fortificaciones de la ciudad presentarán características muy distintas dependiendo de su objetivo. Por un lado se efectúan reparaciones en las viejas fortificaciones y de otro lado se continuaba construyendo el nuevo recinto abaluartado. Respecto a las primeras debemos señalar que en el Cabildo del día 26 de junio de 1684 el Gobernador militar de la ciudad (Diego de Portugal) informó a las autoridades municipales que la pagaduría militar se encontrada sin medios para costear la reconstrucción de las murallas que se encontraban caídas. Por ello solicitó la colaboración de la ciudad. Las autoridades municipales, pese a sus dificultades financieras, acordaron contribuir con 120 cahices de cal (182). Asimismo ese verano se libraron 1520 rs. a Antonio Montero por las obras de “aderezo” de la muralla (183).

Las obras de reconstrucción y consolidación más importantes se acometieron en 1688 (184). La simple enumeración de las reparaciones que debían realizarse nos da idea del estado de las fortificaciones. Entre las obras se encontraba prácticamente todo el frente amurallado comprendido entre la Puerta de Palmas y la Alcazaba. En efecto, entre las puertas de Palmas y Pelambres había 162 varas de portillos, entre las puertas de Pelambres y Pajaritos otras 200 varas de murallas aportilladas y entre la Puerta de Pajaritos y la Alcazaba había que levantar 50 tapias y encamisar la muralla en los puntos que se había desgarrado. También había que reparar otros dos tramos situados frente al cuartel de caballería (Santo Domingo) y cerca de la Puerta de Santa Marina respectivamente. Es decir, se procedía a reparar unas zonas que aparecían en los informes de Diego Caballero (6 de febrero de 1655 y 27 de enero de 1684) y Luis de Venegas (8 de julio de 1677) aunque no estamos en condiciones de asegurar que se trate de los mismos portillos pues el Cabildo Municipal ya había ordenado reparar algunos tramos de la muralla en 1677 (4 de marzo de 1677) y 1678 (el pago de las obras se ordenó el 16 de marzo de 1679).

El mismo año 1688 se acometieron otras obras. En este caso tenían como objetivo reforzar algunas fortificaciones:

-Refuerzo de los parapetos de los baluartes de la Torre del Canto y Santo Domingo.
-15 tapias para la batería de la calle del Pozo (actual calle de Menacho).
-En el mes de julio de 1688 se presupuestó el nuevo tejado y distintas reformas en el almacén de los afustes de la artillería (185).

Al mismo tiempo se continuaba levantando el nuevo recinto abaluartado. Las obras estaban dirigidas por Francisco Domingo aunque en algún momento se solicitó la presencia de otro ingeniero (Esteban Escudero) para que las supervisase (186). Como ya hemos visto, los dos primeros baluartes del nuevo recinto fueron los de la Trinidad y Santa María. Posteriormente las obras se extendieron desde el baluarte de la Trinidad hacia la Alcazaba (baluartes de San Pedro y semibaluarte de San Antonio) y desde el baluarte de Santa María hacia el Guadiana (San Roque, San Juan, Santiago, San José y San Vicente). El nuevo recinto presentaba una estructura regular en las dimensiones con baluartes de 300 varas de perímetro y las cortinas de 200 varas de longitud. No obstante, el nuevo recinto abaluartado nacía con fallos de diseño muy graves. Entre los más importantes destacamos:

-La Puerta de la Trinidad se construyó en el flanco del baluarte en lugar de abrirse en el centro de una cortina.
-El baluarte de la Trinidad y las cortinas adyacentes estaban dominados desde varias alturas cercanas (padrastros de la Picuriña, las Mayas y los Mártires).
-El baluarte de San Pedro podía ser batido por las baterías enemigas desde sus cimientos.
-Las cortinas resultaban muy largas en relación a los flancos de los baluartes y además tenían poca altura.

A los problemas de diseño hay que añadir la deficiente construcción de buena parte de las obras de modo que fue preciso acometer multitud de reparaciones y rectificaciones a lo largo de los años.

En cualquier caso, a comienzos del siglo XVIII el nuevo recinto abaluartado comprendido entre la Puerta del Alpéndiz y el baluarte de San Vicente estaba construido pero no terminado pues todavía faltaba mucho para concluir las fortificaciones (terraplenes, foso, camino cubierto, estacada, luneta de San Roque, fuerte de la Picuriña, etc).



NOTAS



1.MAZZOLI-GUINTARD, C.: Ciudades de al-Andalus. España y Portugal en la época musulmana, Almed, Granada, 2000, pág. 43.
2.VALDÉS FERNÁNDEZ, F.: “Las etapas constructivas de la alcazaba de Badajoz”, Bataliús II, Letrúmero, Madrid, 1999, pág. 151.
3.VALDÉS FERNÁNDEZ, F.: “Urbanismo islámico en la Raya de Portugal” En torno al Badajoz Islámico. Trabajos sueltos de arqueología andalusí, Colección arte/arqueología, Diputación Provincial, Badajoz, 2001, pp. 198-199.
4.Los estudiosos que se han preocupado de plasmar en un plano el trazado de las distintas murallas de Badajoz son muy pocos:
-RUBIO RECIO, J. M.: “Badajoz apunte estructural y genético”, Revista de Estudios Extremeños, XVIII-2, Badajoz, 1962. Fue el pionero y su trabajo sigue teniendo vigencia en muchos aspectos.
-TEJEIRO FUENTES, J.; ÁLVARO MELÉNDEZ, J.: La fortificación abaluartada de Badajoz en los siglos XVII y XVIII, Autoedición, Tajo-Guadiana, Badajoz, 2000, pág. 41. Es el estudio más completo.
-SÁNCHEZ RUBIO, C. M.; SÁNCHEZ RUBIO, R.: Badajoz en el Krigsarkivet. El hallazgo de la visión más lejana, Excmo. Ayuntamiento, Badajoz, 2003, pág. 20. Estos autores describen la cerca islámica del siglo XI, es decir, en un momento más tardío del que estamos viendo.
-El Blog, Historias de Badajoz, de Fernando de la Iglesia ha puesto en marcha una iniciativa muy meritoria para debatir sobre los distintos trazados de las murallas medievales de Badajoz.
5.Carlos y Rocío Sánchez Rubio consideran que además de los dos enclaves citados (esquina del Rastro y cruce de las calles Concepción, San Lorenzo y Costanilla) la cerca islámica del siglo XI también contaba con entradas en la Puerta de Pajaritos y la primitiva puerta de Mérida SÁNCHEZ RUBIO, C. M.; SÁNCHEZ RUBIO, R.: Badajoz en el Krigsarkivet. El hallazgo de la visión más lejana, op. cit., pág. 20.
6.Entre los interrogantes y las disyuntivas destacamos las siguientes:
-La perfecta sintonía entre las calles que hemos citado pudiera delatar el trazado de una línea de murallas, o bien, una calle que uniera dos puertas sitas en dos extremos de la ciudad.
-Fernando Valdés sitúa la antigua mezquita aljama en la Iglesia de San Agustín. Es decir, si está en lo cierto tendríamos que ampliar la medina más allá de la calle de Morales, o bien, deberíamos suponer la existencia de otra mezquita aljama más antigua dentro los límites de la primitiva medina. Para precisar el trazado de la muralla en el entorno de San Agustín puede ser clave determinar la función de uno de los muros del patio de la Casa Museo Luis de Morales que parece no guardar relación con el resto de los muros del edificio.
-No sabemos con certeza como se engazaban las murallas de la Alcazaba y la medina pues en este momento la Alcazaba era bastante más reducida que la actual. Es decir, la muralla urbana pudo prolongarse por el norte hasta el río, o bien, pudo tener menor desarrollo y discurrir por la parte alta de las calles de San Atón y Morales para unirse a la Alcazaba en las inmediaciones de la ermita de San José. En el primer supuesto la cerca urbana se prolongaría hasta el río dejando intramuros un espacio difícilmente urbanizable por su pendiente y escaso potencial agrícola por los afloramientos rocosos (de hecho una parte se utilizó como monturio). Asimismo prolongando la muralla urbana hasta el río se despreciaba el potencial defensivo de esta zona ya que tanto el substrato rocoso como la pendiente pueden ser aprovechados para mejorar las defensas urbanas si se traza la muralla por la parte alta de las calles de San Atón y Morales.
-Los terrenos situados al Este de la ciudad, en los que se desarrollará el Arrabal Oriental, estarían extramuros de la primera medina. Si el arrabal se encontraba donde propone Fernando Valdés (viveros y sus alrededores hasta el cauce del Rivillas) entonces la muralla de la medina debió unirse a la Alcazaba a la altura de la Torre de la Vieja. Por el contrario, si el arrabal se localizaba más al sur (hacia la Trinidad) entonces es posible que la línea Soto Mancera-Concepción continuase hasta alcanzar el cauce del Rivillas, tal y como proponen los hermanos Sánchez Rubio, y rodear el Cerro de la Muela.
No estamos en condiciones dar una respuesta satisfactoria a los interrogantes que hemos expuesto aunque confiamos en que en un futuro próximo la arqueología nos permita contar con nuevos datos para abordar este asunto con mayores garantías.
7.VALDÉS FERNÁNDEZ, F.: “Las etapas constructivas de la alcazaba de Badajoz”, op. cit., pág. 152 (not. 6). En cualquier caso debemos apuntar que en otros puntos de la Alcazaba las almenas se cegaron en fechas más tardías. El mejor ejemplo de ello lo encontramos en las almenas que coronaban la muralla que une la Torre de Espantaperros que se cegaron para formar un parapeto continuo.
8.En la traducción de texto de Ibn Hayyan que nos proporcionan E. Lévi Provençal y E. García Gómez no se menciona la Alcazaba. En esta traducción parece insinuarse que se procedió a levantar una nueva muralla cuya construcción se dilató durante ese año (versión del texto tomada de MALPICA CUELLO, A.: Los castillos de Al-andalus y la organización del territorio, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Extremadura, Badajoz, 2002, pág. 49; traducción del mismo texto en VALDÉS FERNÁNDEZ, F.: “Las etapas constructivas de la alcazaba de Badajoz”, op. cit., pág. 152).
9.Fernando Valdés sugiere que estos arrabales pudieron situarse junto al camino de Mérida cerca del lugar que en el siglo XI ocupará el Arrabal Oriental (VALDÉS FERNÁNDEZ, F.: “Arqueología islámica”, Historia de la Baja Extremadura, dir. Ramón Albarrán, Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes, Grafisur, Los Santos de Maimona, 1986, vol. I, pág. 582).
10.VALDÉS FERNÁNDEZ, F.: “Las etapas constructivas de la alcazaba de Badajoz”, op. cit., pág. 153 (not. 8).
11.VALDÉS FERNÁNDEZ, F.: “El Arrabal Oriental de Badajoz: bases para su cronología”, Entorno al Badajoz Islámico, op. cit., pág. 152; VALDÉS FERNÁNDEZ, F.: “Excavaciones en la Alcazaba de Badajoz (tercera campaña, julio-agosto 1979)”, En torno al Badajoz islámico, op. cit., pp.102-107; VALDÉS FERNÁNDEZ, F.: La Alcazaba de Badajoz. Hallazgos islámicos, Excavaciones arqueológicas en España, 144, pp. 47-54; VALDÉS FERNÁNDEZ, F.: “La alcazaba de Badajoz”, Extremadura arqueológica, pp. 265-267, 271-74.
12.GIRÓN ABUMALHAM, M.: “Hallazgo de un horno almorávide en las inmediaciones de la Catedral de Badajoz”, Revista de la Sociedad Arqueológica de Extremadura, 2, Badajoz, 2003, pág. 65.
13.En el interior del silo de la calle de Zurbarán se encontraron dos lucernas islámicas y una figurita mutilada que representaba un camello. Estas piezas se fechan entre el siglo X y finales del siglo XI (VALDÉS FERNÁNDEZ, F.: “Vasija zoomórfica hispano-musulmana del Museo Arqueológico de Badajoz”, Revista de Estudios Extremeños, XXXVI, Badajoz, pág. 381, 382, not. 14; VALDÉS FERNÁNDEZ, F.: “Los candiles islámicos del Museo de Badajoz” Homenaje a Cánovas Pesini, Excma. Diputación Provincial, Badajoz, 1985, pp. 178, 179 y 182).
14.MAZZOLI-GUINTARD, C.: Ciudades de al-Andalus. España y Portugal en la época musulmana, op. cit., pp. 107-108 (not. 142), 72 (necrópolis).
15.VALDÉS FERNÁNDEZ, F.: “Las etapas constructivas de la alcazaba de Badajoz”, op. cit., pp. 155 y 156 (not. 11).
16.Rodrigo Dosma, refiriéndose a Medellín, decía:

“…La coraxa, camino entre dos muros, para que el servicio de la gente no fuese impedido por el agua, que vá para las casas del Conde, donde no ha muchos años, según dicen, que en argollas se amarraban las barcas en tal caso, como por semejante aquí hay (en Badajoz) alrededor el castillo coraxa con vueltas al poniente y al oriente…”

DOSMA DELGADO, R.: Discursos Pátrios de la Real Ciudad de Badajoz, Biblioteca Histórica-Extremeña, Imp. de la Viuda de Artega y Compañía, Badajoz, 1870, pág. 33.
17.PAVÓN MALDONADO, B.: Ciudades y fortalezas Lusomusulmanas, Cuadernos de Arte y Arqueología, 5, M.A.E., Madrid, 1993, pp. 45-46.
Rodrigo Doma señala que muros similares a los de Badajoz se utilizaban en Medellín para amarrar los barcos (ver nota anterior).
Para Matías Lozano Tejada el muro que se extiende frente a la Torre de las Siete Ventanas era un muro protector para llegar al embarcadero de los Reyes (LOZANO TEJADA, M.: Badajoz y sus murallas, Colegio de Arquitectos, Grafisur, los Santos de Maimona, 1983, pág. 28, nún. 25).
En otros lugares han aparecido asociados a norias. En Calatrava la Vieja (Ciudad Real) mediante un sistema de norias de relevo se captaba el agua del río y se elevaba hasta el interior de la fortificación. La utilización de la coracha para montar norias es difícil de verificar debemos tener presente la gran diferencia de cota entre el nivel del río y la parte más baja de la Alcazaba. Por ello parece que las norias, en caso de existir, pudieron destinarse a llevar agua a otros puntos de cota inferior.
En la vista de Badajoz que realizó Israel Silvestre (segunda mitad del siglo XVII) aparece frente a la Torre de las Siete Ventanas una construcción difícil de interpretar. En principio pudiera tratarse de una sucesión de arcos destinados a soportar una conducción de agua. Esta hipótesis toma más cuerpo si recordamos que en las inmediaciones del puente de la Ronda Norte han aparecido arcos de ladrillo similares a los que muestra Israel Silvestre. No obstante, la representación es tan esquemática que también pudiera tratarse de un muro reforzado con contrafuertes tal y como muestra Pier María Baldi en el extremo que linda con el muro del Alpéndiz. Asimismo debemos dejar claro que aunque se tratase de una conducción de agua asociada a la coracha no la podemos adjudicar un origen almohade.
18.En la vista de Pier María Baldi se distinguen perfectamente los balcones amatacanados (TEJEIRO FUENTES, J.; ÁLVARO MELÉNDEZ, J.: La fortificación abaluartada de Badajoz en los siglos XVII y XVIII, op. cit., pág. 68). En la vista de Badajoz de Israel Silvestre no se aprecian estos elementos pues la torre, aunque resulta perfectamente reconocible, está ejecutada de un modo muy esquemático (B.N., Madrid, ER 2974/154). El grabado de Israel Silvestre ha sido fechado hacia 1660 aunque nos resulta extraño que pudiera realizarse esta obra durante el conflicto con Portugal. En todo caso la obra es posterior al año 1679 pues aparece representada la torre de la iglesia del convento de las Descalzas que era pequeña y almenada (MARCOS ÁLVAREZ, F.: “Apuntes para la historia de la ciudad de Badajoz: El convento de Nuestra Señora de las Mercedes Clarisas Descalzas”, Revista de Estudios Extremeños, LIII-3, Badajoz, 1997, pág. 891). A juzgar por ciertos detalles de la Puerta de Palmas es posible que debamos fechar la obra entre el año 1681 y 1691.
19. DOSMA DELGADO, R.: Discursos Pátrios de la Real Ciudad de Badajoz, op. cit., pp. XXXII (not.1), 97 y 98.
20.MENÉNDEZ, J. L.; AZUAR, R.; LOZANO, J.; LLOPIS, T. Mª.: “El falso despiece de sillería en las fortificaciones de tapial de época almohade en al-Andalus”, I Congreso de Castellología Ibérica, Palencia, 1998, pág. 502. La cronología que estos autores dan para las fortificaciones almohades de Badajoz (1184-1199) es distinta de la que señalan las fuentes que la sitúan en 1169 (VALDÉS FERNÁNDEZ, F.: “Las etapas constructivas de la alcazaba de Badajoz”, op. cit., pág. 161, nots. 17 y 18).
21.Hemos detectado este llagueado pero sin asociarse a la falsa sillería en varios puntos (muralla situada entre la Alcazaba y el río, torreón del Rosario, de la cárcel, de la Puerta de Yelves, etc.). En cualquier caso podemos establecer una cronología relativa pues la portada exterior de la Puerta de Yelves, levantada por los almohades, está adosada a un torreón (posible albarrana) que presenta este llagueado. En la torre de la cárcel vieja se repite el mismo hecho, es decir, un muro de tapial se adosó a otro de mampostería con llagueado. Estas adiciones podrían indicar que el llagueado de ambas torres es anterior a la gran ampliación de la Alcazaba que realizaron los almohades. Desgraciadamente en ambos casos las restauraciones han sido tan agresivas que no podemos fundamentar en ellos una cronología cierta. Asimismo este tipo de llagueado no es específico del mundo almohade, antes al contrario, se empleó en varios periodos. En la Alcazaba encontramos decoraciones similares, pero no iguales, en varias construcciones, algunas muy tardías (Museo Arqueológico, Torreón de los Acevedos, Torre de Santa María del Castillo, construcción situada junto a la Torre del Alpéndiz, etc.). En estos ejemplos los cordones ni se ciñen al contorno del mampuesto ni utilizan el mismo tipo de mortero. En otros casos se trata de un esgrafiado que imita la mampostería. Tampoco faltan ejemplos en los que se combinan los falsos sillares (pequeños y dispuestos en las esquinas) con la falsa mampostería (primera decoración del caballero de la Torre de Santa María del Castillo y Torre Abarlongada). En algunos tramos de las murallas de Llerena el zócalo de mampostería (con un llagueado similar al de Badajoz) aparece asociado con muros de tapial pero sin decoración de falsa sillería. En Llerena también aparece en el llagueado una línea incisa aunque en este caso no sigue el contorno del mampuesto sino que tiene un trazado más rectilíneo y se acompaña de una serie de impresiones cuadradas. El muro oeste del palacio de los Zapata también presenta un basamento de mampostería con cordones e impresiones estampilladas. Los cordones están realizados con un mortero rico en cal aunque dichos cordones están “perfectamente” definidos y recortados.
22.CORIA, F.: Historia de Extremadura, fol. 349. Copia manuscrita (impresa en Sevilla en 1608), Biblioteca del Centro de Estudios Extremeños, Badajoz. Por su parte la profesora C. Mazzoli-Guitard señala que Badajoz fue la séptima ciudad más amplia de al-Andalus tras Sevilla (277 ha), Córdoba (199 ha), Granada (188 ha), Toledo (102 ha), Palma de Mallorca (95 ha) y Almería (82 ha) (MAZZOLI-GUINTARD, C.: Ciudades de al-Andalus. España y Portugal en la época Musulmana, op. cit., pp. 399-405).
23.En una historia anónima de Badajoz se dice que el rey Alfonso IX realizó ciertas obras en sus fortificaciones ya que encontró la ciudad muy destruida (B.N., Madrid, Ms. 18260, fol. 77v). También se habla de una ocupación previa (hacia 1097) en la que también los cristianos realizaron algunas obras

“…Este mismo año (1097) la gano á fuerza de armas el Rey Dn. Alonso el sexto, quien procuró ilustrarla conociendo lo elebado de su sitio, y de que podia ser antemural de su Reyno, y principalmente de Castilla, la lebantó á plaza de Armas reedificando sus muros y torres en segura fortificación; Mandó construir en el Cerro de la muela, por su figura, un Castillo para la defensa, y á la parte exterior de Guadiana, en el Monte Orinaza, otro, que le dedicó a Sn. Cristóbal por haverse concluido dia de la festividadde este Santo, de forma, que este Rey la reedificó, y fortalecio ilustrandola con el número de diez y nuebe mill ochocientos ochenta vecinos, teniendo solo sus Arrabales nuebe mill ochocientos veinte. Acabada de reedificar vino sobre ella un famoso exercito de Moros comandados por su Rey Joseph Miramolin, de quien salieron vencidos los Christianos, apoderandose de esta Ciudad y haciendola perder mucho de su hermosura y grandeza…”

B.N., Madrid, Ms. 18.260, ff. 75- 75v.

No debemos dar demasiada credibilidad a este autor pues, el castillo existía antes del año 1069 y desde luego la fortificación de San Cristóbal es del año 1641. La única razón para traer a colación este texto se debe al hecho de ser una obra que aunque parezca increíble permanece inédita. En las bibliotecas del Centro de Estudios Extremeños y el Archivo Provincial existen copias de la misma.
24.La Torre Abarlongada se encuentra en mitad del lienzo comprendido entre la Torre de Espantaperros y la Puerta del Capitel. Fernando Valdés la ha catalogado como una obra cristiana. Pudiera corresponderse con la Torre de los Caballeros. En efecto, el 19 de febrero de 1604 se escrituraba una casa situada en la Plaza. Entre los linderos se encontraba una casa de los herederos del doctor Dosma y también lindaba, por detrás, con la rronda questa frente de la torre de los caballeros (A.H.P., Badajoz, 19 de febrero de 1604, Prot. 64, s.f.). Si tenemos presente que Rodrigo Dosma tenía unas casas buenas en la plaza junto á las Audiencias (DOSMA DELGADO, R.: Discursos Pátrios de la Real Ciudad de Badajoz, op. cit., pág. L) es muy posible que la Torre de los Caballeros se corresponda con la torre Abarlongada pues a principios del siglo XVII las Audiencias estaban junto a dicha torre. No obstante, hemos de señalar que en el siglo XVI las Audiencias se hallaban frente a las casas mudéjares, es decir, en la Plaza de San José (GONZÁLEZ GONZÁLEZ, J.M.: La Plaza Alta de Badajoz, Junta de Extremadura, Badajoz, 2005). En este supuesto pudiera corresponderse con la torre en la que se apoyó la Cárcel Real. Como quiera que sea nos inclinamos por la primera opción.
En lo que se refiere a la organización interna debemos señalar que es la única torre en la que el acceso a la terraza no se realiza desde la estancia inferior. Esta organización permite usar la planta inferior como recinto cerrado ya que no es un lugar de paso.
24.A.G.S., CC. 125-150.
26.Algunos autores han señalado que la mezquita aljama se encontraba también en la Alcazaba (MAZZOLI-GUITARD, C.: Ciudades de al-Andalus. España y Portugal en época musulmana, op. cit., 140; DE JUAN ANDRÉS, J.: “Las alcazabas: fortalezas urbanas de al-Andalus”, Actas del II Congreso de Castellogía Ibérica, Asociación Española de Amigos de los Castillos, Diputación de Teruel, Madrid, 2005, pág. 437). Por el contrario, el profesor Fernando Valdés considera que en la Alcazaba se encontraba el palacio de Ibn Marwan que incluía una mezquita privada sobre la que se levantó la primera catedral de Badajoz.
27.MORALES, A.: Crisis historica de la ciudad de Badajoz, edición facsimilar, Excmo. Ayuntamiento, Badajoz, 2006, pág. 140. Dicho documento lo encontramos en otras obras. En la edición de la obra de Rodrigo Dosma se apunta el año 1372 (DOSMA DELGADO, R.: Discursos pátrios de la real ciudad de Badajoz, op. cit., pág. 136). Esa fecha debe ser una errata ya que no encuentra encaje en el obispado de D. Fernando en el que Rodrigo Dosma encuadra el documento. El documento debe fecharse en 1272 como sostienen Solano de Figueroa, Gil González y Ambrosio de Morales (SOLANO DE FIGUEROA, J.: Historia eclesiástica de la ciudad y obispado de Badajoz, 1ª-II, op. cit., pp. 98-102; GONZÁLEZ DÁVILA, G.: Theatro eclesiástico de la ciudad y Santa Iglesia de Vadajoz, op. cit., pp. 24-25).
Como quiera que sea, el asunto no es fácil de cerrar ya que Teodoro Agustín López, siguiendo a Aquilino Camacho, no acepta la existencia del obispo Fernando que aparece citado en el documento. Ambos autores sostienen que se trata de un nombre apócrifo. Curiosamente en 1373 tenemos plenamente atestiguado un obispo llamado Fernando Sánchez y además en un contexto de guerras (guerras fernandinas) como el que se cita en el documento.
28.SOLÍS RODRIGUEZ, C.; TEJADA VIZUETE, F.: Diócesis y catedral pacense. De los orígenes medievales al siglo XVI, Tecnigraf, Badajoz, 1999, pp. 77-78.
Santa María de Calatrava o de los Freires era de la orden de Calatrava. Posiblemente la otra Santa María, la Obispal, era nombrada así para diferenciarla de la primera.
29.SOLÍS RODRIGUEZ, C.; “Archivo de la Catedral de Badajoz. Colección de Pergaminos Medievales (I)”, Volumen IV de las Memorias de la Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes, Vol. IV, Trujillo, 1999, pp. 645, 651, 653, 664, 686 y 692-693.
Corpus medievale pacense. Colección de pergaminos medievales. Siglo XIV (1301-1367), Separata del Volumen V de las Memorias de la Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes, Trujillo, 2002. En esta relación de documentos se mencionan viviendas en la colación de San Juan (años 1305, 1316, 1318, 1332, 1337 y 1341) y San Andrés (1334). Asimismo varios documentos señalan que el Cabildo Catedralicio se encontraba reunido en San Juan (1337, 1342, 1356, 1360, 1361, 1366 y 1367).
KURT SAEFER, W.: “Judíos en Badajoz: algunas notas a partir de la documentación del Archivo Catedralicio de Badajoz”, Pax et Emerita, 1, Arzobispo de Mérida-Badajoz, Tecnigraf, Badajoz, 2005, pp. 349, 441 y 442.
30.Fernando Valdés considera que el elevado número de iglesias en la Alcazaba no delata una alta ocupación de la misma. Para este autor varias iglesias de la Alcazaba fueron levantadas por las órdenes militares en el tramo que les tocaba defender de la Alcazaba. En estas iglesias además de los actos religiosos se celebraban también los específicos de cada Orden. Es decir, la abundancia de iglesias no sirve como índice para medir la densidad demográfica de la Alcazaba (VALDÉS FERNÁNDEZ, F.: “El antiguo Hospital Militar de Badajoz y su contexto arqueológico”, Revista de la Sociedad Arqueológica de Extremadura, 1, Diputación provincial, Badajoz, 2001, pág. 105).
La hipótesis de Fernando Valdés resulta muy convincente pero sabemos que dichas iglesias tenían su propia feligresía. En 1274 se deslindaban las feligresías de Santa María de los Frailes y la Santa María la Obispal o de la Seo (SANTOS COCO, F.: “Documentos del archivo catedral de Badajoz”, Revista del Centro de Estudios Extremeños, Badajoz, 1935, pp. 92-95). Los conflictos por la delimitación de las feligresías pueden traslucir una disputa por la incorporación de vecinos y rentas a sus respectivas iglesias. En 1315 la Orden de Alcántara volvió a litigar con el Obispo sobre unos diezmos que dicha Orden consideraba que pertenecían a su Iglesia de Santa María de Calatrava (Corpus medievale pacense. Colección de pergaminos medievales. Siglo XIV (1301-1367), Separata del Volumen V de las Memorias de la Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes, Trujillo, 2002, pág. 554). Asimismo en los años 1362 y 1366 se recogen distintas contribuciones de todas las iglesias de Badajoz, incluidas Santa María de Calatrava, Santiago y San Pedro, y en todos los casos parecen perfectamente individualizadas y con las cuotas que cada una de ellas debía aportar (Corpus medievale pacense. Colección de pergaminos medievales. Siglo XIV (1301-1367), Separata del Volumen V de las Memorias de la Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes, Trujillo, 2002. pp. 535 y 717).
31.Estas dos familias mantenían un largo contencioso. El 10 de abril de 1289 los Bejaranos decidieron saldar definitivamente el litigio apoderándose por la fuerza de los bienes en disputa. Muchos Portugaleses fueron asesinados y otros huyeron de la ciudad de modo que los Bejaranos

“…se apoderaron de toda la çibdad y desque fueron entendiendo quan mal lo aujan fecho tomaron grand miedo del Rey (Sancho IV) que los mataria por esta rrazon y alçaronse en la villa de suso que es muy fuerte y desde la oujeron bien abasteçido y fueron bien apoderados della…”

Crónica de Sancho IV (BN, Madrid, Ms. 829).

Por todo ello, Sancho IV ordenó que los maestres de Santiago, Alcántara y el Temple junto con el prior de la Orden del Hospital y las gentes de los Concejos de Sevilla y Córdoba

“…fuesen a çercar badajoz. E los que estaban en la villa alçaronse en la muela de ençima del castillo…”

Crónica de Sancho IV (BN, Madrid, Ms. 829).
Es decir, el relato diferencia la villa de suso (Villa de Arriba o Castillo) de la villa (ciudad baja) y da a entender que ambas contaban con pobladores.
32.Cortes de los antiguos reinos de León y Castilla, publicadas por la R.A.H., t.I, Madrid, 1861 (tomado de PINO GARCÍA, J.L.: Extremadura en las luchas políticas del siglo XV, Diputación Provincial, Badajoz, 1991, pág. 70 (not. 86).
33.SOLANO DE FIGUEROA, J.: Historia eclesiástica de la ciudad y obispado de Badajoz, I-1ª, op. cit., pág. 42.
34.CARANDE, R.: “La repoblación del castillo de Badajoz en 1370”, Revista del Centro de Estudios Extremeños, I-3, Badajoz, 1927, pág. 260.
35.En este documento se habla de la pobreza del Cabildo tanto por la escasez de productos y rentas que fasta agora ovieron como por la mortandat muy grande que espiçialmientre enesta tierra (Corpus medievale pacense. Colección de pergaminos medievales. Siglo XIV (1301-1367), Separata del Volumen V de las Memorias de la Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes, Trujillo, 2002, pág. 641).
36.Corpus medievale pacense. Colección de pergaminos medievales. Siglo XIV (1301-1367), Separata del Volumen V de las Memorias de la Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes, Trujillo, 2002, pág. 737.
37.SOLANO DE FIGUEROA, J.: Historia eclesiástica de la ciudad y obispado de Badajoz, I-1ª, op. cit., pág. 42.
38.MAZO ROMERO, F.: El condado de Feria (1394-1505). Contribución al estudio del proceso de señorializador en Extremadura durante la Edad Media, Diputación Provincial, Badajoz, 1980, pág. 77.
39.SOLÍS RODRIGUEZ, C.; TEJADA VIZUETE, F.: Diócesis y catedral pacense. De los orígenes medievales al siglo XVI, Tecnigraf, Badajoz, 1999, pág. 65.
40.SOLANO DE FIGUEROA, J.: Historia eclesiástica de la ciudad y obispado de Badajoz, 1ª-IV, op. cit., pp. 125-126. Solano describe con detalle este episodio que sucedió en 1404 poco después que los portugueses entregasen la ciudad.
41.Debemos manejar con cuidado el término arrabal pues en la relación de casas que el cabildo (eclesiástico) tiene en l arrabal se incluyen casas situadas en los alrededores de San Juan y en la Plaza Alta. Es decir, parece que la vieja medina, en su conjunto o bien sólo sus zonas pobladas, era conocida como el arrabal. Este documento ha sido fechado por José Manuel González González a mediados del siglo XV. GONZÁLEZ GONZÁLEZ, J.M.: La Plaza Alta de Badajoz. Estudio Histórico Artístico, Junta de Extremadura, Badajoz, 2006, pp. 81 (not. 21) y 87 (not.36); KURTZ SCHAEFER, W.: “Judíos en Badajoz: algunas notas a partir de la documentación de la documentación del Archivo Catedralicio de Badajoz”, Pax et Emerita, 1, Arzobispado de Mérida-Badajoz, Tecnigraf, Badajoz, 2005, pp. 443 y 445.
42.LOPES, F.: Crónica de D. Fernando, Livraría Civilizaçao, Biblioteca Histórica, Série Régia, Porto, 4ª Edición, pág. 102. Sería muy interesante poder determinar la relación de este posible arrabal con otro que aparece citado en una carta de arrendamiento fechada el 19 de agosto de 1342. Este documento resulta complicado de interpretar pues en el texto del mismo se recoge el arriendo de unas casas sitas en la çibdat. Por el contrario, el texto que identifica y resume su contenido apunta que se refiere al arriendo de unas casas situadas en el arraual (Corpus medievale pacense.Colección de pergaminos medievales. Siglo XIV (1301-1367), Separata del Volumen V de las Memorias de la Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes, Trujillo, 2002. pág. 631). Es posible que de nuevo nos encontremos con el hecho de que la ciudad o parte de ella se identifique como el arrabal.
43.LOPES, F.: Crónica de D. Joao I, op. cit., pág. 340.
44.La escritura que hemos visto es la que podemos situar con mayor seguridad pero se conserva otra más antigua (1423) y otras correspondientes al ejercicio 1439-1440 (KURTZ SCHAEFER, W.: “Judíos en Badajoz: algunas notas a partir de la documentación de la documentación del Archivo Catedralicio de Badajoz”, op. cit., pp. 443 y 445).
45.DOMINGUEZ VINAGRE, A.: “El asalto al poder señorial. Hernán Gómez de Solís y la ocupación de Badajoz”, Revista de Estudios Extremeños, LVII-2, Badajoz, 2001, pp. 597-598.
Tras perder el poder, su casa-fortaleza de la Puerta del Alpéndiz fue comprada por el Concejo Municipal que poco después ordenaba su demolición. Se prestó especial atención al derribo de las torres y los componentes castrenses aunque se mantuvieron algunas dependencias. Juan Solano de Figueroa conoció sus ruinas y señala que se las conocía como casas de la condesa (DOMINGUEZ VINAGRE, A.: “El asalto al poder señorial. Hernán Gómez de Solís y la ocupación de Badajoz”, op. cit., pág. 586, not. 71).
46.DEL CASTILLO, E.: Crónica de Enrique IV, pág. 211(citado por MAZO ROMERO, F.: El condado de feria (1394-1505), op. cit., pág. 281, not. 217).
47.A.G.S., R.G.S., 17 de julio de 1477, fol. 229.
48.El primer obrero que tenemos documentado fue Diego Vera. Tras su renuncia fue nombrado Francisco de Badajoz (17 de agosto de 1490) que ocupó el cargo hasta su muerte (A.G.S., R.G.S., 2.709, 17 de agosto de 1490, fol. 58). Le sucedió Luis Montoya (5 de mayo de 1496) (A.G.S., R.G.S., 769, 5 de mayo de 1496, fol. 120). La siguiente noticia sobre los obreros de los muros se fecha el 22 de julio de 1552. En esta ocasión Vasco de Medina Calderón renuncia al cargo de Obrero Mayor de los Muros a favor de su hijo Francisco Calderón (A.G.S., CC. Leg. 329-37, 20 de septiembre de 1552; 31 de octubre de 1552; 18 de febrero de 1553). Posiblemente le sucedió Pedro Álvarez ya que el 3 de enero de 1555 Diego Vázquez pidió la confirmación de la renuncia de su padre al cargo (Pedro Vázquez) (A.G.S., CC., Leg. 262- 8, 3 de enero de 1555).
49.FERNÁNDEZ NIEVA, J.: “Badajoz y su tierra en tiempos de Hernán Cortés”, Hernán Cortés y su Tiempo, vol. I, Badajoz, pág. 128.
50.A.H.M., Badajoz, Libro de Acuerdos, 16 de junio de 1636, fol. 305.
51.DÍAZ Y PÉREZ, N.: España. Sus monumentos y arte. Su naturaleza é historia. Extremadura, Daniel Cortezo, Barcelona, 1887, pp. 147-148. Debemos recordar que Nicolás Díaz defiende que las obras del puente se iniciaron en 1460 y se terminaron en tiempos de Felipe el Hermoso (DÍAZ Y PÉREZ, N.: España. Sus Monumentos y arte. Su naturaleza é historia. Extremadura, op. cit., pág. 52).
52.DÍAZ Y PÉREZ, N.: España. Sus Monumentos y arte. Su naturaleza é historia. Extremadura, op. cit., pp. 147-148.
53.DÍAZ Y PÉREZ, N.: España. Sus monumentos y arte. Su naturaleza é historia. Extremadura, op. cit., pág. 269.
54.DÍAZ Y PÉREZ, N.: España. Sus monumentos y arte. Su naturaleza é historia. Extremadura, op. cit., pág. 269; DÍAZ Y PÉREZ, N.: Diccionario histórico, biográfico, crítico y bibliográfico de autores, artistas y extremeños ilustres, Imprenta de la Viuda e Hijos de Abienzo, Madrid, 1884, Vol. II, pág. 39
55.Alberto González añade que la fuente de Mafra, situada entre las puertas de Palmas y Pelambres, se construyó en 1545 y posiblemente en ese año se concluyeran también las fortificaciones de este sector (GONZÁLEZ RODRÍGUEZ, A.: Historia de Badajoz, Universitas Editorial, Badajoz, 1999, pág. 239; GONZÁLEZ RODRÍGUEZ, A.: Badajoz cara al Guadiana. Puerta de Palmas y el puente viejo, Caja Rural, Badajoz, 1995, pp. 233 y 234).
56.KURTZ SCHAEFER, W.: Retrato de una ciudad. Badajoz en el siglo XVI según los libros de hacienda de la Cofradía y Hospital de la Concepción, Diputación Provincial, Badajoz, 2006, Vol. I (pp. 123, 129, 304, 307 y 321), Vol. II (pp. 616, 617, 620, 621, 813, 814, 823, 824, 825, 826 y 962).
57.GONZÁLEZ GONZÁLEZ, J.M.: La Plaza Alta de Badajoz. Estudio histórico artístico, Junta de Extremadura, Tecnigraf, Badajoz, 2006, pág. not. 4.
58.El último edificio significativo en abandonar la Alcazaba fue el Palacio Episcopal.
59.Los ejemplos que expone Alberto González sobre los precios de algunos inmuebles en la Alcazaba y la ciudad son muy significativos (GONZÁLEZ GONZÁLEZ, A.: Historia de Badajoz, op. cit., pp. 175-176).
60.DOSMA DELGADO, R.: Discursos Pátrios de la Real Ciudad de Badajoz, op. cit., pp. 30-32.
61.GARCÍA BLANCO, J.: Las fortificaciones de Badajoz durante la Guerra de la Restauración de Portugal (1640-1668), Aprosuba, Badajoz, 2001, pp. 27-30.
62.TEJEIRO FUENTES, J.; ÁLVARO MELÉNDEZ, J.: La fortificación abaluartada de Badajoz en los siglos XVII y XVIII, op. cit., pp. 22, 23 (not. 3); BARRANTES, V.; Aparato bibliográfico para la historia de Extremadura, Edición facsimilar, UBEX, Badajoz, 1999, vol. I, pág. 196. Si Nicolás Díaz estuviera en lo cierto tendríamos un valiosísimo dato para fijar la situación de un arrabal extramuros. Estos interrogantes podrían solucionarse con la lectura del testamento de Doña Mayor y el libro del convento.
63.GUERRA GUERRA, A.: Seis cartas de los Reyes Católicos con sentencias, privilegios y declaraciones acerca de los bienes de la ciudad de Badajoz, Diputación Provincial, Badajoz, 1973, pág. 33; RODRIGUEZ AMAYA, E.: “La tierra en Badajoz desde 1230 a 1500” Revista de Estudios Extremeños, VII-3, 4, Badajoz, 1951, pág. 458; TEIJEIRO FUENTES, J.; MELÉNDEZ TEODORO, A.: La fortificación abaluartada de Badajoz en los siglos XVII y XVII, op. cit., pp. 22 y 23.
64.Desde el siglo XVI tenemos noticias de esta zona en los protocolos notariales del Archivo Histórico Provincial. Destacamos una escritura de 1569 sobre una casa situada junto a la Puerta de la Trinidad (A.H.P., Badajoz, Prot. 11, año 1569). El 21 de junio de 1574, se impone un censo sobre unas casas de morada situadas

“... a la puerta de la trienydad pegado al muro que alindan por vna parte con casas de los herederos de juan roman y con la torre de la puerta de la trienydad y con el cementerio de dho monesterio y otros linderos...”

A.H.P., Badajoz, Prot. 17, 21 de junio de 1574.

En el año 1585 se efectúa una escritura de venta de una casa situada junto a la Puerta de la Trinidad y linda con el cementerio (A.H.P., Badajoz, Prot. 29, Marcos de Herrera).
65.No sabemos si las murallas más cercanas a la Puerta de Sevilla-Trinidad cercaban un arrabal y mucho menos la cronología del mismo. En este sentido sólo podemos repetir lo que ya hemos dicho en otros apartados, es decir, que las constituciones de 1344 parecen indicar que la Cerca Vieja era la muralla de Badajoz y que entre 1369-1370 se habla de otra muralla (la Cerca Primera). Lo que no podemos asegurar es que la Cerca Primera fuese la muralla de la zona de la Trinidad. Tampoco resulta fiable la cita de Nicolás Díaz que señala que en 1274 el convento de la Trinidad se encontraba extramuros. Si esta apreciación fuese cierta nos aportaría un dato de gran valor aunque debemos manifestarnos escépticos pues Solano de Figueroa, que si estudió el libro del convento, no especifica que el convento en el momento de su fundación estuviese extramuros y nos resulta extraño que Solano omitiese un dato tan significativo.
(SOLANO DE FIGUEROA, J.: Historia eclesiástica de la ciudad y obispado de Badajoz, 1ª-III, op. cit., pág. 119).
Estos interrogantes podrían solucionarse con la lectura del testamento de Doña Mayor (que donó al convento algunas de sus propiedades) y el libro del convento de la Trinidad. Es decir, en el testamento podría especificarse si el convento estaba intramuros o extramuros. Por otro lado, también podríamos aclarar si las casas que donó Doña Mayor para que se labrase el convento fueron el solar sobre el se construyó el convento o por el contrario eran los ingresos procedentes de dichas casas los debían destinarse para financiar la construcción del convento. En el primer caso estaríamos hablando de una zona habitada en 1274 aunque estuviera extramuros.
Asimismo creemos muy oportuno llamar la atención sobre la organización de este espacio que parece estructurarse a lo largo de tres ejes viarios que han fosilizado en las calles de la Trinidad, Doblados y Eugenio Hermoso. La calle de la Trinidad podría corresponderse con el viejo camino de Sevilla que saldría de la ciudad por una puerta situada en las inmediaciones de la Plaza de San Andrés. La calle de Doblados sería otro camino que saldría del mismo punto pero se dirigiría a enlazar con el camino de Mérida. Por su parte la calle de Eugenio Hermoso pudiera fosilizar un camino que partiendo del portillo situado en la confluencia de las calles de la Concepción, San Lorenzo y Costanilla enlazaría con el camino de Sevilla.
66.Las noticias sobre los conventos de San Francisco y Santo Domingo resultan vitales para reconstruir el trazado de la muralla en esta zona. Se desconoce la fecha exacta en la que se fundó el convento de San Francisco. Juan Solano de Figueroa supone fue en 1308 ó 1309 durante el obispado de fr. Simón, el segundo obispo franciscano de Badajoz (SOLANO DE FIGUEROA. J.: Historia eclesiástica de la ciudad y obispado de Badajoz, op. cit., 1ª-III, pág. 297; SANTA CRUZ, J.: Crónicas franciscanas de España. Provincia de San Miguel, op. cit., pág. 153).
Las primeras noticias sobre el convento aparecen en un documento, fechado el 16 de junio de 1337, cuyo tenor es el siguiente:

“...yo Juan ximenez chantre de la iglesia catedral de Badajos, conozco, é otorgo, que vendo a vos el dean é cabildo de la dicha eglesia, unas cassas con su corral mias, que yo é en esta cibdat en la collaçion de la dicha eglesia, en la calle que dicen de diego marquez, chantre que fue en la dicha eglesia, que an por linderos de la vna parte cassas é corral de vos el dicho dean é cabildo, é de la otra parte cassas e corral de fijos de doña mençia muger que fué de Pedro lorenzo. e de la otra parte cassas e corral de los frailes de S. Francisco daqui de Badajos...”

SOLANO DE FIGUEROA, J.: Historia eclesiástica de la ciudad y obispado de Badajoz, op. cit., 1ª-III, pp. 295-297; SANTA CRUZ, J.: Crónicas franciscanas de España. Provincia de San Miguel, Edición facsimilar (edición de 1671), Editorial Cisneros, Madrid, 1989, vol. XIX, pág. 154.
El texto anterior nos describe una zona poblada y urbanizada aunque no precise si formaba parte de la ciudad, de uno de sus “arrabales” o se encontraba extramuros. Sospechamos que en esa fecha el convento estaba intramuros pues los estatutos de la cofradía de la Concepción, fundada en 1344, parecen indicar que la muralla que rodeaba Badajoz se extendía más allá del convento de San Francisco (SOLANO DE FIGUEROA, J.: Historia eclesiástica de la ciudad y obispado de Badajoz, 1ª-III, op. cit., pp. 319 y 323). Es posible que el convento se levantase sobre un espacio abandonado y al igual que otras zonas de la ciudad debió ir reocupándose poco a poco a lo largo de la Edad Media.
Como ya hemos dicho, cuando Solano de Figueroa y José de Santa Cruz apuntan que el convento de San Francisco se encontraba intramuros, en una plaza vecina a la Puerta de Santa Marina, no se referían al momento de la fundación de dicho convento sino al momento en el que ambos autores escriben su obra. En este sentido debemos recordar que algunos autores han fechado la obra de Solano entre 1654 y 1670 aunque nosotros pensamos que es necesario matizar la cronología en función de los volúmenes (GIL SOTO, A.: “El impacto de la Guerra de Secesión portuguesa (1640-668) en los territorios de la Raya extremeña: El caso de Oliva de la Frontera”, Alcántara 53-54, Diputación Provincial, Cáceres, 2001, pág.176, not. 2). En efecto, en la portada de su obra aparece rotulado el año 1664 y en varios pasajes de este volumen el propio Solano reconoce que estaba escribiendo ese año. No obstante, Solano continuó escribiendo más tarde ya que en varias ocasiones solicitó al Cabildo Municipales “papeles antiguos” para documentar sus escritos (cabildos de los días 15 de mayo de 1664, 9 de enero de 1665 y 3 de mayo de 1677). Asimismo el propio Solano, en la segunda parte de su obra, recoge una inscripción que fue encontrada en marzo de 1668 y este segundo volumen acaba en los años 1680 y 1681 (SOLANO DE FIGUEROA, J.: Historia eclesiástica de la ciudad y obispado de Badajoz, op. cit., 2ª-III, pág. 238).
La cita de José de Santa Cruz hemos precisarla en el mismo sentido (SOLANO DE FIGUEROA, J.: Historia eclesiástica de la ciudad y obispado de Badajoz, op. cit., 1ª-III, pág. 297).
Es decir, las informaciones J. Solano de Figueroa y J. Santa Cruz sobre la ubicación del convento de San Francisco se refieren a la situación del convento respecto a las murallas del siglo XVII.
La primera referencia verdaderamente válida para situar al convento aparece en el testamento de Hernando de Soto (10 de mayo de 1539). El testamento deja claro que en ese momento el convento de San Francisco es dentro de la dicha ciudad. En el testamento también se cita al prior y presidente del convento de Santo Domingo de Badajoz, aunque no se especifica que estuviera intramuros (MIRA CABALLOS E.: Barcarrota y América: Flujo y reflujo en una tierra de frontera, Junta de Extremadura, Badajoz, 2003, pág. 122). Esta información debemos completarla con otra de 1530. Ese año las autoridades municipales donaban al convento de San Francisco todo el espacio que estaba en su contorno para que lo edificase o dispusiese de él a voluntad. En la donación se especificaban los límites y zonas libres que debían dejarse como passos competentes ázia las calles, y en la plaçuela enfrente de la iglesia se pone por término la cruz de piedra (SANTA CRUZ, J.: Crónicas franciscanas de España. Provincia de San Miguel, Edición facsimilar (edición de 1671), Editorial Cisneros, Madrid, 1989, vol. XIX, pág. 157).
67.De mayor interés resulta la mención en el testamento de Hernando de Soto a Santo Domingo en Badajoz pues, el convento es una fundación de Gome Hernández de Solís y su esposa, Catalina de Silva, en el año 1556 aunque la iglesia comenzó a construirse en 1563. (RODRÍGUEZ MOÑINO, A.: El convento de Santo Domingo. Documentos sobre su construcción: 1563-1588” Revista de Estudios Extremeños, XII, Badajoz, 1956, pp. 313-316). Quizá la explicación de este desfase podría vislumbrar la existencia de obras anteriores a esa fecha. En cualquier caso, la escritura de 30 de julio de 1563 especifica que el convento de Santo Domingo se encontraba intramuros.
68.DOSMA DELGADO, R.: Discursos Pátrios de la Real Ciudad de Badajoz, op. cit., pp. 30-32.
69.DOSMA DELGADO, R.: Discursos Pátrios de la Real Ciudad de Badajoz, op. cit., pág. 34.
70.DOSMA DELGADO, R.: Discursos Pátrios de la Real Ciudad de Badajoz, op. cit., pp. 35-36. El asunto del curso del Guadiana no era baladí. En efecto, si en la antigüedad el río dejaba a la ciudad en su orilla derecha entonces Badajoz quedaba dentro de la Lusitania. En el supuesto contrario estaría del lado de la Bética. En cualquier caso, Rodrigo Dosma consideraba poco probable la primera opción y por ello tomó como ejemplo a Medellín, situado en la orilla izquierda (como Badajoz) y sin embargo era una colonia de la Lusitania.
71.CORIA, F.: Historia de Extremadura, fol. 351. Copia manuscrita del original, publicado en Sevilla en 1608, que se encuentra en la Biblioteca del Centro de Estudios Extremeños.
Para Gaspar de Barreiros el emplazamiento de Badajoz tenía suficiente peso como para descartar que se tratase de la antigua Pax Iulia. (RODRIGUEZ MOÑINO, A.: “Extremadura en el siglo XVI. Noticias de viajeros y geógrafos (1495-1600)”, Revista de Estudios Extremeños, VIII, 1-4, Diputación Provincial, Badajoz, 1952, pág. 308).
72.DOSMA DELGADO, R.: Discursos Pátrios de la Real Ciudad de Badajoz, op. cit., pp. 97-98
73.SÁNCHEZ RUBIO, C. M.; SÁNCHEZ RUBIO, R.: Badajoz en el Krigsarkivet. El hallazgo de la visión más lejana, op. cit., pág. 21.
74.Sobre el supuesto arrabal de la Trinidad ver nota 65.
75.SOLANO DE FIGUEROA, J.: “Historia eclesiástica de la ciudad y obispado de Badajoz”, 1ª-III, op. cit., pág. 139.
76.LOPES, F.: Cronica de D. Fernando, Livraría Civilizaçao, Biblioteca Histórica, Serie Regia, Porto, 4ª edición, pág. 102.
77.LOPES, F.: Cronica de D. Joao I, Livraría Civilizaçao, Biblioteca Histórica, Serie Regia, Porto, pág. 340.
78.LOPES, F.: Cronica de D. Joao I, op. cit., pág. 43.
79.A.H.P., Badajoz, Prot. 34, 8 de enero de 1592.
80.A.H.P., Badajoz, Prot. 34, 9 de enero de 1592.
81.A.H.P., Badajoz, Prot. 1458, fol. 91.
82.CORTÉS CORTÉS, F.: Badajoz una ciudad de frontera, Caja de Ahorros de Badajoz, Badajoz, 1990, pp.74, 76-78, 94-95, 108-112, 118.
83.A.H.M., Badajoz, Libro de Acuerdos, 13 de abril de 1598 y 14 de junio de 1598.
84.A.H.M., Badajoz, Libro de Acuerdos, 24 de julio de 1598, fol. 196v-197.
85.A.H.M., Badajoz, Libro de Acuerdos, 24 de noviembre de 1598, fol. 276.
86.GONZÁLEZ RODRÍGUEZ, A.: Badajoz cara al Guadiana. Puerta de Palmas y el Puente Viejo (1460-1994), Caja Rural de Extremadura, Badajoz, 1995, pág. 99.
87.A.H.M., Badajoz, Libro de Acuerdos, 12 de octubre de 1598, fol. 254-254v.
88.A.H.M., Badajoz, Libro de Acuerdos, 15 de enero de 1599, fol. 300v.
89.MARCOS DE DIOS, M.: “Itinerario hispánico del chantre de Évora, Manuel Severim de Faria en 1604”, Revista de Estudios Extremeños, XLII-1, Badajoz, 1986, pág. 145.
90.MARCOS DE DIOS, M.: “Itinerario hispánico del chantre de Évora, Manuel Severim de Faria en 1604”, op. cit., pág. 147.
91.A.H.P., Badajoz, Prot. 41, 7 de junio de 1605, ff. 292-293v.
92.A.H.P., Prot. 41, 25 de enero de 1605, ff. 142-143v.
93.A.H.P., Badajoz, Prot. 145, s.f. En el texto aparece intercalada una palabra cuya lectura resulta complicada. En nuestro anterior trabajo transcribimos dicha palabra como portillo (GARCÍA BLANCO, J.: Las fortificaciones de Badajoz durante la Guerra de la Restauración de Portugal (1640-1668), op. cit., pág. 58). Una lectura más sosegada nos descubrió nuestro error y nos confirmó la trascripción actual que es la que consideramos correcta.
94.A.H.P., Badajoz, Prot. 1355, ff. 145 y 167.
95.A.H.M., Badajoz, Libro de Acuerdos,16 de octubre de 1630, fol. 133v.
96.A.H.M., Badajoz, Libro de Acuerdos, 31 de agosto y septiembre de 1629, fol. 34v y ss. Concretamente se ordenó cerrar las puertas de la ciudad, salvo las puertas de Palmas y Trinidad, y poner guardia en ellas.
97.A.H.M., Badajoz, Libro de Acuerdos, 9 de diciembre de 1630, fol. 142v.
98.A.H.M., Badajoz, Libro de Acuerdos, 21 de febrero de 1631, fol. 149.
99.A.H.M., Badajoz, Libro de Acuerdos, 26 de mayo de 1631, fol. 167.
100.A.H.M., Badajoz, Libro de Acuerdos, 9 de diciembre de 1630, fol. 142v.
101.A.H.M., Badajoz, Libro de Acuerdos,10 de enero de 1631, fol. 144v.
102.A.H.M., Badajoz, Libro de Acuerdos, 14 de febrero de 1631, fol. 149v.
103.A.H.M., Badajoz, Libro de Acuerdos, 3 y 6 de marzo de 1636, ff. 270 y 265.
104.A.H.M., Badajoz, Libro de Acuerdos, 9 y 10 de febrero de 1637, ff. 7v. y 9v.
105.A.H.M., Badajoz, Libro de Acuerdos,15 de julio de 1637, fol. 58, 58v.
106.A.H.M., Badajoz, Libro de Acuerdos, 23 de julio de 1637, fol. 82v.
107.A.H.M., Badajoz, Libro de Acuerdos, 5 de noviembre de 1637, fol. 117.
108.SOLANO DE FIGUEROA, J.: Historia eclesiástica de la ciudad y obispado de Badajoz, op. cit., 1ª-I, pág. 28.
109.SOLANO DE FIGUEROA, J.: Historia eclesiástica de la ciudad y obispado de Badajoz, op. cit., 1ª-I, pág. 28.
110.SOLANO DE FIGUEROA, J.: Historia eclesiástica de la ciudad y obispado de Badajoz, op. cit., 1ª-I, pág. 34.
111.A.H.M., Badajoz, Libro de Acuerdos, 5 de enero de 1641, fol. 2v
112.En el cabildo del día 9 de enero de 1664 se ordenó

“…que el pasadizo que se hiço en las casas donde poso el sr. Duque de San German y las tapias que se echaron en la calle q. va de la del conuento de san Onofre a santo Domingo y a la puerta nueva se deribe y demuela p. que se pueda comerciar las calles segun como estauan antes…”

A.H.M., Badajoz, Libro de Acuerdos, 9 de enero de 1664, fol. 3-3v.
Por otro lado, en el acuerdo del 7 de diciembre también se ordenaba tapiar la puerta falsa de las casas del escribano Melchor Juárez. Según aparece redactado el acuerdo del Cabildo Municipal la puerta no estaba relacionada con la línea atrincherada. Arcadio Guerra apunta que Melchor Juárez en el año 1622 vivía en la Plaza Alta (GUERRA GUERRA, A.: Escribanos badajocenses del siglo XVII. Notas preliminares, Diputación Provincial, Institución de Servicios Culturales, Badajoz, 1977, pág. 32). Desconocemos en que documento se basó Arcadio Guerra para situar la casa de Melchor Juárez en la Plaza Alta pero lo cierto es que todo lo que sabemos de este asunto parece apuntar en esa dirección:
-Entre las propiedades del Ayuntamiento se encontraba una dependencia llamada los escritorios que estaba incorporada a la casa de Melchor Juárez (A.H.P., Badajoz, Prot. 1787, año 1629, fol.79v).
-En el cabildo del día 31 de enero de 1658 se apunta que las casas de Melchor Juárez se encontraban junto al Ayuntamiento (A.H.M., Badajoz, Libro de Acuerdos, 31 de enero de 1658, fol. 7v.).
Si las casas de Melchor Juárez se encontraban adosadas a la muralla de la Alcazaba podemos entender que el Cabildo Municipal ordenase tapiar una puerta que podría comunicar la Plaza Alta y la Alcazaba.
En la plaza vivió otro vecino llamado Melchor Juárez. Este vecino era tendero y su viuda vivía en la calle de la boca de la plaza y meson del rincón (A.H.M., Reparto para la moneda forera, Libro de Acuerdos, año 1640, fol. 14). Pese a la coincidencia, este último Melchor Juárez no es el mismo personaje citado en el cabildo del día 7 de diciembre.
113.A.H.M., Badajoz, Libro de Acuerdos, 7 de enero de 1641, fol. 4v.
114.A.H.M., Badajoz, Libro de Acuerdos, 9 de diciembre de 1640, fol. 183.
115.A.H.M., Badajoz, Libro de Acuerdos, 6 y 10 de diciembre de 1640, ff. 181v y 184.
116.Conocemos con cierto detalle a los militares que estuvieron al mando del Real Ejército de Extremadura aunque no es tarea fácil determinar la fecha de su nombramiento, llegada a Badajoz, cese y partida ya que las fuentes ofrecen datos contradictorios.
En el caso del conde Frigilina debemos apuntar que el 19 de diciembre el Cabildo Municipal conocía su nombramiento (A.H.M., Badajoz, Libro de Acuerdos, 19 de diciembre de 1640, fol. 189v). En cualquier caso, hasta los días 23 y 24 no encontraremos las primeras disposiciones directas del conde de Frigiliana para defender la ciudad (A.H.M., Badajoz, Libro de Acuerdos, 19, 22, 23 y 24 de diciembre de 1640, ff. 189v, 190 y 192v-193). No obstante Sancho de Guzmán parece insinuar que hasta el 4 de enero de 1641 el Conde, acompañado de su séquito, no llegó a Mérida.
El conde de Frigiliana fue sustituido por el conde de Monterrey que según Sancho de Guzmán llegó a Mérida el día 20 de febrero. Por el contrario, Álvaro Meléndez señala que llegó a Mérida el día 2 de enero (B.N., Lisboa, Reservados, Códice 11.358, fol. 1; TEJEIRO FUENTES, J.; ÁLVARO MELÉNDEZ, J.: La fortificación abaluartada de Badajoz en los siglos XVII y XVIII, Autoedición, Tajo-Guadiana, Badajoz, 2000, pág. 47; ver también nota 117). El conde de Frigiliana permaneció en Extremadura tras la llegada del conde de Monterrey pues el 9 de febrero de 1641 el Consejo de Guerra se dirigió a él dándole instrucciones sobre la fortificación de Badajoz y en una carta, fechada en mayo se da a entender que seguía en Extremadura.
Por último hemos de apuntar que en más de una ocasión pasó mucho tiempo entre el nombramiento y la llegada a Extremadura de los responsables militares lo que pudo motivar la variedad de fechas que nos ofrecen las fuentes.
117.I.H.C.M., Madrid, Colección Aparici-XXVI, ff.42-43. En enero de 16411 Gaspar Torralto había estado en Badajoz para informar sobre las defensas de Badajoz. El informe está fechado en Mérida el 31 de enero de 1641, es decir, 20 días antes de que el conde de Monterrey llegase a Mérida (el 20 de febrero, según Sancho de Guzmán). Es decir, todo parece indicar que fue enviado a Badajoz bajo las órdenes del conde de Frigiliana. Asimismo, cuando el Consejo de Guerra estudió el informe de Gaspar Torralto tomó una resolución (9 de febrero) que dirigió al conde de Frigiliana lo que parece indicar que en esa fecha, febrero de 1641, el conde de Frigiliana o bien seguía al mando o bien el conde de Monterrey, pese a ser el Capitán General, no había llegado a Extremadura y era el conde Frigiliana el que en ese momento estaba presente.
Gaspar Torralto volvió a Badajoz, en esta ocasión por orden del conde de Monterrey. En efecto, en una carta fechada en Mérida el 9 de mayo de 1641 el conde de Monterrey informaba al Rey de que había ordenado a Gaspar Torralto que vaya luego (a Badajoz) á poner en egecución lo que se ha reconocido por mas preciso (Colección Aparici-XVI, I.H.C.M., Madrid, fol. 44). En esta carta se da a entender que el conde de Frigiliana seguía en Badajoz y que debía abandonar la ciudad. Según Sancho Guzmán fue la situación de Badajoz la que determinó que el conde de Monterrey enviase a la ciudad a Gaspar Torralto (B.N., Lisboa, Reservados Códice 11.358, fol 1v).
118.A.H.M., Badajoz, Libro de Acuerdos, 17 de abril de 1641, ff. 39v-40v.
119.I.H.C.M., Madrid, Colección Aparici-XVI, fol. 42-43.
120.I.H.C.M., Madrid, Colección Aparici-XXVI, fol. 44-44v; A.G.S., GA, 1437, Informe de 18 de noviembre de 1641 A.G.S., GA., 1437, Informe de 7 de septiembre de 1642).
121.A.H.M., Badajoz, Libro de Acuerdos, 27 de septiembre de 1641, fol. 105.
122.A.H.M., Badajoz, Libro de Acuerdos, 27 de septiembre de 1641, fol. 106.
123.A.H.M., Badajoz, Libro de Acuerdos, 10 de octubre de 1641, fol. 113v.
124.No podemos determinar el día que Juan de Garay asumió el mando. Álvaro Meléndez y Javier Teijeiro señalan que fue en el mes de octubre (ÁLVARO MELÉNDEZ, J.: La fortificación abaluartada de Badajoz en los siglos XVII y XVIII, op. cit., pág. 48). J.H. Elliot, tomando como base una carta del 13 de noviembre de 1641 escrita por Octavio Pucci, señala que en esa fecha (13 de noviembre) el conde Monterrey ya había caído en desgracia (ELLIOTT, J.H.: El conde-duque de Olivares, Grijalbo-Mondadori, Barcelona, 1998, pp. 691 y 863). Es decir, a mediados de noviembre ya había sido destituido lo que confirmaría la tesis de Álvaro Meléndez y Javier Teijeiro.
En la última etapa del mandato del conde de Monterrey la indisciplina llegó a tal extremo que el Conde no se consideraba seguro en Badajoz y se retiró a Talavera. Por el contrario de Juan de Garay permaneció en Badajoz. Precisamente cuando el conde se encontraba en Talavera le llegó la noticia de su sustitución por Juan de Garay. Asimismo J.H. Elliot apunta que el duque de Alba había estado destinado como Capitán General en la frontera portuguesa tras la destitución del conde de Monterrey aunque desconocemos si fue en la frontera extremeña o en la de Ciudad Rodrigo (ELLIOTT, J.H.: El conde-duque de Olivares, op. cit., pág. 691).
Juan de Garay tampoco permaneció mucho en Badajoz ya que en febrero de 1643 estaba sirviendo en el ejército de Cataluña (B.N., Madrid, Ms. 6777, ff. 7-7v y 9).
125.A.G.S., G.A., Leg. 1437, Informe de Juan de Garay de 18 de noviembre de 1641.
126.A.G.S., G.A., Leg. 1437, Informe de Juan de Garay de 18 de noviembre de 1641.
127.CORTÉS CORTÉS, F.: El Real Ejército de Extremadura en la guerra de la Restauración de Portugal (1640-1668), op. cit., pág. 67.
128.A.G.S., G.A., Leg. 1437, Informe de Juan de Garay de 18 de noviembre de 1641.
129.COBOS GUERRA, F.; DE CASTRO FERNÁNDEZ, J. J.: “Los ingenieros, las experiencias y los escenarios de la arquitectura militar española en el siglo XVII”, Los ingenieros militares de la Monarquía Hispánica en los siglos XVII y XVIII, Ministerio de Defensa, Madrid, 2005, pp. 74-83.
130.VARELA, A. Sucessos que ouve nas fronteiras de Elvas, Olivença, Campo Maior e Ouguela o segundo anno da recuperaçao de Portugal, que fez començou em 1º de dezembro de 1641 e fez fim em ultimo de novembro de 1642, Typographia Progresso, Elvas, 1906, pág. 15.
131.A.G.S., G.A., Leg. 1437, Informe de Juan de Garay de 7 de septiembre de 1642.
132.MARINHO D’ACEVEDO, L.: Comentarios da guerra do Alentejo, Lisboa, 1644, pág. 227.
133.A.H.P., Badajoz, Prot. 1713, ff. 263-264, 418v-419v.
134.MARINHO D’AZEVEDO, L.: Comentarios da guerra da Alentejo, Lisboa, 1644, pág. 227.
135.A.H.M., Badajoz, Libro de Acuerdos, 5 de julio de 1643, fol. 55. Parece ser que entre estos trabajos se encontraba la confección de fajinas.
136.I.H.C.M., Madrid Colección Aparici-XXVI, fol. 46-46v.
137.VARELA, A. Sucessos que ouve nas fronteiras de Elvas, Olivença, Campo Maior e Ouguela o segundo anno da recuperaçao de Portugal, que fez començou em 1º de dezembro de 1641 e fez fim em ultimo de novembro de 1642, op. cit., pp. 34 y 52; MARINHO D’AZEVEDO, L.: Comentarios da guerra do Alentejo, op. cit., pág. 227.
138.A.H.M., Badajoz, Libro de Acuerdos, 30 de julio de 1643, fol. 66v. La tala de los olivos no agradó a las autoridades municipales que en todo momento intentaron que sólo se talasen los que supusieran un peligro para la defensa. El asunto se trató en multitud de cabildos.
139.I.H.C.M., Madrid, Colección Aparici-XXVI, ff. 50v-51.
140.I.H.C.M., Madrid, Colección Aparici-XXVI, fol. 47-47v.
141.A.H.M., Badajoz, Libro de Acuerdos, 7 y 18 de enero, 29 de febrero y 3 de marzo de 1644, ff. 6, 20 y 22. Las fuentes de las que se valía la ciudad para costear las obras procedían del juro para reparo de los muros. La guerra produjo nuevos gastos que requirieron más fondos que se conseguían mediante partidas extraordinarias, arbitrios que se cargaban en distintos productos, arriendo de fincas municipales, confiscación de bienes de portugueses desafectos, etc.
142.A.H.M., Badajoz, Libro de Acuerdos, 10 de noviembre de 1644, fol. 93.
143.En nuestro trabajo anterior sobre las fortificaciones de Badajoz consideramos que las dos medias lunas de la Torre del Canto que se citan en los cabildos municipales de los días 29 de febrero y 3 de marzo de 1644 eran las mismas que mencionaba el conde de Santiesteban en su carta del día 26 de septiembre de 1643 (GARCÍA BLANCO, J.: Las fortificaciones de Badajoz durante la Guerra de la Restauración de Badajoz (1640-1668), op., cit., pp. 40, 41, 92, not.92). Por este motivo las situábamos en las inmediaciones de la Torre del Canto del Rivillas. Por otro lado en el plano que representa el sitio portugués de 1658 las medias lunas de la Torre del Canto del Guadiana aparecen como construidas durante el sitio de 1658. No obstante, los nuevos planos han supuesto un importante giro. En efecto, en el plano de Badajoz del Krigsarkivet (fechado por sus descubridores hacia 1645) aparecen las dos medias lunas de la Torre del Canto del Guadiana. Por tanto, podríamos pensar que las medias lunas más cercanas a la Torre del Canto del Rivillas se construyeron en 1643 y las de la Torre del Canto del Guadiana en 1644. Desgraciadamente no estamos seguros que debamos fechar el plano en 1645 pues aparece representada la estacada que se construyó en 1650, por tanto, es muy posible que dicho plano debamos fecharlo entre 1650 y 1658. En estas circunstancias no podemos descartar que las medias lunas de la Torre del Canto del Guadiana se construyeran después de 1644.
144.I.H.C.M., Madrid, Colección Aparici-XXVI, fol. 61.
145.I.H.C.M., Madrid, Colección Aparici-XXVI, fol. 62.
146.B.N., Madrid, Ms. 8187, fol. 36.
147.A.H.M., Badajoz, Libro de Acuerdos, 1 de mayo de 1645, fol. 25. Los representantes municipales cuando conocieron que el marqués de Leganés vendría a Badajoz acordaron felicitar al Marqués por el nombramiento (A.H.M., Badajoz, Libro de Acuerdos, 27 de marzo de 1645, ff. 20, 22 y 27).
148.Los documentos que conocemos no se ponen de acuerdo en la fecha de su nombramiento como Capitán General de Cataluña. En el Cuaderno de subçesos de la Monarquía se dice que fue en febrero (B.N., Madrid, Ms. 7407, ff. 51-51v, 61-61v., 106-106v). Fernando Cobos y Jose Javier de Castro apuntan que fue en marzo (A.G.S., Libro de la sección de guerra y marina del Archivo de Simancas, núm, 187, fol. 3; COBOS GUERRA, F.; DE CASTRO FERNÁNDEZ, J. J.: “Los ingenieros, las experiencias y los escenarios de la arquitectura militar española en el siglo XVII”, op. cit., pág. 80 y 93). Los libros de actas del Ayuntamiento parecen apuntar más hacia la primera fecha que hacia la segunda (A.H.M., Badajoz, Libro de Acuerdos, despedida del marqués de Leganés, ff. 13 y 15v.
En 1647 se envía como jefe al marqués de los Vélez (ÁLVARO MELÉNDEZ, J.: La fortificación abaluartada de Badajoz en los siglos XVII y XVIII, op. cit., pág. 50).
149.LARANJO COELHO, P.M.: Cartas dos gobernadores da provincia do Alentejo a el-Rey D. Joao IV, Academia Portuguesa da Historia, Lisboa, vol. I, cartas de los días 30 de agosto y 6 de septiembre de 1646.
150.B.N., Madrid, Cuaderno de subçesos de la Monarquía…., Ms. 7407, ff.116-116v.
151.LARANJO COELHO, P.M.: Cartas dos gobernadores da provincia do Alentejo a el-Rey D. Joao IV, Academia Portuguesa da Historia, Lisboa, vol. I, carta de 20 de mayo de 1648, pág. 263.
152.I.H.C.M., Madrid, Colección Aparici-XXVI, fol. 66-66v.
153.I.H.C.M., Madrid, Colección Aparici-XXVI, fol 68-68v.
154.A.H.M., Badajoz, Libro de Acuerdos, 24 de mayo, 2 y 3 de junio, 3 de septiembre y 24 de noviembre de 1650.
155.A.H.M., Badajoz, Libro de Acuerdos, ff. 118-121v; ÁLVARO MELÉNDEZ, J.: La fortificación abaluartada de Badajoz en los siglos XVII y XVIII, op. cit., pág. 50.
156.MIMOSO BARRETO, J.: “Olivença e os portugueses em 1657”, op. cit., pág. 647.
157.GARCÍA BLANCO, J.: Las fortificaciones de Badajoz durante la guerra de la Restauración de Portugal (1640-1668), op. cit., pág. 33.
158.B.N., Madrid, Ms. 2385, ff. 5v-6.
159.A.H.M., Badajoz, Libro de Acuerdos, 28 de mayo de 1657, fol. 38.
160.A.H.M., Badajoz, Libro de Acuerdos, 1 de septiembre de 1657, fol. 67-67v.
161.I.H.C.M., Madrid, Colección Aparici-XXVI, fol. 266-266v.
163.I.H.C.M., Badajoz, Colección Aparici-XXVI, ff. 265-270. Se advertía que estos fondos se destinarían exclusivamente a fortificaciones.
163.B.N., Madrid, Ms.2386, fol. 9. No podemos asegurar si se trata de una parte de los 30.000 que se habían aprobado o formaban parte de otra partida.
164.MENEZES, L.: História de Portugal Restaurado, op. cit., vol. III, pág. 103.
165.B.N., Madrid, Ms.2386, fol. 120v.
166.I.H.C.M., Madrid, Colección Aparici-XVIII, fol. 165v.
167.A.H.M., Badajoz, Libro de Acuerdos, 3 de enero de 1659, fol. 1v-2.
168.I.H.C.M., Madrid, Colección Aparici-XXVII, fol. 240.
169.Suponemos que se trata del mismo proyecto pues así parece deducirse del informe de Antonio Paniagua (17 de diciembre de 1677, Colección Aparici- XXVIII, fol. 165v). En cualquier caso no estamos en condiciones de poder asegurarlo con absoluta certeza. En la Consulta del Consejo de Guerra del día 10 de septiembre de 1664 se solicitaba la planta del proyecto pues no la tenían en su poder y suponían que la tenía Marsin (Colección Aparici-XXVII, fol. 251v).
170.I.H.C.M., Madrid, Colección Aparici-XXVII, fol. 283-284; 287-289.
171.I.H.C.M., Madrid, Colección Aparici-XXVIII, fol. 12v, 14v.
172.TEJEIRO FUENTES, J.; ÁLVARO MELÉNDEZ, J.: La fortificación abaluartada de Badajoz en los siglos XVII y XVIII, pp. 68-71; SÁNCHEZ RIVERO, A.; MARIUTTI, A.: Viaje de Cosme de Médicis por España y Portugal (1668-1669), Centro de Estudios Históricos, Madrid, 1933, pág. 238.
173.Las obras debieron iniciarse entre el 8 de julio y el 17 de diciembre. En efecto, en el informe del día 8 de julio se limita a recomendar estas obras mientras que en la carta del día 17 de diciembre apunta que habían comenzado las obras.
174.La revisión del proyecto de Luis de Venegas tuvo que realizarse antes de 1665 pues ese año murió Nicolás de Langres. Los proyectos para fortificar el Rivillas están magníficamente estudiados por CRUZ VILLALÓN, M.: “las murallas de Badajoz en el siglo XVII”, Norba-Arte, VIII (1988), Universidad de Extremadura, Cáceres, pp. 126-132; TEIJEIRO, J.: MELÉNDEZ, A.: La fortificación abaluartada de Badajoz en los siglos XVII y XVIII, op. cit., pp. 72-75.
175.I.H.C.M., Madrid, Colección Aparici-XXVIII, Carta de Antonio Paniagua, 31 de mayo de 1679; Respuesta del Consejo de Guerra a la carta anterior, 7 de abril de 1679; Carta de Antonio Paniagua, 14 de junio de 1679, ff. 172v, 174v.
176.I.H.C.M., Madrid, Colección Aparici-XXVIII fol. 172.
177.A.H.P., Badajoz, Prot. 1680, fol. 83.
178.Para consultar el proceso de construcción del nuevo recinto abaluartado es muy recomendable el trabajo de CRUZ VILLALÓN, M.: “ Las murallas de Badajoz en el siglo XVII”, Norba-Arte, Universidad de Extremadura, VII (1988), 1989.
179.I.H.C.M., Madrid, Colección Aparici-XXVIII, fol. 174v.
180.CORTÉS CORTÉS, F.: Una ciudad de frontera. Badajoz en los siglos XVI y XVII, Caja de Ahorros, Badajoz, 2000, pág, 112.
181.I.H.C.M., Madrid, Colección Aparici-XVIII, fol. 180-180v.
182.A.H.M., Badajoz, Libro de Acuerdos, 26 de junio de 1684, fol. 48v.
183.A.H.M., Badajoz, Libro de Acuerdos, 29 de agosto y 4 de septiembre de 1684, ff. 61 y 62.
184.Las obras se presupuestaron el día 18 de mayo (A.H.P., Badajoz, Prot. 344, ff. 256-264v).
185.A.H.P., Badajoz, Prot. 344, ff. 256-264v.
186.CRUZ VILLALÓN, M.: “Las murallas de Badajoz en el siglo XVII”, op. cit., pág. 133.